Image: Primavera del ser

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Poesía

Primavera del ser

Manuel Mantero

29 mayo, 2003 02:00

Manuel Mantero. Foto: Archivo

Igitur, 2003. 112 páginas, 9’60 euros

Después de un largo silencio apenas interrumpido por alguna publicación antológica, Manuel Mantero (Sevilla, 1930) da a la luz esta densa Primavera del ser que nos recuerda que el destacado estudioso y antólogo de la poesía contemporánea es, primero, poeta.

Como señala Antonio Hernández en su prólogo, Mantero, este "solitario rebelde, empeñado en la comunicación con el Todo", ha titulado su libro tomando un verso de Ya quiere amanecer (1975): la mujer "es la lluvia mojándonos, primavera del ser". Y son tres figuras femeninas (la Virgen de la Amargura, Ariadna y Eurídice) las que brindan su hilo a la indagación del poeta en sus edades sucesivas representadas en las tres partes del libro.

Se acumulan los hallazgos verbales al ritmo cambiante de los versos y en las ráfagas sensoriales de las imágenes ("Naranjos/podridos ya de azahares"). En "Procesión de María (Niñez)" la reviviscencia de la infancia hace confluir en el recorrido sevillano homenaje y desolación: "sigue/por estas calles en que fue mi infancia/un abatido conocer postrero". La reflexión nocturna lleva en el presente a la narración sui generis del derrumbe de un orden ("Tengo miedo./ No creo ya en la noche./ Las estrellas son lágrimas/del universo roto"), a la desolación frente al blanco que encierra la Custodia: "Su blancura dice/que la nada es más grande que la vida".

El centro lo ocupa el variado "Sueño de Ariadna (Juventud)": pensar la juventud es perseguir una esencia imposible, "del color de los sueños". La imaginación mítica trasciende la anécdota para recorrer en escenas de tonalidad cambiante (queja, sarcasmo, canto) el laberinto de la condición humana: el deseo, el instinto, la necesidad de la poesía, la incómoda sociedad literaria van pasando a primer plano sobre un fondo andaluz que se impone como "presencia nostalgiada", como define Antonio Hernández.

"En el árbol del ser importan poco/las hojas del estar", dice el poeta, pero, necesariamente, son el estar y el haber vivido el lugar y la materia de la indagación, como también lo son el soñar y el pensar mítico de lo andaluz, ámbito global, centro mítico en el que culmina el compacto "Himno a Eurídice", a la otra altura de la madurez más desgajada y también más libre, más visionaria, para la que las estrellas ya no son "lágrimas del universo roto", sino "sexos femeninos". Final abierto, "hora de epifanía" y un soneto de amor por despedida.