Poesía

Querido silencio

Luis Muñoz

1 junio, 2006 02:00

Luis Muñoz

Tusquets. Barcelona, 2006. 129 páginas, 11’50 euros

Hace apenas un año Limpiar pescado. Poesía reunida venía a poner ante los ojos del lector los cuatro momentos sucesivos en la búsqueda de una voz muy personal que alcanzaba en Correspondencias (2001) su mejor expresión.

Ahora, más depurados, más sutiles, los poemas de Querido silencio desarrollan en su esencial inestabilidad una poética que Luis Muñoz (Granada, 1966) enfrenta con los límites de lo expresable, en busca de un más allá misterioso de la conciencia de lo real cotidiano.

Dividido en tres partes de quince poemas cada una, Querido silencio enfatiza desde su título una elección estética ya expresada con claridad en el prólogo de Limpiar pescado: "Todos los poemas tienen algo de testamentario, de antesala del silencio. Porque quieren contener una combinación definitiva de palabras, quieren traspasar una zona del lenguaje en la que todo está colmado de sentido, y no decir ya más". No creo que deban interpretarse estas palabras en la dirección de una poética del silencio al uso ni tampoco se alude meramente a los "queridos silencios" que pueden reforzar eventualmente lo que se nombra en los poemas. Creo más plausible entender el conjunto como la suma orgánica de poemas que tratan diversamente de conocer más allá de lo inmediato pero a partir, y al fondo, de lo cotidiano y del presente íntimo. Tal es el viaje que propone este simbolismo de sentidos instantáneos, de voluntad de ahondamiento en las sensaciones, en las evidencias elementales y las intuiciones a propósito de un espacio ("Culatra"), una figura ("Apunte"), un objeto ("Cepillos de dientes"), una circunstancia nimia ("Uña nueva").

Si la constante estilística es la depuración verbal, el léxico de sesgo juvenil o de la vida corriente, el instrumento básico de esta poesía es la imagen, en ocasiones ingenuista ("Están ahí las nubes de la tarde/ como bolas de helado derritiéndose"), anclada en lo cotidiano, otras veces apuntando a lo visionario: "El silencio se mueve/ como el pez del desierto/ salido del letargo". A lo largo del libro Muñoz propone indagaciones interiores y crea atmósferas cambiantes gracias a las cuales hace radicar el interés alternativo de esta escritura en la elaboración de una conciencia dinámica del presente que implica reducir al máximo la narratividad en beneficio de momentos fragmentarios, minimalistas, en los que coagulan sentimientos, ideas, intuiciones, materialidades, alusiones abiertas al silencio. Poemas de abstracción como "El color blanco" y otros de carácter más narrativo, como"Raíces", o cercanos a la canción, como "Campo de alcornoques", equilibran un conjunto refractario a la lectura convencional, complejo y a la vez transparente, en el que se perfila un sujeto que afianza contradicciones y sentimentalidad, que acoge lo enigmático -"hola, irrealidad"- y que, al tiempo, apela a la conciencia de lo real: "Base de realidad,/ sé mi amiga". Lejos de la distancia intelectualista que podría amenazar esta poesía despojada, el poeta transmite, pese a la dificultad de algunos poemas, una palpitación existencial que desemboca, al final del libro, en el poema "Maldita muerte": "Pensé que me estorbabas,/ pero no./ Como parte del juego,/ como salsa de todos los platos,/ como intrusa,/ acompañas,/ das sabor,/ a menta,/ a nieve,/ a alquitrán,/ consigues mantener la intriga,/ haces que todo vibre y por delante/ dejas que sea el tiempo".

EL SILENCIO
El silencio es papel secante.
Se le fija el violeta de los ojos dormidos,
la luz de la linterna de la idea de ser
lo más feliz posible
y el vacío de vaso de querer compañía.
¿Qué más?
Unas pocas palabras
que se filtran y no dejan señales,
que se pierden abajo
por los aros de un pozo