Cuando el Sr. Rubiales confesaba no saber lo que pasaba, admitía no saber lo que estaba pasando. Y lo que está pasando es que el día 20 de agosto de 2023 la historia de la igualdad entre hombres y mujeres avanzaba en la dirección del sentido de la Historia. La Historia progresa con grandes sucesos, grandes cataclismos o pequeños acontecimientos. El "Me Too" fue un impulso que empezó a cambiar las relaciones laborales, las formas de entender las relaciones personales y la visión de un mundo donde el género no puede emplearse como excusa para fomentar discriminaciones. El triunfo de la selección femenina de España, en un mundial de fútbol, es otro de esos acontecimientos que cambiará muchas cosas. Un equipo de mujeres jóvenes triunfaba en un deporte tradicionalmente reservado a los hombres. Hubo que ver el partido para situarse más allá del espectáculo, más allá de los tópicos. Hubo que ver la asistencia de público a los estadios o los millones de gentes pegados a los televisores para entender que estaba sucediendo algo transformador.
Hubo que ver cómo jugaban, cómo realizaban, unas tras otras, combinaciones, avances, retrocesos tácticos, buscando las formas más imaginativas de hacer goles. Parecía una vuelta a los tiempos primeros en los que se inventó este deporte. Aún no habían aparecido los tramposos, las entradas violentas para cazar al adversario; aún no era un ingente negocio en el que el dinero se movía a espuertas entre equipos, directivos, jugadores, representantes, golfos, arribistas, clubes, estructuras burocráticas, empresas, sociedades de inversión. Se practicaba un juego limpio, esforzado, competitivo. Se jugaba por jugar y, a ser posible, ganar. Lo que contaba era el corazón, la inteligencia, la habilidad, las condiciones físicas, que se imponían sobre las tácticas y las estrategias, diseñadas en pizarras o en programas de ordenador. En Australia, al otro lado de la vieja Europa, España afianzaba su compromiso por un mundo distinto.
La selección femenina de futbol española ganaba una competición frente a la selección inglesa. Lo de menos era quién ganaba o perdía, lo que interesaba era ver su juego y entender que tampoco en este deporte pueden existir diferencias. Unas mujeres jóvenes, de distintas procedencias territoriales, manifestaban su apuesta por la igualdad entre mujeres y hombres. Muchos pensaron que no es lo mismo el futbol femenino que el masculino. El masculino es más de contacto, más violento. Esa visión restrictiva se derrumbó por el huracán que unas mujeres desencadenaban. La percepción de una realidad diferente no es otra cosa que las barreras mentales que nosotros mismos nos creamos o los prejuicios atávicos que las civilizaciones han construido para tratar como desiguales a quienes son iguales.
Unas mujeres, hoy famosas, dentro de unos años anónimas, empujan a la Historia para consolidar la igualdad de géneros. Se han derrumbado, con su triunfo, los antiguos discursos, las discriminatorias diferencias que separan a unos seres humanos de otros, ya sea por sexo, color de piel o cualquier otra distinción, inventada para ejercer el dominio de unos sobre otros. El domingo, 20 de agosto, del año 2023, se reforzaba el sentido de la Historia. Pero esta hazaña brillante requiere un colofón. Un colofón inquietante. Un discurso zafio, grosero, mafioso y retador ha descubierto a un conjunto de hombres posicionados contra un presente que no aceptan. Ha mostrado la soberbia de la ignorancia y una masculinidad tóxica, enfrentada al sentido de la Historia. Lo que no deja de ser preocupante en un país en el que los impulsos reaccionarios promueven una "noche polar de oscuridad dura y helada", que ya anunció Weber ante la aparición del nazismo. Quieren parar el progreso que supone la abolición de las desigualdades históricas. Apostemos por su derrota.