¿Por qué elegimos a nuestra pareja? ¿Estamos en una relación estable o patológica?
No es una cuestión azarosa, ¡no! No deberían racionalizarse los motivos por los que empezar con alguien o por los que seguir estando con ese alguien. El principal argumento debería ser la química, el feeling y, a partir de ahí, construir y mejorar eso de lo que ya partimos. Pero son muy pocas las parejas que se encuentran así, sintiendo y lanzándose a aprovechar la aventura que la vida te ha puesto ahí delante, con más de medio camino hecho. El pronóstico de durabilidad y satisfacción en estas parejas es muy, muy alto. Luego, en el resto, ¿qué factores influyen en nuestra decisión, en la preferencia del tipo de persona que elegimos o aceptamos como posible pareja? Pues son muchísimos y varios a la vez en una misma persona:
Educación y aprendizaje. Hay bastantes probabilidades de que nos fijemos en alguien parecido en personalidad a uno de nuestros padres, al que lleva el peso en la educación, del que obtenemos los refuerzos y del que esperamos un reconocimiento. Alguien parecido sobre el que sentimos, acertada o equivocadamente, que nos da seguridad. Alguien con los valores inculcados... Como siempre, la educación, lo que hemos vivido de pequeños, es eternamente determinante en un montón de aspectos de nuestra vida, tanto emocional como conductual.
La autoestima. Si nuestra autoestima es baja buscaremos y necesitaremos a alguien que nos haga sentir más. Si nuestra autoestima, lo que más valoramos, se basa en la inteligencia, buscaremos o nos atraerá más, inconscientemente, una persona en la que predomine su inteligencia, tenga o no tenga un físico magnífico, ya que para nosotros, la inteligencia es una prioridad sobre otras características, capacidades y defectos. Esta es una trampa de la autoestima que nos pasará factura en la pareja, en el trabajo, con los amigos…
Tipo de personalidad. La que tenemos se ha construido en base a factores genéticos y de aprendizaje. Si somos inseguros y ansiosos, tenderemos a preferir a una persona que nos complemente, que nos dirija, que tome decisiones... y con el peligro de caer en una dependencia emocional o en una relación tóxica. Las personas seguras, sin embargo, tienden a preferir también personas seguras, más parecidas a uno mismo.
La edad. Pues sí, pienso que hay una edad mejor que otra para decidir con quién estar. No son las mismas las razones por las que iniciamos una relación de pareja con 18 años que con 45, por ejemplo. Y lo mismo ocurre cuando se plantea la separación después de muchos años de convivencia, cuando no ha existido ninguna razón explícita de peso como para separarse, y es porque existe el replanteamiento años después de ¿qué hago yo con esta persona?, "he estado aquí por costumbre, por miedo", pero se dan cuenta de que han pasado los años y no les une o les une poco al otro. Aparece la sensación de que la vida pasa y deberían retomarse aspectos de peso como la convivencia con otra persona, la que nos llene y nos guste. Y esta es la razón por la que muchas parejas, después de aproximadamente unos 20 años de convivencia, se separan. Casi siempre hay un estímulo disparador para ese replanteamiento de vida y de pareja: o algo grave que te haga despertar del letargo (enfermedad, situación como la pandémica de ahora, u otra persona que te da la chispa y te hace sentir vivo…).
Con 20 años no preferimos ni nos atrae lo mismo que con 50, y nos mantenemos en una relación de esas que empezó "años a", en las que no vemos mucho futuro. ¿Por qué? La edad también juega malas pasadas, tanto para iniciar una nueva relación como para mantenerse en la que estamos y que no nos satisface, como he dicho antes. Miedo a la soledad,"necesidad" de sentirse querido, costumbre, sentimiento de culpa, el qué dirán, el estatus social, el aspecto económico, la dependencia emocional y el sentimiento de protección o abandono del otro… Estar con alguien debería tener como razón los sentimientos, lo que sentimos con el otro, no las necesidades ni carencias afectivas y miedos, que lo que harán será patologizar la relación, con el consiguiente malestar sobre todo en uno de los miembros de la pareja.
Uno comienza con alguien porque les gusta a sus padres, porque se deja llevar y se acostumbra pero sin demasiada ilusión, porque los amigos tienen pareja y solo falto yo. Uy, infinidad de razones absurdas o no pero que determinan el resto de nuestras vidas a ese nivel tan importante como es formar una familia, convivir…
Y ya que estamos en la relación, ¿la nuestra es sana o patológica? ¿Qué sí ocurre y sentimos cuando la pareja con la que estamos es la persona de nuestra vida, afortunadamente?
Tenemos ganas de verle, de contarle, de achucharle, de compartir cosas con él, de expresarle nuestro amor con palabras o en forma de cuidados, LE ADMIRAMOS (esto me parece importantísimo), nos preocupamos por cómo se siente psicológicamente, hablamos, le apoyamos en la toma de decisiones... PERO SIEMPRE TODO ESTO MANTENIENDO, ADEMÁS, UNA INDEPENDENCIA PERSONAL (momentos de soledad, de silencio, de practicar alguna actividad con amigos o solo, de aislarse mental o físicamente cuando te apetezca sin que eso signifique menos amor por el otro, NO).
¿Y SI ESTAMOS EN UNA RELACIÓN PATOLÓGICA Y NO NOS HEMOS DADO CUENTA?
Es difícil no darse cuenta porque "el cuerpo habla en forma de malestar físico o psicológico", aunque es fácil no ser consciente de que la razón es la relación en la que estamos metidos y que mantenemos de forma paradójica a lo que desearíamos. Hacemos cosas por y para el otro que en realidad nos producen malestar y el otro tiene comportamientos que también nos hacen sentir mal. Vemos lo mal que nos sentimos, pero no sabemos cómo salir de ahí sin sentirnos culpables, o cómo salir de ahí por miedo a las reacciones del otro, o cómo salir de ahí porque no nos planteamos un futuro cierto fuera. Y, lo peor, no salir de ahí por la maldita dependencia emocional.
Conductas y sentimientos típicos cuando tu relación no es en la que deberías estar:
Se evita estar con el otro por el malestar que nos produce, no se comparten actividades gratificantes, hay poco sexo y no es de calidad, la comunicación en general es cero, existen constantes críticas y te sientes juzgado, tienes la sensación y lo has pensado varias veces, que deberías irte, pero ¿no puedes?. Y, si quieres, ¿por qué no lo haces? No existe respeto, la confianza es cero y te crea inestabilidad su inmadurez, no le anticipas en lo que va a hacer o decir (no le conoces porque él en sí mismo es patológico).
Hay tanto que decir sobre el malestar en pareja, del porqué y, sobre todo, ¿para qué? En la pareja no hay que sufrir, ni hacer sacrificios, ni demostrar amor en forma de nada, no hay que pensar lo que vas a decir antes de hablar por miedo; tienes que ser espontáneo, tienes que tener ilusión, te sientes aún más con esa persona, pero no gracias a ella.
En fin, deberíamos hacer un examen y un repaso emocional de vez en cuando y plantearnos que algo tan importante como compartir la VIDA (solo una) con alguien no es ninguna cosa trivial. Estar bien o menos bien minuto a minuto cada vez que estamos con ella, con la pareja, significa una emoción de la leche o la desgana y la ansiedad permanente. Significa, en resumen, una vida u otra totalmente distinta dependiendo de con quién la compartamos.
Todo puede ser maravilloso todavía si es la pareja de tu vida (date por afortunado) o todo puede ser distinto, ahora que lo ves, porque aún estás a tiempo para salir de ahí y EMPEZAR a experimentar eso que siempre pensante que ya llegaría, que ya cambiaría y que a estas alturas de tu vida aún no ha llegado y sigues deseando. ¡Eso existe!
Ana María Ángel Esteban es una psicóloga y sexóloga con consulta en Toledo.