Agustín Fernández Mallo y Carla Simón. Foto: Iván Giménez/Glòria Solsona

Agustín Fernández Mallo y Carla Simón. Foto: Iván Giménez/Glòria Solsona

Jardines colgantes

¿Está la vida en los libros?

Agarrarse a la familia en estos momentos es un refugio. La cuestión es que hay que tener ojos en la cara. ¿Ven casposos a nuestros escritores? ¿Morirán los intelectuales con TikTok? En medio, como siempre, la autoficción

27 febrero, 2023 01:29

“¿Dónde está la vida?”, se pregunta Pilar Adón, en conversación con Winston Manrique Sabogal (VMagazine). “Podría decir –se responde la escritora– que está en los libros (...), pero luego pienso: ¿Y la vida… la vida con mi familia, con mis amigos, salir a la calle más allá de la habitación donde estoy todo el día escribiendo…? ¿Eso dónde queda? (...) Tengo la sensación de que conozco mejor a mis personajes o a los personajes de las novelas que he leído que a mucha gente real que conozco”.

La familia es un asunto cada vez más frecuente en libros y películas. A Carla Simón le “sorprende que se haya calificado Alcarràs como una película conservadora porque pone acento en la familia”. “Me parece una opinión un poco vieja –dice la directora a Ramón Ayala (SModa)–. La época de mis padres era un momento donde se necesitaba romper con la familia. Era un valor conservador, pero hoy yo veo que es más bien un refugio, un sitio importante al que, tal y como van las cosas, está bien agarrarse”.

El escritor madrileño afincado en Argentina Andrés Barba asegura tajante: “Quien diga que es más interesante lo que se está haciendo en España frente a lo que se está haciendo en Latinoamérica es que no tiene ojos en la cara”. “Los escritores latinoamericanos –aclara a Fran G. Matute (Cuadernos Hispanoamericanos)– son más frescos y más atrevidos que los escritores españoles. Aquí [en Argentina] no se toma demasiado en serio a los escritores españoles (...) Son vistos en términos generales como poco sofisticados, en el fondo un pelín casposos”.

Carla Simón: “La familia era un valor conservador, pero hoy yo veo que es más bien un refugio”

¿Será por el abuso de la autoficción? El autor de El último día de la vida anterior sostiene que “todos sentimos cada vez más pereza a la hora de leer ficción, de ahí que se haya instaurado una especie de falsa literatura documental o falsamente autobiográfica. Este tipo de narrativas del yo diría incluso que se encuentra ya también en proceso de extinción. Nos encontramos así en un lugar extraño con respecto a la ficción, pues también se considera obsoleta”.

Quien cree “ciegamente en la ficción” es el novelista Juan Manuel Gil. Reconoce a Javier López Iglesias (hoyesarte.com) que es “consciente del riesgo de los mundos paralelos”, pero que asume “encantado que la mezcla de realidad y ficción se convierta en literatura”. En cambio, Ignacio Martínez de Pisón confiesa a Xavi Ayén (La Vanguardia) que su “imaginación es limitada y necesito alimentarme con historias reales”.

La vigencia de los intelectuales en nuestro tiempo es objeto de permanente debate. David Jiménez Torres, autor de La palabra ambigua. Los intelectuales en España (1889–2019), cuenta a Guzmán Urrero (The Objective) que “llevamos diciendo como mínimo desde los años 50 que los intelectuales están en decadencia”, por lo que “animaría a tener cierto escepticismo ante esta idea de que el intelectual murió con el siglo XX o que morirá con TikTok”.

Agustín Fernández Mallo: “La opinión pública hoy se basa en las sensaciones”

La escritora y periodista Marta Robles, por su parte, opina que “la intelectualidad mueve mucho más el mundo y el corazón que el populismo, que mueve los instintos más básicos”. Y explica a Javier Velasco Oliaga (Todo Literatura;) que si leyéramos más, seríamos más empáticos y comprenderíamos mejor al otro, tanto en lo político, como en la religión o en lo que fuere”.

Tal vez tenga razón Agustín Fernández Mallo cuando le declara a Jesús García Calero (ABC) que “la opinión pública hoy se basa en las sensaciones”. “Que alguien tenga una sensación, pues el mero hecho de tenerla parece que ya es un argumento de autoridad –proclama el autor de La forma de la multitud–, es lo más anticientífico, lo más antirracional que hay”.

P. S. “Estamos en un tiempo de ortodoxias, de lo correcto, lo que hay que pensar, lo que es oportuno decir”, explica el filósofo y ensayista Norbert Bilbeny a Ana Rosa Gómez Rosal (Jot Down). “Eso de estar en ‘lo correcto’ parece que vuelve, que ya ha vuelto, no sé si para quedarse (…) En principio, soy partidario de la corrección política a la hora de hablar para no herir ni discriminar, para no ser injusto o falto de equidad, pero hay algunas formas de corrección que ya nos saturan, que hasta te impiden hablar de algún modo. Tienes que ir con mucho tiento”.

Jeanne Dielman (Delphine Seyrig), en un momento de la película

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