Image: La ciudad dormida

Image: La ciudad dormida

Poesía

La ciudad dormida

Jesús Beades

29 septiembre, 2005 02:00

Jesús Beades. Foto: Carlos Marquez

Rialp. 48 pp, 7 e.

Jesús Beades (Sevilla, 1978) es quizá el más destacado representante de un grupo de poetas jóvenes, reunidos en torno a la revista Númenor, que tratan de escribir una nueva poesía religiosa, o mejor, una poesía que tenga en cuenta, muy en cuenta, la ortodoxia católica. Empresa arriesgada, sin duda. Pero no más que hacer poesía desde el marxismo o el fundamentalismo musulmán. Admiran estos poetas a Chesterton y a C. S. Lewis, como no podía ser de otra manera, pero su más cercano maestro es Miguel d’Ors.

La "Canción blanca para Fidel Villegas", uno de los poemas de La ciudad dormida, sigue muy de cerca las lecciones de d’Ors sobre la creatividad sintáctica y el rechazo del simple prosaísmo: "érase un hombre de mirar atento,/y un bastón de madera de los bosques,/y un gesto nadador en las rodillas,/y un silencio elocuente voy de vuelo,/y palabras de martes o domingo". Los endecasílabos de "Teresa" nos recuerdan, en cambio, a Julio Martínez Mesanza, otro de los referentes morales y estéticos de estos poetas.

La ciudad dormida está dividido en tres partes. La central, "Letanías" (a la que corresponden los dos poemas citados), es la que mejor continúa los anteriores libros del autor, Tierra firme (2000) y Centinelas (2002). Las otras dos están formadas cada una por un extenso poema en endecasílabos. Son las más ambiciosas del conjunto.

Una cierta ingenuidad hay en "Poema de la carne", que habla de las múltiples tentaciones de la noche urbana: "Susurros en la sombra, ¿quién susurra?/Alguien llama, pero no sé quien llama./Percute como un pálpito muy leve/que insiste por encima de la sangre,/por encima del semen, si lo dejo". Un relato alegórico quiere ser "La ciudad dormida", el poema que cierra el libro, que termina con el abandono del laberinto ciudadano, lleno de confusión y tentaciones: "La bruma se deshace y ya estoy lejos/entre los campos de las hierbas altas". Jesús Beades, verdadero poeta, corre el riesgo de quedarse en un poeta confesional, que no habla a todos, sino a sus correligionarios. Que son legión, por otra parte.