Image: Querencia, gracias y otros poemas

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Poesía

Querencia, gracias y otros poemas

Eduardo Milán

22 enero, 2004 01:00

Eduardo Milán. Foto: Mercedes Rodríguez

Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2003. 368 págs, 17 euros

El poeta uruguayo Eduardo Milán (1952), residente en México desde 1979, no es un desconocido para el aficionado español. Buena parte de su extensa obra situada en la neovanguardia fue recopilada en 1999 por el FCE.

Su último libro Razón de amor y acto de fe, apareció en 2001 en Visor. Fimó también la polémica antología Las ínsulas extrañas, en colaboración con Sánchez Robayna, Valente y Blanca Varela, en la que se autoseleccionó siete poemas.

Su obra poética sintetiza algunos de los hallazgos de la poesía hispanoamericana y española más renovadora: Vallejo, el último Neruda, Paz, Parra, valente, y algunos inevitables autores de otras lenguas (Rimbaud, Beckett, Celan). Tan dispares influencias acaban configurando una voz propia. En escasas páginas el prologuista y responsable de la selección, Nicanor Vélez, traza la evolución de su obra, que se ofrece de forma poco habitual. Entre las páginas 41 y 137 incluye una antología seleccionada de sus libros anteriores (añadiendo un poema inédito) y a partir de ésta su hasta ahora inédito Querencia, gracias.

El lector puede iniciarse en las diversas formas poéticas del autor antes de adentrarse en el análisis de un discurso poético con innegables hallazgos: "En sus mejores poemas pone el silencio sobre su cresta más pura y hace que las palabras se desaten buscando el vientre del dolor, la pasión del deseo y la voz de los restados". Pero no puede considerarse en silencio uno de los valores destacados de un poeta prolífico, en ocasiones reiterativo, que busca algún modo de adentrarse en el poema entendido como un bloque cerrado. Vélez lo sitúa a mitad de camino de dos fórmulas que, a mi juicio, resultan equívocas : "A partir de Razón de amor y acto de fe (2001), para Milán es tan importante luchar contra eso que algunos llaman ‘poesía de la experiencia’ como contra una visión sesgada del poema como objeto de belleza".

Por descontado que descubriremos tensión en la manera de "decir", del mismo modo que el intento de quebrar el lenguaje, en ocasiones, añadiéndole un toque de humor que se agradece o la utilización de un registro de palabras simbólicas, como es habitual en cualquier poeta. Del concretismo al arte pobre, buscando siempre alguna raíz metafísica que da en la diana de la inteligencia del lector. La metapoesía o el metalenguaje constituyen sus principales temas. Su desconfianza expresiva se traslada a un lenguaje que había partido de la exposición concreta. Desde el ámbito personal, el objetivo del poeta se traslada al del lenguaje: "Escribir es como un círculo", advertirá. Y los juegos de palabras que configuran un barroquismo casi exento de imágenes sustituirán a menudo al mundo que le rodea, salvo en la exaltación familiar. El pensamiento de Eduardo Milán, próximo al último José ángel Valente, en cuyas trayectorias advertimos cierto paralelismo, le conducirá a un misticismo laico. La destrucción del fluir verbal parece ser uno de los principales objetivos del poeta. Se sirve de un lenguaje elemental que aparece en fórmulas caracterizadas por el empleo de la negación. En ocasiones el verso -si cabe considerarse como tal- llega a la confusión: "Eso/es seguir, la no espera, lo no/feliz para jamás".

Parece intentar demostrar la incapacidad de cualquier comunicación lógica a través del lenguaje. De ahí, esas fórmulas balbu- ceantes, que parecen, en ocasiones, ineficaces traducciones de otras lenguas. Adentrarse en la aventura poética de Eduardo Milán es participar en un curso acelerado de descodificación poética, No cabe duda de que ha descubierto su "forma" personal al descomponer verbalmente el discurso, como hicieran menos radicalmente Huidobro o Vallejo: desde afuera hacia dentro, aunque siempre en el ámbito del lenguaje. Querencia, gracias constituye un amplio despliegue de aproximaciones. Parece haber llegado a un límite en el que se ha detenido (porque en él se descubre cómodo), a mi juicio, en exceso.