Image: Desprecio y maravilla

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Poesía

Desprecio y maravilla

Rafael Alberti

27 marzo, 2002 01:00

Alberti a la puerta de su vecino trapero del Trastevere, en la Via Garibaldi

Prólogo de Pere Gimferrer. Seix Barral. Barcelona, 2002. 80 págs., 9 euros

En 1988 Luis García Montero editó en Aguilar la obra poética de Rafael Alberti. En el tomo III se integran, con el título Desprecio y maravilla y como bloque unitario, los poemas publicados por Ignacio Delogu en Disprezzo e meraviglia (Editori Reuniti, Roma, 1972) que después no pasaron a ningún libro de Alberti, además de la serie "De X. a X. Correspondencia en verso con José Bergamín", publicados en 1982 en la revista Litoral.

Disprezzo e meraviglia es el título de una antología bilingöe de poemas escritos por Alberti en Italia, medio centenar de los cuales pasaron enseguida, con otros, a Canciones del alto valle del Aniene. Quedaron sin recoger hasta 1988 los poemas restantes, que son los que ahora se vuelven a publicar, con otros de diversa procedencia, en este Desprecio y Maravilla que lleva en la faja publicitaria un sorprendente Inédito en España. Más sorprende que en el prólogo Gimferrer afirme que Desprecio y maravilla no se integró "en su forma originaria"en la Obra poética de Alberti "por estimar su editor de entonces que era un libro misceláneo y no unitario". Ya que García Montero firmaba con el autor los "Criterios de edición", damos por seguro que Rafael Alberti estuvo de acuerdo en el lugar que debían ocupar esos poemas dentro de su obra y en ocasión tan importante como la edición verdaderamente completa de su poesía, preparada por el especialista que él había elegido. Tampoco ahora se edita Desprecio y maravilla en su forma originaria, puesto que, de ser así, debería incluir todos, y solamente, los poemas luego desplazados a Canciones del alto valle del Aniene. Es curioso, por tanto, que sí se acepten los criterios de Alberti-García Montero al incorporar la serie "De X a X" a continuación de los siete poemas de Disprezzo e meraviglia que quedaban sueltos.

Constituyen estos una muestra relevante de la actitud de Alberti en los últimos y sangrientos años de la dictadura, aunque su valor de época resulta en algún caso más testimonial que estético, a poco que los comparemos con Roma, peligro para caminantes y Canciones del alto valle del Aniene, donde están los mejores logros de aquellos años. De este último libro se rescatan aquí los poemas dedicados a los pintores Genovés, Ortega y Millares, que prolongan con tintes dramáticos el extraordinario ut pictura poesis albertiano que es su magistral A la pintura. Junto a ellos destacan "No han pasado los años", que dialoga en eficaz contraluz con Franco, Antonio Machado y García Lorca, "Condena", un homenaje a los seis condenados a muerte en el proceso de Burgos, "Desprecio y maravilla", violenta condena de la guerra de Vietnam y, sobre todo, "Consonancias y disonancias de España", que, con una técnica frecuente en las sátiras e invectivas del autor, encadena una serie de letanías que de lo sombrío a lo grotesco prolongan las denuncias de los años de la guerra civil. La "Correspondencia en verso con José Bergamín" opera en forma de crónica personal de Alberti en Italia, con tonos que van de lo humorístico a lo elegíaco, y compone un apreciable testimonio de amistad que acoge sabrosos comentarios sobre la actualidad española vista desde el exilio.

Por más que afirme el prologuista que "una cosa es la revolución en los poemas de Alberti, y otra distinta lo que se denominó revolución en la vida real", no debe mixtificarse ni la biografía ni la obra de un poeta tan significado: Alberti, premio Lenin de la paz, dedicó dos de estos poemas a Lenin y al Che Guevara y fue un poeta militante comunista que asumió y cantó un ideal revolucionario nada etéreo ni literario. Esta es la "áspera verdad": para bien y para mal, para lograr espléndidos poemas y otros más circunstanciales. De las dos clases los hay en esta edición, que habría sido más sencilla de justificar simplemente como una antología de poemas civiles de Alberti para el año de su centenario. Aunque uno hubiera preferido, de un lector tan indiscutible como Pere Gimferrer, una antología personal de su Alberti, que habría resultado, sin lugar a dudas, muy valiosa.