Image: La rosa inclinada

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Poesía

La rosa inclinada

Javier Lostalé

17 julio, 2002 02:00

Javier Lostalé. Foto: Mercedes Rodríguez

Calambur. Madrid, 2002. 379 páginas, 20 euros

Treinta años de dedicación poética reúne Javier Lostalé (Madrid, 1942) en este libro, que lleva como subtítulo las fechas de 1976-2001, pero que en realidad debería iniciarse con la de 1971. En ese año se publica Espejo del amor y de la muerte, la antología de poesía joven que quiso ser desde Madrid una respuesta a los periféricos Nueve novísimos.

Sorprende comparar los poemas que en ese volumen anticipa de su primer libro, Jimmy, Jimmy, que no aparecería hasta 1976, con los inéditos que cierran su poesía completa. Idéntico es el tono, a la vez coloquial y lírico, idéntica la manera de trascender la anécdota. La cita de Cernuda que iniciaba aquella distante selección es la misma que encontramos al frente de La rosa inclinada: "La incierta hora con nubes desgarradas/el río oscuro y ciego bajo la extraña brisa,/la rojiza colina con sus pinos cargados de secretos,/ te enviaban a mí, a mi afán ya caído,/ como verdad tangible".

De "intimismo cósmico" se hablaba al referirse a Lostalé en la contraportada de Espejo del amor y de la muerte; al magisterio de Cernuda y Aleixandre se refirieron los primeros críticos. Todas ellas son notas que siguen siendo válidas para su poesía, que nació sorprendentemente madura en medio de los excesos y los tanteos de sus compañeros de generación, y se ha mantenido fiel a sí misma como ninguna otra a lo largo de tres décadas.

Otro motivo de sorpresa para el lector de esta poesía completa es la abundancia, que puede parecer excesiva, de prólogos, prologuillos y amicales notas de lectura. Antonio Colinas, Luis García Jambrina, Luis Antonio de Villena, Luis Alberto de Cuenca intentan un acercamiento a la poesía de Lostalé, pero se detienen sobre todo en la persona, casi poesía ella misma en su vital entusiasmo por la poesía.

Más cerca en esto de Aleixandre que de Cernuda, en Lostalé resulta difícil distinguir entre el aprecio por el hombre -por su labor de hombre bueno en un mundo de fieras más o menos literarias- y la admiración por la obra. él mismo contribuye a difuminar ambos planos al titular el libro inédito que incluye en La rosa inclinada del mismo modo que el programa radiofónico dedicado a la poesía que actualmente dirige en Radio Nacional: La estación azul.

Y prosas cordiales, más que poe-mas en prosa, son muchos de los capítulos de ese libro, que habría necesitado una buena poda para no disonar del conjunto. Leídos como artículos periodísticos, "Poesía y filosofía" (sobre un acto en torno a María Zambrano organizado por el Círculo de Lectores), "Vicente Aleixandre" (enésima evocación de la cordialidad del maestro) o "Rafael o la red de la literatura" (necrológica de Rafael Pérez Estrada), pueden resultar poéticos, pero no si los leemos como poemas en prosa: entonces lo que resalta es lo que tienen de circunstanciales, bien intencionados y retóricos.

Las limitaciones de un poeta, se ha repetido más de una vez, son la otra cara de sus aciertos. Antonio Colinas, que tuvo en Lostalé un eficaz iniciador en el mundillo literario de los años sesenta, nos lo presenta, en una lectura poética, escuchando los versos "de una manera extremadamente absorta", "con una maravillosa concentración que yo nunca había visto antes".

Con la misma absorta concentración con que se ocupa de la poe-sía ajena se dedica Lostalé a la propia, y el resultado es una poesía a veces demasiado poética, por decirlo de alguna manera; demasiado convencional y plana. No hay en La rosa inclinada lugar para la ironía, el humor, el distanciamiento. El lenguaje es siempre literario, a ratos un tanto artificioso, los sentimientos nobles, las intenciones beneméritas.

La poesía es paradójica. Un exceso de pureza, como al agua destilada, puede volverla indigesta. No ocurre así con la mejor y más esencial parte de la poesía de Javier Lostalé ("rosa del silencio, luz de la memoria"), un poeta de obra breve -cuatro libros en treinta años, más las prosas de La estación azul-, arriesgada en su apuesta por lo sublime, pero no prescindible. Un poeta, no sólo un admirable, generoso, incansable divulgador de la poesía.