Image: Portugal: la mirada cercana

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Poesía

Portugal: la mirada cercana

VV.AA.

13 febrero, 2002 01:00

Nuno Júdice

Trad. C. Clementson, J. Munárriz, J. Talens. Hiperión. Madrid, 2001. 277 págs, 15’03 euros

Hasta hace algunos años, los lectores de poesía contaron entre sus editoriales de referencia, y situándolas quizá en primer lugar, a Visor e Hiperión. Hace tiempo que han perdido su fe en ellas. Sus colecciones de poesía cada vez se parecen más a esas otras -no voy a decir sus nombres- en las que el coste de la edición del libro corre a cargo del autor o de una institución.

Visor e Hiperión no publican, por el momento, ediciones de autor, pero sí variopintos premios que impiden que pueda haber el más mínimo criterio editorial. Los responsables se defienden diciendo que no son sectarios, que están abiertos a todas las tendencias. Pero el prestigio que tuvieron, y que hacía que leyerámos cualquier nuevo texto que ellas publicaran, se ha traslado a colecciones como la de Tusquets, donde, aunque se equivoquen, sólo publican libros que creen importantes y no el último premio de cualquier Diputación, aunque el negocio así esté asegurado sin necesidad de vender un libro.

Muchos nombres aparecen en la portada de Portugal: la mirada cercana. De la presentación se ocupa Gómez Velasco, de la introducción Manuela Júdice, del estudio preliminar Joaquín Roses, de las traducciones Clementson, Munárriz y Talens. ¿Quién responde de la sol- vencia final del producto? Nadie: la Diputación de Córdoba corre con los gastos, Hiperión edita. Es todo.

De los nueve poeta antologados, algunos, como Sophia de Mello Breyner Andresen, Eugénio de Andrade o Nuno Júdice, son bien conocidos del lector español, mientras que otros -Gastão Cruz, Ana Luisa Amaral- resultan prácticamente inéditos entre nosotros. El lector que no se fíe de las ediciones plurales e institucionales puede comprobar la solvencia de ésta comprobando la selección de Andrade. El resultado es desolador. Comienza con una serie de poemas que, según se nos indica, proceden del libro Primeiros Poemas (refundición, en 1977, de sus obras iniciales), pero que están tomados de As Mãos e os Frutos (1948) y Os Amantes sem Dinheiro (1950); continúa con poemas de As Palabras Interditas (1951), que en este caso sí son del libro que se indica (aunque con un error en el título), y de ahí pasa a una mínima muestra de Matéria Solar (1980), Rente ao Dizer (1992) y Os Lugares do Lume (1998); al margen quedan treinta años de poesía y libros fundamentales. Pero lo caprichoso de la selección no es lo más censurable. Los traductores tropiezan con esos falsos amigos de los que ya previenen los profesores a los alumnos de primero de portugués. Y ello resulta más llamativo porque se trata de dos poetas, Jesús Munárriz y Jenaro Talens, que son acreditados traductores y dos de los máximos especialistas en el tema. Pondré algún ejemplo. "Ao ouvido" se titula uno de los poemas de Os Lugares do Lume; "Al olvido" traducen Munárriz y Talens. Pero olvido, en portugués, se dice esquecimento, y el poema sólo tiene sentido si el título se traduce adecuadamente: termina pidiendo que le vuelvan a decir al oído que la tierra es buena (los traductores insisten en que se lo digan al olvido, quizá les pareció más poético).

No es el único tropezón. En el poema "À entrada da noite" uno de los versos habla de "el color pueril de los melocotones", pero ellos traducen "el corazón pueril de los melocotones" (confunden a cor con o coração); tampoco espreitando, del mismo poema, es exactamente esperando, sino acechando, atisbando.

En una reciente, y espléndida, antología de Andrade, Todo el oro del día (Pre-Textos), ángel Campos Pámpano traduce, muy adecuadamente, los poemas en los que tropiezan Munárriz y Talens, con lo que el maltrato de Andrade en Portugal: la mirada cercana resulta subsanable. Pero no el crédito de los despistados o apresurados traductores, lo que dificulta que apreciemos como se merecen los excelentes poemas de Ruy Belo, Fiama Hasse Pais Brandão o Fernado Pinto do Amaral, el más joven de los antologados.

De la traducción de Sophia de Mello se ocupa, atinadamente, Carlos Clementson; la selección se circunscribe a una de las líneas de la autora: aquella en la que se aproxima, casi hasta el pastiche, a los fragmentos de la lírica arcaica griega.