Image: Espejo de gran niebla

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Poesía

Espejo de gran niebla

Guillermo Carnero

26 septiembre, 2002 02:00

Guillermo Carnero. Foto: Mercedes Rodríguez

Tusquets. Barcelona, 2002. 58 páginas, 8 euros

Lo más valioso de Verano inglés se recupera y desarrolla en los cinco extensos poemas que componen Espejo de gran niebla: la reflexión sobre la experiencia que trasciende hacia una metafísica desolada, la teoría y práctica del desengaño y la indagación metapoética en el "gran territorio inexplorado que separa la realidad y su imagen escrita", como dicen los últimos versos de este libro.

Podría decirse, usando los conceptos del propio Carnero, que a las "figuras" del anterior suceden estas "variaciones" que, subrayando la mediación de la escritura, ahondan en la infidelidad de la memoria y en la conciencia esencial del ser temporal, ahora mediante el protagonismo de las metáforas del espejo y del agua, respectivamente.

En propiedad no hay dos etapas en la poesía de Guillermo Carnero, antes y después de Ensayo de una teoría de la visión (1979), por más que en los libros posteriores a esta primera recopilación se plantee un intimismo más directo y menor opacidad del componente culturalista. Al contrario, al releer la obra completa comprobamos hasta qué punto la "teoría de la visión" de este poeta es coherente por debajo de las contingencias anecdóticas que provocan la escritura de cada conjunto sucesivo. Son muchos los ejemplos posibles de esta coherencia en poemas como "El movimiento conti- nuo", "Galería de retratos", "Jardín inglés", "El azar objetivo", "Música para fuegos de artificio", etc. Así, en uno tan significativo como "Ostende" se resume: "Producir un discurso/ya no es signo de vida, es la prueba mejor/de su terminación. En el vacío/no se engendra discurso,/ pero sí en la conciencia del vacío".

Relegada al fondo del escenario en Verano inglés, es una similar y más vivida conciencia del vacío la que permite desarrollar con hondura sensitiva las conclusiones metafísicas y estéticas entonces implícitas en la constatación de la "in-digencia del conocimiento/que dejan como poso los sentidos" ("Café Rouge") y en la queja de un Narciso desolado, ya en Divisibilidad indefinida (1990): "Puse sobre las aguas un espejo/con que hurtarme a la muerte en escritura/y retener la luz de la conciencia/pero la nada duplicó el espejo/y el cristal añadió su veladura/en doble fraude de la transparencia" ("Lección del agua"): de aquí parecen partir directamente la imagen básica y el título Espejo de gran niebla.

En su elocuente ordenación estos cinco poemas recorren, entre restos del relato de Verano inglés, un proceso reflexivo sobre la conciencia de la realidad y su escritura: la insuficiencia de la razón, que no alcanza a dar sentido a los sentidos en la memoria ("Noche de la memoria"); la persistencia inservible de la "realidad abolida que insiste" y que debe recogerse en escritura para haber sido ("astillando el cristal de la memoria/en la restitución del daño escrito"), en "El tiempo sumergido"; la iluminación, en el centro del libro, de la experiencia amorosa que pide "convertir en paisaje el papel yermo", no sin un humor irónico que por momentos recuerda al Salinas de Largo lamento ("Vete a ser una estatua de museo:/están desnudas pero no hacen daño"); la soledad inquieta de los sueños, pero también sus fugaces recuperaciones ("Cuando abrías los ojos levantabas/una cúpula azul sobre la tierra,/coronada de flámulas ardientes"), en "Disolución del sueño"; la metapoesía que combina un confesionalismo directo ("y me visteis oscuro/ ícaro de discursos racionales") con las únicas referencias culturalistas explícitas del libro, en "Ficción de la palabra", que se cierra, entre Boucher y Cézanne, con Diderot y Pessoa, con ironías sobre la realidad y su reflejo, sobre la utilidad de la escritura. Nunca la inteligencia y la sensibilidad unidas son inútiles si logran ser poesía. O todo arte es inútil.