Vino como César, entre hojas de laurel coronado. Tal y como Cayo Julio, veni, vidi, vici. El público había llenado el auditorio del Circo Romano media hora antes de que comenzara el acto. Sus seguidores nos dirigíamos a él como las cuentas de un rosario inacabado, desde la Venta hasta la Vega. Íbamos a una de las reliquias, a una de las joyas que esta ciudad guarda en el silencio del paso del tiempo. El Circo Romano, explicó Posteguillo, era el más grande de Hispania, pues medía cuatrocientos veintidós metros. Chica ciudad tendría que ser ya entonces, veintidós siglos atrás. Hasta allí llegó Santiago, sin caballo ni cuádriga, sólo con las sienes plateadas de tanta lectura. El público, entregado. Doscientas personas de pie y cuatrocientas sentadas. Hay esperanza. Si la gente un sábado noche acude para escuchar a un señor que escribe libros de mil páginas sobre la perversión del poder desde el inicio de los tiempos, es que se está dando cuenta de la tramoya y los trucos que nos están haciendo delante de nuestras narices. Pedro, lee a Posteguillo, que Bruto está en camino.

Guárdate de los idus de marzo es otra expresión que viene desde entonces. El general que cambió el mundo y lo hizo más amable. Conquistó la Galia, asentó el poder en Hispania, contuvo a los lusitanos y se quedó a las puertas de Oriente porque el puñal acabó con su vida. No había otra forma de pararlo. "Un político que cumple su programa electoral", dijo con sorna el autor. Lanzó varias diatribas fenomenales sobre la situación actual. La amnistía que procuró Pompeyo a los seguidores de Sertorio a cambio de pasarse a su bando de manera definitiva, "no para que volvieran a él"; la posibilidad de César de presentarse a unas elecciones in absentia, renunciando a su triunfo en Roma… El éxito de Posteguillo es que divulga lo que sabe con respeto al lector y el oyente, no lo toma por tonto y le cuenta la trastienda del poder. Meterse en las cabezas de Cicerón, Sila, Mario, César o Dolabela debe ser un ejercicio fascinante, que demuestra que Roma está más viva que nunca y la filología también. ¿Para qué sirve el latín? Para entender el mundo, niño.

De toda su charla me quedo con algo que aprendí hace muy poco. El liderazgo es la asunción de la pérdida. Sólo alcanza la condición quien desde el ejemplo es capaz de exponer su propia vida a la embestida del toro. Vimos a muchos políticos en la cita. Tomarían nota de lo que contaba. El consejero de Fomento, Nacho Hernando, prefirió quedarse de pie entre el público y no sentarse. Como César, decidió permanecer en la Subura. Hay que leer, escuchar y pensar. Y luego votar cuando se nos pida opinión, sabiendo que la treta y el truco ya funcionaban entre optimates y populares. Siete veces cónsul Cayo Mario; cinco, Julio César… Posteguillo, toda una vida. Espero tener horas para calzarme la obra entera. Santiago se quedó en Roma, pero es que el mundo es romano y crece en su vientre. Ha demostrado que puede hacerse buena literatura con la Historia para el gran público. Hace cinco años estuvo en Toledo, entre las paredes de la antigua casa de Paco de Lucía. Los genios se inspiran siempre con el mismo espíritu. Ahora, a esperar la tercera parte de César. Enhorabuena a Charly y Chany, que hicieron pareja artística a su lado. Posteguillo… Recuerda que eres mortal.