Image: Claro decir

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Poesía

Claro decir

Francisco Pino

26 junio, 2002 02:00

Francisco Pino. Foto: Mercedes Rodríguez

Lumen. Barcelona, 2002. 122 páginas, 12 euros

Toda nueva entrega de Francisco Pino es motivo de celebración, y más este Claro decir que ahonda en la vejez desde ese asombro y esa alegría que han impulsado su creación durante setenta años. Alto poeta, Pino alcanzó pronto una escritura en libertad de fondo metafísico.

Su experimentación con las imágenes y las palabras, sus transgresiones y su heterodoxia parten, no propiamente de la despersonalización de su sujeto poético, sino de su extrañamiento, de la persecución de una verdad de la materia que está más allá de lo expresable: insuficiencia del lenguaje que incita a la aventura. El poeta descubre y canta en una profusión que busca otra claridad a través de los huecos de sentido. Por esta vía están estrechamente unidos sus poemas versales con su poesía visual o con sus libros de agujeros. El resultado de tan multiforme búsqueda de lo mismo es el contagio del asombro, la enseñanza de un ver que actúa desde la emoción y el juego sobre las relaciones entre las palabras y las cosas para llevarnos a la curiosidad, al gozo.

Desde esta unidad básica de toda su poesía, Pino ordena en las tres partes de Claro decir un proceso de reafirmación de su poética. Componen "Decir" cancioncillas que mediante las asociaciones imaginativas, las variaciones en serie y las rimas caprichosas conducen a la revelación de su claridad otra. Poemas como "El pensamiento, los pensamientos" o "Hacia la imagen" muestran la lógica interna de un proceso creativo particular, o, como en "Veleta", aportan variaciones a la poética del sujeto: "Fondearás en ti, ajeno.//Ajeno cual te gustas,/en ti desabsoluto/dando la mano al viento.//Fondearás en ti mismo,/veleta el mismo fondo./ Adoras lo velético". Impresiona "Esta vejez", con la tensa configuración de una imaginación vertical que funde cima y sima para expresar la conciencia de la fragilidad: "Vejez, el detenerse/en el volar: vilano./Que no le soplen nunca".

Más extensos y con mayor vuelo experimental, los poemas de "Nuevo decir", replantean motivos constantes: el sueño, el no saber, la edad y también la escritura ("mi cuerpo es mi escritura,/escribo como ando, soy mi paso"), con homenajes a Juan Ramón Jiménez ("Dios azul") y a Lope de Vega en los tres sonetos que cierran la sección. Junto a ciertos núcleos celebrativos ("toda Grecia es vasija/de un árbol que pernocta", "¡Viva la carambola!"), metapoéticos en última instancia, poemas como "En blanco", "Victoria", "La mentira", "Yo y mi sueño" o "La noria" abren con sus imágenes una turbadora reflexión sobre el tiempo y la muerte que desemboca en la llamada al lector: "¡Oh mi lector, mi lírico sepulcro!", y que da paso a la tercera parte, "último decir", la más intensa. Destaca la dolorida emoción del recuerdo: la esposa en "Ramo de lilas", o "¡Mamá!". Junto a estos aumenta la emoción religiosa: "Buenos días, Señor" es oración directa, pero no más que la que conforman la expresión del asombro ("Preguntas y admiraciones"), la afirmación vital ("El piano") o el renovado homenaje a Castilla que se funde con la aceptación del morir: "Oh carne de Castilla, reloj último,/ fronda de los reveses del revés/reclamándome a mí, noesmis- mándome,/¡Oh, aleluya, aleluya!". Cierra el libro, en tono mayor, el "Himno a la vejez" planteado desde "esa brevedad que es alegría" que, nuevamente, implica al lector, ahora como coro que ha de repetir, tras la definición de las edades, un celebrativo "Que florezca". En flor, sin duda, esta entrega nueva de Francisco Pino rebosa de energía creativa y de amor a la vida.