Corría plácidamente el 2005 y mi yo científico de entonces se focalizaba en el estudio de las defensas en el contexto de las enfermedades infecciosas.
Sin embargo, un experimento no del todo bien planificado, la analogía con un ballet clásico y otras casualidades me llevaron a explorar nuevos derroteros, en especial uno con nombre escalofriante: la metástasis.
Con pocas dudas, la metástasis se podría definir como la sombra letal del cáncer, el enigma que convierte una enfermedad localizada en un adversario despiadado y omnipresente.
Responsable de más del 90% de las muertes por cáncer, su mecanismo ha sido objeto de estudio durante décadas, pero aún encierra misterios que la ciencia apenas empieza a desentrañar.
Durante mucho tiempo, teorías como la de la "Semilla y el Suelo" de Stephen Paget o la transición epitelio-mesénquima han dominado el discurso. Mas, una idea que había permanecido en los límites del conocimiento científico —la misma que me asaltó aquel 2005— está cobrando renovada relevancia.
Te hablo de la fusión celular como motor de la diseminación tumoral.
En una revisión publicada en Frontiers in Immunology, escrita por la doctora Laura Hurtado-Navarro y un servidor, retomamos esta idea con una perspectiva contemporánea.
La teoría propone que la fusión entre células madre cancerosas y células inmunitarias –—particularmente macrófagos— puede originar unos híbridos que denominamos THC, siguiendo el acrónimo en inglés de tumor hybrid cell, o incluso, trojan horse cell, en clara referencia al mito del Caballo de Troya.
Según un número importante de experimentos —realizados por varios investigadores—, las THCs tienen una capacidad metastásica excepcional. Estas células desafían la visión tradicional de la metástasis y abren nuevas posibilidades terapéuticas.
La evidencia es convincente.
En diversos tipos de cáncer, se han identificado células híbridas con marcadores tanto de tumor como de macrófagos, sugiriendo que la fusión celular ocurre e incluso otorga ventajas biológicas significativas. Entre ellas: una movilidad incrementada que facilita la migración a otros órganos, una capacidad superior para evadir el sistema inmunológico al incorporar rasgos propios de los macrófagos y una resistencia terapéutica que desafía los tratamientos convencionales.
A diferencia de la acumulación de mutaciones, que requiere muchas divisiones celulares para conferir nuevas propiedades a una célula tumoral, la fusión celular permite una transformación inmediata.
Esta dinámica podría explicar la rapidez con la que algunos tumores evolucionan, su extraordinaria capacidad para adaptarse a distintos entornos y su inusitada resistencia a la quimioterapia y radioterapia.
Uno de los hallazgos más reveladores proviene de estudios en pacientes sometidos a trasplantes de médula ósea. En ciertos casos, se han identificado células tumorales con material genético tanto del donante como del receptor, lo que sugiere que las células inmunitarias del injerto pueden fusionarse con células tumorales, confiriéndoles nuevas propiedades metastásicas.
Además, en pacientes con cáncer de pulmón, melanoma, mama y colorrectal se han detectado células híbridas circulando en la sangre, reforzando la teoría de que la fusión celular desempeña un papel fundamental en la diseminación del cáncer.
Si la fusión celular es un mecanismo clave en la progresión de los tumores, bloquear este proceso podría ofrecer una vía terapéutica inexplorada.
Entre las estrategias propuestas, sobresalen tres enfoques clave: la inhibición de proteínas fusogénicas, cuyo bloqueo podría impedir la formación de células híbridas y frenar la progresión tumoral; la interrupción de los mecanismos de supervivencia de las THCs, explotando sus vulnerabilidades metabólicas y su capacidad de evasión inmunitaria; y el uso de biopsias líquidas para la detección temprana de estas células en el torrente sanguíneo, una innovación que podría transformar el diagnóstico de la metástasis.
De cualquier manera y, a pesar de estos avances, persisten interrogantes fundamentales. La detección y seguimiento de las células híbridas en tejidos y en circulación es un reto debido a su escasa abundancia y su semejanza con las células parentales.
Por otra parte, es esencial determinar en qué momento del desarrollo tumoral emerge la fusión celular como un mecanismo predominante y si su aparición es un evento temprano o una adaptación tardía.
Como parte de la esencia de ser científico, el cuestionamiento de las bases es un motor esencial. Cada día me pregunto: ¿es la fusión celular un factor determinante en la metástasis?
La creciente evidencia apunta en esa dirección. Si su papel en la progresión tumoral se confirma, podría transformar por completo nuestra comprensión del cáncer metastásico y dar paso a nuevas estrategias terapéuticas.
Es muy probable que nos encontramos en un punto de inflexión en la investigación oncológica. En ciencia, nunca sabemos cómo y dónde comienza las revoluciones que producen los más alucinantes saltos. Ojalá estemos cerca de uno de ellos.