Image: Kapuscinski. Poesía completa

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Poesía

Kapuscinski. Poesía completa

Yszard Kapuscinski

21 febrero, 2008 01:00

Foto: Eloy Alonso

Trad. Abel A. Murcia. Ed. bilingöe. Bartleby Ed. Madrid, 2008. 233 páginas, 17 euros.

Fue Ryszard Kapuscinski (Pinsk, 1932-Varsovia, 2007) uno de los autores que más resonancia pública ha tenido en nuestro tiempo no por su poesía, sino precisamente por un género literario que no siempre se ejerce con la lucidez y popularidad que él lo ejerció: el periodismo. Ha sido esta popularidad la que le llevó a ser uno de los maestros mundiales en este género y a tener reconocimientos, como el muy reciente que se le concedió en Oviedo, en el año 2003, el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Más recientemente, la universidad Ramón Llull le concedió un doctorado honoris causa. Tampoco debemos olvidar la buena acogida que han tenido entre nosotros algunos libros de este autor, entre los que destacan El emperador (1978), El Sha o la desmesura del poder(1987), Imperio (1993), ébano (1998), o Desde áfrica (2001). Esto por hablar sólo de resonancias que ha tenido entre nosotros.

Nos parece ahora que sólo su muerte ha sacado a la luz con relieve su obra de poeta, aunque ya sabíamos de esta faceta suya. Kapuscinski escribió poesía desde su adolescencia, aunque la editó tardíamente, y nos produce la sensación de que en todo momento la mantuvo sometida a su experiencia viajera y a su intensa labor de periodista. Así, su libro Bloc de notas aparecerá en 1986, a los 54 años, y Leyes naturales en 2006, sólo un año antes de su muerte. Los frutos fueron tardíos, pero seguramente el resultado de una secreta decantación en el tiempo que nos confirma lo que de él se dijo al publicarse la edición italiana de sus poemas en 2004: "Profesión: reportero. Vocación: poeta". Es decir, el género aparentemente secundario o menor latía en él, en todo momento, con fuerza y había otro Kapuscinski que era fiel a otra palabra que deseaba ser más duradera y honda que la del periodismo: la de la poesía.

Aparece ahora entre nosotros esta edición que no sólo es importante porque reúne toda su poesía sino porque estamos ante la recopilación más completa que de este autor se ha hecho, superior también a la polaca. Incluso siete poemas inéditos cierran el volumen. Bien está que el traductor de los poemas haya resaltado en su prólogo esa significación honda que para este periodista polaco poseía la poesía y no sólo al recordársenos la "vocación", que no profesión, de su vida, sino por medio de una serie de opiniones que avalan la dignidad y exigencia con la que Kapuscinski la abordó. Veamos algunas de ellas: "Escribir poesía es una extraña y valiosa sensación", "Escribir poemas permite tocar la lengua viva y explorar sus límites", escribir poesía es "entrar en otro lenguaje, en otra forma de ver, en otra atmósfera, en otro tipo de conocimiento, de concentración" y, sobre todo, "Uno escribe poemas porque hay cosas que no se pueden decir de otra manera. La poesía es el único camino".

Estos juicios avalan no sólo una exigencia creadora sino una fe en un género que él ejerció con rigor y en soledad. De ello son reflejo sus poemas, que a veces, sí, poseen el carácter fragmentario de las páginas del Diario de un viajero, de fijación de impresiones que el acelerado periodismo no puede proporcionar, pero que en otras ocasiones responden a una aspiración mucho más ambiciosa y grave. Así sucede en poemas más dilatados, como "Sueño" o "El yogui Ramamurti", en los que, de golpe, con un lenguaje claro y directo, nos pone de relieve los problemas esenciales del ser: sobre todo la miseria tantas veces negadora de la condición humana o la brutalidad ineludible de la muerte.

Nadie mejor que él sabía de qué mundo provenimos o en cuál nos desenvolvemos entre tensiones, cómo o por qué bulle o se aniquila el planeta. Por eso, la respuesta sólo puede hallarse en esa síntesis secreta que otorga la palabra poética, en el poema que revela preguntas y respuestas a veces con los fogonazos de un místico, como cuando tiene un recuerdo para el "vuelo" ("elevarse", lo llama él) de nuestra Teresa de ávila. En ocasiones, el poema es breve, se torna reflejo de la simple y rauda contemplación, del ensueño en caminos y prados de la naturaleza, pero lo prioritario es que dé respuestas cortantes al mundo cruel que el reportero tan bien conoce. Un poema como "Dios mira calla" es el ejemplo: en él vuelve a dar radical respuesta, acaso la única, a ese mundo de los viajes agotadores, de "las partidas más difíciles" o de los "juegos sangrientos", con un solo grito a la Divinidad: "¡Ten piedad de nosotros!"