Image: Trilces trópicos. Poesía emergente en Nicaragua y El Salvador

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Poesía

Trilces trópicos. Poesía emergente en Nicaragua y El Salvador

Joan de la Vega (ed.)

26 abril, 2007 02:00

Héctor Avellán

La Garúa. Barcelona, 2006. 309 páginas, 13 euros

Francamente, esta antología nos da miedo. Catorce poetas: Camilo Amaru Abarca, Luis Alvarenga, Héctor Avellán, Carlos Clará, Ezequiel d’León Masís, Alfonso Fajardo, Jorge Galán, Osvaldo Hernández, Krisma Mancía, Nora Méndez, Susana Reyes, Francisco Ruiz, Eunice Shade y Douglas Téllez. Catorce voces. Catorce mundos. Y una sola literatura: la mejor. Adormecidos como estamos en brazos de una poesía mediática entre el glamour y el desaliño, Trilces trópicos nos llega como una bofetada: nos saca de nuestro sopor.

Y es que ésta no es una poesía dócil, sino violenta. Tampoco cómoda: exige una reacción, de adhesión o de rechazo, de introspección o de crítica social. En su prólogo, de la Vega anuncia que "a diferencia de otros, los autores que componen este compendio no responden a un simple perfil pseudoizquierdista con el que nos hemos acostumbrado a observar y catalogar a los autores americanos" (p. 9). Ciertamente, la pasividad autocomplaciente no es una opción ante poemas activos, iconoclastas, vivos, como los de Camilo Amaru: "¡Poesía-Soy-Yo!"; o Abarca: "Holograma", "Acuario roto", "Pasarela" o "Monólogo", que confieren a la poesía comprometida una dimensión nueva, superior. (Y, sobre todo, rogamos al lector que no pase por alto "Sacrificio", o de cómo la palabra mierda se convirtió en la más poética -por subversiva, por exacta, por necesaria- de cuantas recogen los diccionarios de español).

Caen los mitos de la aldea global. Como caen también los ídolos literarios (Avellán y su "Viaje al centro de la tristeza", revisión de huelga decir qué versos de Neruda). Pronunciadas ante otros altares, las divinas palabras se desacralizan: "como el cordero rabioso que reclama su porción / de carne", Fajardo dixit ("Fuente luminosa"); "No apartes de mí este cáliz / que me va la vida en ello", Hernández scripsit ("El nombre de los nombres"). Y, en medio de este Armageddon, los clichés románticos descienden a sus particulares infiernos: "Si decides volver, verás que eres terrible. / Si decido volver, quizá me vuelva hermoso": Galán revisando la belleza ("Discurso"); "Siéntete pequeño / muy pequeño / sólo así sabrás / la dimensión exacta / en la que el amor / te ha colocado": Méndez reconsiderando el amor ("Para amar"). Nacen imágenes insólitas, como esos "grillos cometormentas" de Mancía ("Y la guerra crujió"). Asistimos a la creación no ya del poema, sino del poeta mismo, desde la autoproclamación "Yo soy la palabra de Dios" de Ruiz ("Nada"), hasta la reivindicación de Electra Shade: "porque yo soy Eunice Madre, Eunice" ("¿Qué pasa, madre?"). Incluso los amantes de l’art pour l’art más combativo encontrarán varios de esos versos que retumban en la cabeza horas, días, -probablemente- años después de haber sido leídos, como ese impecable "Poned música para un holocausto" de Alvarenga. O los encabalgamientos de delirio de D’León: "Ella, / la de mi odio blando / contra el oído suyo. La / del signo encorvado e insoluble" ("Del zen al tsé-tsé"). O la poesía visual de Téllez ("Grandes conquistadores"). O la hermosísima letanía de Clará en "Sara": "Sara los sitios del alma / Sara ojos que el tiempo duerme / Sara madre hijo uno". La gramática, para los cobardes.

Pocas veces una antología alcanza un equilibrio perfecto entre voces personalísimas y coherencia generacional. ésta es una de esas veces. ¿Cansado de exhibiciones de egolatría lírica? ¿Desencantado con la poesía de la era Photoshop? Lea Trilces trópicos: se reconciliará con la vida.