Image: Aquí no hay poesía

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Poesía

Aquí no hay poesía

Jaime Bayly

9 enero, 2002 01:00

Anagrama. Barcelona, 2001. 210 páginas, 13’22 euros

Nunca un título fue tan acertado, porque, en efecto, pese a la estructura del texto, ordenado como si se tratara de poemas, el peruano Jaime Bayly (nacido el 19 de febrero de 1965) juega con el doble sentido de contenido y continente. Una aparente forma poética no tiene por qué contener poesía, aunque brote en contadísimas excepciones o el autor juegue, incluso, con la rima. Bien es verdad que la poesía desde el Modernismo ha ido despojándose de aquellos rasgos que la identificaban en las retóricas tradi- cionales: rima, metro, estrofa, etc.; aunque haya mantenido a menudo el ritmo y, fundamentalmente, la intencionalidad. Jaime Bayly nos ofrece aquí algo parecido a una serie poemática de carácter autobiográfico, pero no debe entender el lector que se halla ante un texto de carácter lírico, aunque el protagonista se manifieste en perpetuo autoanálisis. El último texto, "Curriculum vitae", resumiría el contenido general. El resto amplifica determinados momentos o descubre otros. Bayly se muestra, sin embargo, siempre fiel a la imagen que ya conocemos: peruano de familia acomodada, de infancia privilegiada, con algunos problemas familiares, odia al padre (al que luego adorará), roba las joyas de la madre, descubre las drogas (que abandonará), huye de casa siendo todavía adolescente, retorna a la disciplina escolar, se introduce en el periodismo, en la televisión, se convierte en una "estrella", viaja a Alemania, es detenido fugazmente en la República Dominicana por un trámite de visado, país donde actúa también en una cadena televisiva, en Miami se convierte, gracias de nuevo a la televisión, en un ídolo popular, se pasa a la literatura, prueba la homosexualidad (de lo que alardea), aunque se casa, se separa, tiene dos niñas, vuelve al redil del matrimonio, se muestra a ratos feliz, describe la vida con rasgos de humor y hasta de disparate.

Se convierte, en fin, entre otras máscaras, en Jaimito Bayly, voz narrativa que hereda y vampiriza a Bryce Echenique, aunque sin el sentido trágico sunyacente de su realidad, sin su capacidad autodestructiva. Bayly no deja de ofrecérsenos como un frívolo con camisas de seda, un "niño bien", cuya exagerada frivolidad poco da más de lo que había ofrecido ya en las dos novelas anteriores al presente libro. Si el autor pretendía escribir una novela en verso, el ejercicio debe entenderse como fracaso, pese a que los orígenes de la novela europea lo utilizase: Chrétien de Troyes. Tampoco podemos adscribirlo al género narrativo poético, del que se sirvieron los románticos. Y, desde luego, carece de aliento o intencionalidad poética. Destacaríamos algún rasgo de humor que puede justificar determinado fragmento. Pero sin pretender ser poesía o sin conseguir serlo y sin la estructura de un género como el relato o la novela las palabras se convierten, al margen de sugerirnos el verso, en una equívoca confesión personal. El autor se sirve del lenguaje coloquial y de abundantes peruanismos, pero cae incluso en el mal gusto, en la superficialidad, en la ramplonería. Lo menos que puede decirse es que se transforma en una idea frustrada. Los últimos versos pueden darnos una clave: "yo no sé nada/ni quiero aprender/sólo quiero estar solo/y tratar de escribir". En efecto, "ha tratado de", pero los resultados no van más allá del intento. Los varios poemas dedicados a su hija (salvo "todo cuesta") desembocan en la cursilería sentimental. Su sentido del humor resulta excesivamente fácil; el recurso poético más utilizado es la reiteración: "no sé cocinar/no sé cambiar la llanta/no sé cortar el pasto/no sé trabajar..." ("nada sé") o "mi gringa/mi gordi/mi amor de mi vida" ("paoli") o "mi flaca preciosa/mi china linda/mi cami deliciosa" ("cami"). Poco puede añadirse a lo apuntado sobre la rima, salvo un ejemplo: "verano del noventa y tres/luna de miel/una semana en parís/sandra invita/yo feliz" ("odio paris"). Pese a todo, la imagen del personaje resulta interesante si el lector no conociese sus anteriores novelas. Consigue el perfil psicológico de un personaje. Poco más.