La guerra de los 40 años de Page y lo de Sánchez Butragueño con Toledo no tiene nombre
Es un máquina nuestro Emiliano García-Page. Lo mismo vale para un roto que para un descosido y todo lleva su intención. Un día le atiza al amado líder Pedro Sánchez como si no hubiera un mañana, muy en su papel de gallito del PSOE, y al día siguiente se echa unas risas con Isabel Díaz Ayuso o Juanma Moreno Bonilla, un suponer. Un tipo transversal, que dicen los cursis, o sea, de mayorías absolutas. Este miércoles el buen rollo de Page se ha trasladado hasta Valencia y allí asistimos al milagro del idilio con el presidente autonómico, Carlos Mazón, todo sea por una buena causa: la eliminación de fronteras sanitarias entre Castilla-La Mancha y la Comunidad Valenciana. Eso bien vale el esfuerzo del viaje y la paella.
O sea, que todos tan felices, menos Paco Núñez, se entiende, que andará el hombre un poco receloso de estos apretones entre baronías de uno y otro signo. Claro que Page y Mazón tienen una seria confrontación con el trasvase Tajo-Segura, que es un asunto de enorme gravedad, pero las diferencias tal vez no sean tan insalvables y exista margen para el entendimiento. Todo es ponerse y dialogar a fondo. Ya veremos: lo primero será empezar por eliminar los postureos de uno y otro lado y tomarse la cosa muy en serio. Mucho más, quiero decir, que ya hemos dejado de ser adolescentes. Esta guerra del agua, que se prolonga ya cuarenta años o más, no se ha resuelto todavía porque deja mucho rédito político y es una fuente de populismo y votos, de manera que la batalla seguirá mientras los guerrilleros no sean de otra manera.
Ellos sabrán. Hasta el infinito y más allá: esperemos que no tengamos otros cuarenta por delante, como se teme el propio Núñez señalando a Page por no haber conseguido parar el trasvase después de pasarse toda la vida en la Junta. O sea, que el Tajo es paciente y vivirá toda la eternidad, aunque nos conviene prestarle algo más de atención y darle vidilla más allá del encefalograma plano ambiental en el que está sumido, tan tristemente decadente. Es el río de nuestra vida, el río que nos lleva, y nos provoca gran melancolía verlo siempre monitorizado en la sala de urgencias de nuestra España dividida. El Gobierno de Sánchez tiene la pelota en su tejado y debe poner orden en el desconcierto y hacerlo con memoria, con justicia, con rigor y con sentido del Estado. He dicho.
Total, que hablo del Tajo y me acuerdo del gran Eduardo Sánchez Butragueño, ese excelente toledano que si no existiera habría que inventarlo. Lleva a Toledo en el corazón y en la memoria, y al río Tajo en las penas del alma, y con todo ello ha hecho una bandera que es maravillosa: la de querer tanto a su ciudad y hacer todo lo posible para que los demás también la quieran. Un tipo genial: lo suyo no tiene nombre. Su última movida me ha parecido emocionante: el sexto libro de su extraordinario blog “Toledo Olvidado” va a ser una increíble realidad gracias a cientos de mecenas que están contribuyendo con sus aportaciones. Piano, piano. Para mí es un precioso misterio y un milagro entender que todo lo que toca Sánchez Butragueño termina siendo un éxito y una lección de toledanismo, mágica declaración de amor incondicional por esa ciudad tan bonita y emblemática que es Toledo. Eduardo, te queremos.
Y cambio de tercio para terminar. Magnífica tarde el otro día en la Sala Capitular del Ayuntamiento de Toledo, con el alcalde, Carlos Velázquez, a la cabeza. Era la presentación del cartel taurino del Corpus, que es excepcional: Morante de la Puebla, Roca Rey y Tomás Rufo, una terna de lujo para una de las fechas más señaladas en el calendario de festejos de Castilla-La Mancha. Al ministro de la cosa Ernest Urtasun le hubiera gustado mucho ver la sala tan abarrotada: prohíbe y lo prohibido vencerá. Roca Rey recibió su homenaje y todo el mundo se fue tan felizmente contento, sobre todo el alcalde que, de la mano de la tauromaquia, va a por todas para conseguir que Toledo sea capital europea de la cultura en 2031. A por ello.