Poesía

La voz de Ofelia

Clara Janés

13 octubre, 2005 02:00

Clara Janés. Foto: Ángel Casaña

Siruela, 2005. 107 pp. 15 e. El espejo de la noche: Conversaciones.... Adamaramala, 2005. 117 pp. 18 e. Vladimir Holan: Una noche con Hamlet. Toscana. Trad. de J. Forbelski y C. Janés. Ed. del Oriente, 218 pp. 16

La dedicación de Clara Janés a la obra del escritor checo Vladimír Holan viene de muy atrás. De 1980 es la traducción de algunos de sus poemas. A éstos siguieron, en años sucesivos, versiones mucho más completas: la hermosa de Avanzando, uno de los poemarios más significativos de Holan, Antología, Dolor o Abismo de abismo, por citar las más señaladas.

El nombre de Holan también latía en algunos libros creativos de Janés, como Kampa, pero nos faltaba una visión más íntima de la relación personal que ella tuvo con el poeta checo. Ahora, a través de tres libros, Clara Janés nos revela los aspectos más sensibles de esa relación, nos da una visión global de su obra y la traducción de Toscana, uno de los libros que el autor más amaba.

La voz de Ofelia es un libro más para leer y gozar que para comentar. En primer lugar, por las condiciones formales del mismo. Perteneciendo a la pura creatividad, es obra que participa de otros valores, pues podíamos juzgarlo también como un libro de memorias, como un ensayo poemático, o como obra de meditación, pero que participa de fragmentos poemáticos o de verdaderos poemas, dos de ellos precisamente de su libro Kampa.

Fue el libro que ahora se nos ofrece -la traducción Una noche con Hamlet y otros poemas- el que desencadena la relación de la autora con Holan. A partir de esa lectura -en días críticos, como los de la muerte del padre- se establece la comunicación con el poeta de Praga y se suceden los signos y las señales llenos de irisaciones, entre ellos la primera y significativa visita a Holan en julio de 1975. Hay, además de la muerte del padre, otra "muerte" no física, pero sí para el mundo: la del propio Holan. Desde la llegada del comunismo al poder de su país en 1945 -los años "de la mordaza", dirá el mismo poeta- Holan se encerrará en su casa de la isla de Kampa durante treinta años; al menos hasta los atisbos de "la primavera de Praga", cuando el autor es "recuperado", pero cuando ya su salud no le acompañaba y la muerte llamaba a su puerta.

Quisiera señalar cuánto pesan en La voz de Ofelia el significado de los símbolos: el jardín, la isla, el poeta, su palabra y su ciudad, la música; o esa misteriosa cabeza de mujer que el poeta tiene en su cuarto y que, junto a nombres cargados de simbolismo -Euridice y Ofelia-, constituyen la clave sutilísima del libro.

A veces, los fragmentos más testimoniales son los más claros -como los encuentros con el poeta-, pero en la mayoría de las páginas la autora utiliza un tono muy meditativo, inspirado y siempre en los límites de lo poemático. En realidad es la poesía la que brilla y tiembla en este bello libro que nos reconcilia con lo mejor del ser poeta en tiempos de tiranía social, pues se valora la poesía a través de un testimonio que es el de esa misma poesía hecha vida revelada a través de una amistad. "Hacer y ser es un admirable prodigio", dice un verso de Holan que le va muy bien a la historia narrada. Y para los significados últimos de la misma también nos sirve la reflexión de la autora, la ansiedad hacia algo que se le revela muy tempranamente en su jardín de Pedralbes: algo que es "cifra del universo, aprendizaje de la naturaleza y enseñanza del silencio, de la contemplación y de la visión interior: un saber de la inmensidad cósmica, del misterio y de las presencias invisibles". De estas sensaciones son revelación las páginas de La voz de Ofelia, más allá de la historia que se nos cuenta.

De esta delicada y bella historia puede pasar el lector a tener una visión global del mundo de Holan en El espejo de la noche, un largo ensayo de Clara Janés seguido por dos conversaciones de Holan con Vladimír Justl. Una noche con Hamlet y Toscana son dos obras centrales del autor checo; estamos ante poemas de poemas, acaso ante las coordenadas de su vida poética y el fruto mejor de sus nocturnos y terribles años de encierro.

Recibo y leo estos libros cuando acabo de llegar de un viaje a Praga. El último día de mi estancia fui a desembocar, sin esperarlo, ante una placa dorada que me decía que allí había vivido Vladimír Holan. Me pareció que con ese encuentro casual se cerraba el círculo de mi caminata por la ciudad. Ahora ese círculo se ha vuelto a abrir con la lectura de estos tres libros iluminadores.