Image: Paralajes

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Poesía

Paralajes

Clara Janés

22 mayo, 2002 02:00

Clara Janés. Foto: Mercedes Rodríguez

Tusquets. 121 páginas, 12 euros

"El mundo es más hondo que extenso", escribió Pessoa. Para Clara Janés el mundo es a la vez hondo y extenso. Pocos escritores más monocordes y, simultáneamente, más diversos. No ha salido del jardín de su infancia -jardín y laberinto-, pero en él ha encontrado todos los jardines del mundo; yendo cada vez "más adentro en la espesura" de su propia intimidad ha escuchado a poetas que cantan en todas las lenguas -el checo de Vladimir Holan, el turco de Yunus Enré, el persa de Rumi, el eslovaco de Rufus, al árabe de Ahmed Hasim- y ha tratado de enriquecer con ellos la insistente monotonía de nuestras tradiciones. Poeta de lo concreto y de lo inefable, ha amado como nadie las palabras -frutos, cuerpos, guijarros, joyas-, pero a menudo se le han convertido en silencio o en música sin palabras.

"Caverna del arco iris", primera sección de Paralajes, rescata recuerdos de la infancia, deshilachadas hebras del "fondo abisal de los días". El poema peca a veces de ingenuidad -"La serpiente era verde", "Corro y la luna me sigue"- y parece quedarse en borrador, en impreciso apunte (es riesgo no infrecuente en Clara Janés), pero de pronto unas pocas palabras esenciales nos remiten al mejor Juan Ramón (sin ser un pastiche juanramoniano): "Pinos junto al mar/y el aire sin límites/y la luz de la tarde/entre los troncos./Así es la oración:/que la luz y los pinos y el mar/entren dentro de ti./Eso es todo./No hay lobos./No hay corderos./Sólo un camino/y unas matas de retama".

Paralajes comienza en la infancia y termina en la propia poesía. "Vórtice de los tiempos simultáneos", la parte final del libro, está dedicada a António Ramos Rosa, el poeta portugués que más ha tratado de librar el lenguaje poético de cualquier sumisión a la referencialidad, que más ha ahondado el foso que separa la lengua común de la poética. "Dormía en tus poemas,/despertaba durmiendo en tus poemas,/sobre un mar de aire verde/lleno de reflejos", escribe Clara Janés, sin darse cuenta de la segunda lectura irónica que tienen los dos primeros versos. No son los mejores poemas de esta sección los que elogian la algo deshuesada y verbalista poesía de Ramos Rosa ("fluir carnal del aire", que "corre como luz en el agua", "huye como brisa desbocada", "deslumbra como súbita antorcha"), sino los que se aproximan al emblema y a la estampa, los que no se deshilachan con apelaciones a lo inefable, aquellos en los que el vate inspirado no ocupa por completo el lugar del artífice.

El núcleo del libro -"Río del abandono", "Línea de paralajes", "Paisaje vertical"- alterna carnalidad y pensamiento, sensorialidad e intuiciones trascendentales. Unos pocos poemas nos remiten a la etapa para mí más valiosa de la poesía de Clara Janés, la de Eros (1981), Vivir (1983) o Emblemas (1990), de la que escribió Caballero Bonald: "En esos poemas tan ceñidos y esbeltos, tan intensos y enjutos, hay una resonancia de poetas latinos enraizados en la tradición de los epigramistas griegos y de los líricos alejandrinos". También, claro, está la otra concisión menos punzante, la de Oriente, la del haiku y la tanka.

Cito otros tantos ejemplos de las dos líneas que me parece entrever en Paralajes. "Por una granada que desgrana/encendidos instantes /boca adentro,/vuelven a mí todos los visos/de la floral frescura/y el color", comienza uno de los poemas. "Se sentó en la blancura poblada/de latentes formas", es el comienzo de otro. A la belleza del mundo, a la atracción de los sentidos, se intenta contraponer "la terrible pureza de la nada", para decirlo con un verso atribuido a Persio: "ni aquí ni ahora,/ ni saber ni no saber,/ni tú ni yo". A lo convencionalmente poético quiere contraponer Clara Janés otras más herméticas referencias: "Oh, tú, que ansías/pasar de la esfera al cubo,/di a tus ojos que sean luz,/di a la sombra que se torne ojos/y contemple/el secreto brotar de tu ojo". Pero ella también sabe que el ave y su trino, el campo y el amanecer, no han agotado sus virtualidades poéticas: "Sólo el ave con su trino/rasga la indiferencia/y eleva un alba de sonido/ sobre el campo sin alba".

Plural y una, admirable e incansable, Clara Janés. Tenaz enamorada de la poesía, a la que persigue en todas las lenguas y en todos los géneros literarios. Pero la poesía es caprichosa y a veces se entrega a quien parece desdeñarla y se escapa de sus adoradores, dejándoles sólo entre las manos una vistosa túnica, la forma de su huida.