Pedro Schwartz es el discípulo aventajado de sus maestros Karl Popper y Friedrich Hayek.

Pedro Schwartz es el discípulo aventajado de sus maestros Karl Popper y Friedrich Hayek. Rodrigo Mínguez

Política ENTREVISTA

Pedro Schwartz: "Todos esos señores alquilando señoras... ¿Cómo aguanta eso el PSOE?"

"El Estado ha crecido en España hasta hacerse incontrolable. Hay que recortarlo y transformarlo".

"Mucha gente se está haciendo monárquica porque la Corona representa hoy la parte no política de la vida".

"Creo que Feijóo no tiene una convicción liberal profunda".

"Crecí en la Viena ocupada por Hitler. Escuché cómo mi padre le contaba a mi madre que un alto cargo nazi le había explicado la solución final. Yo era un niño, pero eso no se olvida jamás".

Carlos Subirá
Publicada

–¡El fotógrafo ha desaparecido! 

–Disculpe, ¿cómo dice? 

–¡El fotógrafo! ¡Que no está! 

–¿Ha mirado si faltan el Sorolla y el Madrazo?

Doña Ana, la mujer de nuestro entrevistado, interrumpe la conversación porque el fotógrafo, efectivamente, ha desaparecido. Cuando ha terminado de tomar los retratos, se ha marchado sin decir adiós. Sigilosamente. Y como esta casa es más para hacer un atraco que una entrevista, nos hemos asustado.

Esta casa, la casa de Pedro Schwartz (Madrid, 1935), es como uno de esos salones centroeuropeos de las novelas del siglo XIX. El tono rosa pálido, un escenario con un piano de cola, las lámparas de araña colgando del techo, algunas esculturas… Y don Pedro, en medio de esta habitación que parece haber encapsulado los años de la belle époque. Por cierto, el piano, este piano negro maravilloso, era el piano de Popper.

Es Pedro Schwartz, según Vargas Llosa, el único liberal integral en España. Liberal en lo económico y en lo social. Acaba de publicar sus memorias –dialogadas con Francisco Cabrillo y Thomas Baumert– con el título de "Las cicatrices de la libertad" (Deusto, 2025).

–¿Seguro que es liberal en lo social también?

–Pregunten ustedes.

–¿Matrimonio homosexual? ¿Legalización de la marihuana?

–Que cada uno fume lo que quiera; y yo no me meto en la cama de nadie. 

–¡Por Dios, Pedro! ¡Qué cosas dices! ¡En qué cama te vas a meter tú ahora! –le dice Ana, su esposa, dama de hierro que recaudaba fondos para Thatcher cuando vivían en Londres.

Don Pedro es hijo de un diplomático y de una “miss República” de 1931. También quiso ser diplomático, pero por su antifranquismo militante le dejaron sin la oposición que había aprobado. Creció en la Viena de Hitler.

Habla tropecientos idiomas, lee y escribe en tropecientos idiomas. Estaba suscrito a Le Monde con quince años, se empapaba de las aventuras de Salgari en italiano. Se formó en la London School of Economics con Popper y Hayek como maestros. Así se fue convirtiendo en nuestro lince ibérico, en nuestro liberal verdadero. En el maestro de liberales.

De la mano de Joaquín Garrigues, en la Transición, lanzó un proyecto para una España liberal; iban bien encaminados, pero la leucemia mató a Garrigues. Luego entró en política de la mano de Fraga, pero salió escaldado. En la izquierda no hay liberales y la derecha está llena de “falsos liberales”.

Es sin duda, Pedro Schwartz, uno de los economistas españoles que más ha aportado a la Academia en el último medio siglo. Han querido conocerlo presidentes de otros países. Desde Berlusconi hasta George W. Bush.

“¿Saben? Berlusconi me invitó a su casa y me enseñó el sitio donde hacía el bunga bunga”. Es normal que don Pedro acabara montando en España los primeros “clubes liberales”. 

Estamos aquí por culpa de los franceses. Lleva usted la sangre de los invasores.  

Sí. Desciendo de un joven teniente francés que vino a invadir España. Lo cogieron preso en la batalla de Bailén. De ahí lo llevaron a Cádiz, pero no obedecía. Debía de ser muy poco disciplinado. Entonces, lo desterraron a las Canarias. Allí se quedó y tuvo la descendencia. Fuimos llegando nosotros. 

Da la sensación de que el invasor era un poco crapulilla, ¿no?

Sí. Por lo que hemos sabido, no aguantaba que le dieran órdenes.

Le absuelve llevar la sangre de uno de nuestros mejores poetas, León Felipe.

Era mi tío abuelo, hermano de mi abuela materna. Mis hermanos y yo lo hemos leído mucho. Es, sin duda, uno de nuestros grandes poetas. ¿Saben? Uno de mis hijos se llama “León Felipe”.

Al estar él en el exilio de México, ¿pudo conocerlo? 

No, no pude. Lo que sí hice fue visitar uno a uno los pueblos de España donde trabajó como farmacéutico. Por lo que contaban en casa, debía de ser un hombre muy desprendido de lo material. Regalaba sus pantalones y sus chaquetas.

Estuvo a punto de regresar del exilio cuando comenzaron a hacerlo otros republicanos, todavía en tiempo de Franco, pero al parecer sus amigos más cercanos en México lo disuadieron.

Usted creció en el ojo sangriento del siglo XX: el Tercer Reich. ¿Qué recuerda de la Viena nazi? Es el mejor lugar para educar a un liberal.

Nombraron a mi padre cónsul en la Viena ocupada y nos mandaron allí a mí y a mis hermanos. Yo ya tenía seis años; por eso tengo recuerdos muy nítidos. Algunos de los bancos del parque donde jugábamos tenían marcada a fuego la estrella de David. Ahí no nos podíamos sentar. Teníamos prohibido hablar con los judíos, darles limosna…

Nunca olvidaré a dos ancianas con la estrella cosida al pecho, barriendo la nieve de las calles con una escoba en medio de aquel frío. También recuerdo perfectamente lo que nos pasó un día en la catedral de San Esteban. Íbamos allí a misa porque estaba muy cerca del consulado.

¿Qué pasó?

Las juventudes hitlerianas interrumpieron la misa gritando blasfemias. Tuvimos que salir corriendo. Los nazis eran muy paganos, aunque es curioso: Hitler nunca quiso romper formalmente con la iglesia católica. Llegaron a esbozar su propia religión.

¿Sigue teniendo usted un buen lanzamiento de granada? Creo que esa era la Educación Física que practicaban en el colegio alemán. 

Teníamos un cuaderno especial donde pegábamos recortes de periódicos. Coloqué en la portada al general Rommel, “el zorro del desierto”. Era un ídolo para los alemanes, pero Hitler acabó obligándole a que se suicidara porque creyó que estuvo implicado en el complot para asesinarle.

En gimnasia, efectivamente, nos colocaban ante una pared cubierta de cuero y lanzábamos contra ella bombas de mano falsas. Nos enseñaron a hacerlo y nos encantaba. Los austriacos estaban entusiasmados con la anexión a Alemania.

Si le preguntamos por aquella frase que le dijo su padre a su madre tras reunirse con un alto cargo alemán, ¿es capaz de recrear la escena con exactitud? 

Perfectamente. Mi padre llegó a casa después de haberse reunido con un alto cargo alemán. Yo estaba delante cuando le contó a mi madre: “Me ha dicho que, mañana, la cuestión judía habrá quedado resuelta en Viena”. Esas cosas se te quedan grabadas para siempre. Porque, además, así ocurrió.

A lo largo de mi vida, he escuchado a algunas personas decir que aquello no pasó, que el Holocausto fue un invento de la propaganda aliada. Les contestaba con estos recuerdos que les estoy contando ahora.

La historia de su padre es parecida a la de Ángel Sanz Briz, “el ángel de Budapest”.

Sanz Briz hizo una labor más importante que la de mi padre porque estuvo mucho más tiempo en territorio ocupado. Pero sí, al fin y al cabo, lo que hacían era falsificar visados para ayudar a escapar a los judíos. Mi padre se agarraba a un decreto de finales del reinado de Alfonso XIII, que otorgaba la nacionalidad española a los sefardíes. Ya estaba caducado entonces, pero los alemanes no lo sabían.

El temor de mi padre era que, al inventar los números de los visados, alguno acabara repitiéndose y los alemanes se dieran cuenta. Recuerdo que una señora judía me interceptó y me dio unas joyas para que se las diese a mi padre. Quería ayuda a cambio de las joyas. Tenía miedo porque era judía askenazi y no sefardí. Pensaba que mi padre no le iba a ayudar. 

Pero le ayudó. 

Mi padre se enfadó mucho conmigo. Me obligó a buscar a la señora para devolverle inmediatamente las joyas. Me pidió que le dijera que, por supuesto, se le iba a ayudar. Y le ayudó.

Es una cuestión peliaguda, de difícil análisis. Porque muestra a un Franco muy germanófilo en aquellos años que ayudaba a los judíos por la puerta de atrás. Jugó a cierto equilibrismo, ¿no? A veces los ayudaba y a veces no.

Se cuenta que Franco solía celebrar que Isabel la Católica ya resolvió el problema judío en España. Consideraba que, después de aquello, la poca presencia de judíos en nuestro país ya no era un problema. Es cierto que permitió que se ayudara a algunos y así se lo reconocieron en Estados Unidos. No sé exactamente cuál era su idea sobre el tema.

Su padre, mussoliniano y germanófilo por el apoyo de las potencias totalitarias a España en la guerra, se vacunó de aquellos regímenes en Viena. Cuando vio lo que vio, abjuró de ellos para siempre. 

Es que, en el periodo de entreguerras, había mucha simpatía hacia Mussolini en Europa. Incluso se le tenía como un dique de contención frente al expansionismo alemán. Mi padre era monárquico de convicción y por amistad. Conoció en Suiza a la familia real y luego volvió a coincidir con ella en Portugal.

Digamos que su franquismo era relativo. Y, claro, ver aquello en Viena le mostró ciertas cosas que… Eso de salir corriendo de una iglesia ante las blasfemias de los alemanes le impactó mucho.

"Cuando era niño, en Viena, teníamos prohibido hablar con los judíos"

Dice Vargas Llosa que es usted uno de los pocos liberales integrales que existe en España, pero antes de llegar ahí tenemos que hablar de su época de revolucionario. No es usted muy parecido a los antifranquistas del Gobierno.

El Gobierno se ha apuntado al antifranquismo cincuenta años después de la muerte de Franco. Esto de revivir a Franco para ser antifranquista hoy me parece ridículo. No sé cómo no hay todavía más gente que lo considere así. 

Me hice demócrata en Inglaterra, donde me envió mi padre para que aprendiera el inglés. Vi cómo era la vida allí, la sociedad libre y… me hice demócrata. Yo no diría revolucionario… [se parte de risa].

Habiendo estado en una lista negra de Falange, habiendo sido excluido por “rojo” de la oposición a diplomático, habiéndose encaramado a la verja del Ministerio de Educación… Con ese currículum, Moncloa le habrá llamado para participar en alguno de los cien actos por la efeméride del dictador.

No creo que me llamen y no creo que aceptara en ese caso. Lo de que me quitaran la oposición después de tanto tiempo estudiando… Es algo muy grave para un joven, ¿eh? Me cambió la vida de repente. Luego intenté, por mero simbolismo, que los gobiernos democráticos me reconocieran la oposición sin necesidad de entrar en la carrera, pero me daban largas. 

Quizá ahora, con las políticas de restitución de la Memoria Democrática, Sánchez se lo restablezca.

Primero que se restablezca él [se parte de risa]. Oiga, ya que mencionan a Sánchez… Eso que hizo con la tesis fue intolerable. ¡No es que la copiara, es que se la escribió otro! Para quienes pertenecemos a la Academia, es algo gravísimo. La tesis de Sánchez es un retrato de Sánchez.

Sánchez es economista, como usted. 

Ah, ¿sí? ¿Sánchez es economista?

¿Quiere aprovechar para darle una receta sobre el sistema de pensiones y otra sobre el mercado de la vivienda?

El sistema de pensiones, tal y como está concebido hoy, no es sostenible. Debería estar basado en el ahorro de las personas. Un sistema de reparto no es sostenible desde el punto de vista de la financiación. Lo van recortando poco a poco porque no se atreven a cambiar de sistema. 

En el caso de la vivienda, es sencillo. Lo que está ocurriendo es fruto del control de los precios. Acaba suponiendo una reducción de la oferta de pisos; y la oferta reducida con una gran demanda… sube todavía más los precios. Miren, les contaré algo.

Adelante.

En los ochenta, siendo yo diputado en el Congreso, el ministro Boyer, del PSOE, aprobó una especie de liberalización del mercado de la vivienda. Entonces, crucé el hemiciclo y fui a darle un abrazo y la enhorabuena. ¡No sabe cómo se pusieron los de mi partido!

Habrá visto el último acuerdo de Sánchez con Puigdemont sobre inmigración donde se define como extranjeros a los españoles que no hablan catalán.

Una de las ventajas de la inmigración es la mezcla cultural: la capacidad de vivir con gente distinta, de costumbres distintas. Además, en Cataluña, una tierra que ha estado a la vanguardia del emprendimiento y la inventiva gracias a la inmigración. Hemos pasado del boom latinoamericano de los escritores a esta especie de limpieza étnica.

Pedro Schwartz, en el salón de su casa, el día de la entrevista.

Pedro Schwartz, en el salón de su casa, el día de la entrevista. Rodrigo Mínguez

Usted sí corrió delante de los grises, pero sus colegas, para tomarle el pelo, dicen que cuesta imaginarle corriendo a alguna parte. ¿Es incompatible la academia con el deporte democrático? 

Son muy maliciosos. ¡Yo jugaba al fútbol en el colegio! Mal, pero jugaba.

Le salvó de la cárcel la elección del Papa Juan XXIII.

Sí. Cuando elegían a un Papa, Franco daba indultos. Me libré de una pena de dos años y medio. No está mal, ¿eh?

¿El Papa de hoy qué le parece? No sé si cae muy bien a los liberales.

No les gusta con razón. Pobre, está enfermo. Lo digo sin ironía. Le deseo lo mejor y que se recupere de su enfermedad pulmonar. Pero a mí no me gusta su visión del mundo; creo que es una visión de la sociedad muy peronista. Es un tema interesante. La opinión económica de los católicos es un debate de larga tradición. Los hay muy dispuestos a la libertad económica y los hay muy dispuestos al intervencionsimo.

"Hay católicos muy dispuestos a la libertad económica y otros muy dispuestos al intervencionismo. Es un debate muy antiguo"

¿Y usted? ¿Qué tal ha conciliado el liberalismo con el catolicismo?

Como me dijo una vez un político español muy importante… “Con las dudas debidas”. He estudiado mucho la Escuela de Salamanca, aquellos economistas católicos de los siglos XVI y XVII. Tuvieron mucha dificultad para lograr que la Iglesia permitiera a los católicos cobrar el tipo de interés. Podían hacerlo los judíos e incluso los musulmanes, pero no los católicos. Sólo con el paso del tiempo, ya en el siglo XVII, la Iglesia dio esa libertad. 

El régimen de Franco de aquellos años no tenía intelectualidad, dice usted en sus memorias. Lo argumenta explicando que los universitarios estaban huérfanos de maestros. Y lo ilustra con el entierro de Ortega y Gasset. ¿Cómo fue aquel entierro?

Espontáneamente, un montón de gente se reunió frente a su domicilio. Ortega, digamos, era el único intelectual al que leíamos con devoción. Y era injusto, porque estaban las obras de Unamuno y de otros. Pero Ortega estaba vivo, estaba en Madrid, y nos seducía con esa filosofía tan bien escrita, repleta de brillantes metáforas. Su muerte fue como un trueno para todos los jóvenes que estábamos allí; todos críticos con el sistema.

Usted llegó al antifranquismo por el camino de la monarquía, no por el del comunismo o el socialismo. Tuvo cierta amistad con Juan Carlos I de chaval, ¿verdad? 

Sí, tuve desde niño cierta relación con él. Poco a poco vi que la monarquía que planteaba primero don Juan y luego don Juan Carlos no era incompatible con el liberalismo. Mi hermano, además, se acabó haciendo muy amigo suyo y eso hizo que mi relación con el Rey se estrechara.

¿Cómo describiría a Juan Carlos I?

Como alguien necesario… e imprudente. Ay, demonios, en qué líos se ha metido… Imprudente por eso; necesario, porque trajo la democracia.

¿Le ve un futuro largo a la Corona española? 

Es curioso. Veo gente hoy que no era nada monárquica y que se ha hecho monárquica. Quizá, en estos tiempos, se vea con mucha más nitidez que la Corona es el arco de nuestra democracia. Hay otra prueba que no falla: quienes apuestan hoy por derribar la monarquía tienen veleidades antidemocráticas. Soy optimista, creo que sí tiene futuro.

La clave es el PSOE, ¿no? Mientras el Partido Socialista esté en el consenso de defender a la Corona, no hay república posible. 

Una vez me contaron que Felipe González, cuando gobernaba, decía sobre don Juan Carlos: “Al rubio no me lo toquéis”. Sabía que la democracia que presidía había sido posible gracias a él. La monarquía no es de derechas, la monarquía no tiene por qué ser de derechas. La monarquía no es política.

Defiende la monarquía con una idea interesante: “El Rey representa la parte no política de la vida, que es la más importante en una sociedad libre”.

Es que eso es muy importante porque, cuando todo es política, la sociedad se convierte en algo inaguantable.

En abstracto, ¿la monarquía no debería ser incompatible con el liberalismo? Es una jefatura del Estado decidida por un accidente sexual. 

No es relevante porque, como les decía, se trata de una cuestión que, en lo ideal, no debe ser política. Nosotros, todos, también somos genética.

"Cuando todo es política, la sociedad se convierte en algo inaguantable"

Y un buen día se hizo usted liberal. Hablan de usted sus amigos como un liberal puro, como una especie de lince ibérico, porque en España apenas existen. Los hay liberales en lo económico pero muy conservadores en lo social; y al revés. ¿Por qué sucede esto? 

El liberalismo integral es algo así como… “Déjeme ser lo que yo quiera, deje que el país transcurra por los caminos intermedios, deje que las cuestiones no se diriman siempre a vida o muerte”.

Usted entró en política integrando su pequeño partido, “Unión Liberal”, en una coalición liderada por Fraga. Lo de “liberal-conservador”, ¿no es un oxímoron? ¿Realmente cree que funciona? 

Si hablamos de ser conservador de la propiedad privada, de ser conservador de las empresas y sus beneficios; en definitiva, de conservar los derechos fundamentales para que impere la libertad… Ahí sí serían términos compatibles. Estoy de acuerdo con ustedes en que suena un poco raro

Dice que las ideas liberales son menos “intuitivas” que las socialdemócratas y que, por eso, no terminan de tener éxito. ¿Piensa como decía Hayek que en la derecha también mandan los socialistas? 

Hay una tendencia histórica según la cual mucha gente no ve las consecuencias inesperadas de determinadas instituciones y políticas que se dicen “sociales” y que al final lo que hacen es limitar el sistema capitalista. Eso pone en peligro las creencias liberales. Por ejemplo, el salario mínimo discrimina a quienes están fuera del mercado, especialmente a los jóvenes. 

Mucha gente piensa que los liberales somos unos salvajes y que queremos fastidiar a los pobres, obligándoles a trabajar mucho más. No se trata de eso, ¡nada de eso! Simplemente, hemos estudiado las consecuencias ocultas de determinadas medidas. 

El actual control en la legislación laboral y el sistema de pensiones son dos buenos ejemplos. También el control de precios en el mercado de la vivienda. Sobre el papel, se hace con vocación social, pero luego… ahí están las consecuencias.

Una vez organizó usted una conferencia de Hayek en Salamanca y se dejó a Hayek en Madrid. Eso no es muy liberal, profesor Schwartz.

¡Es que se durmió! Nos fuimos sin él. Llegamos a Salamanca para la conferencia de Hayek... y Hayek no estaba. Mandamos un coche para que lo recogiera.

Schwartz, sentado al piano de su maestro Karl Popper.

Schwartz, sentado al piano de su maestro Karl Popper. Rodrigo Mínguez

Suele cargar contra “los falsos liberales” de los partidos políticos. Dice que son muy perniciosos. ¿Cómo se les detecta?

Por sus ideas políticas, muchas veces impuestas. Esa idea de considerar que el capitalismo es malo y que hay que dominarlo porque es muy peligroso para los pobres. Miren, en 1975, la ONU cifró la pobreza en el 44% de la población mundial. Ahora es del 8,2%. No parece que este sistema del libre mercado haya sido muy pernicioso.

¿Hay muchos falsos liberales en el PP de hoy?

En el PP hay de todo.

¿Feijóo es liberal?

Creo que no tiene una convicción liberal profunda. Aunque es sólo una percepción, nunca he hablado con él. Mi concepción general, pese a eso, es buena y espero que, si un día llega a la presidencia, haga un buen trabajo.

¿Ha habido algún líder liberal en la derecha española?

Me atrevería a hablar de Aznar. Tomó unas medidas muy duras, muy liberales, para que España entrara en el euro. Creo que sí confía de verdad en la libertad económica. 

Pero es, en todo caso, un liberal mixto; un conservador en lo social.

Bueno, quizá tengan razón. ¡Es que no todo el mundo puede ser como yo! [se parte de risa].

¿Con Joaquín Garrigues existió la posibilidad de un liberalismo de verdad en España? ¿Por qué era tan particular ese hombre y por qué fue tan importante su pérdida?

Antes se me ha olvidado apuntar que otro factor fundamental del liberalismo es la ironía, la capacidad de hacer bromas y chanzas ante las situaciones delicadas. Eso, Joaquín lo hacía maravillosamente. Representaba a la perfección ese intento del liberalismo de vivir civilizadamente y estar dispuesto a que los demás sean de otra manera.

Cuente alguna anécdota divertida.

Rodríguez Sahagún era el ministro de Defensa. En aquellos años, llevaba el pelo muy corto y lo tenía muy hirsuto. Al acabar un consejo de ministros de bastante tensión, delante de todos, Joaquín le dijo: “Ministro, ¿me das el teléfono de tu peluquero?”.

Y un día, estando yo en su despacho de ministro de Obras Públicas, había una manifestación fuera terrible. Gritaban… “Garrigues, chorizo, ponnos un piso”. Llamó al ministro Cavero y le dijo: “Mira lo que te van a hacer a ti también”. Y sacaba el auricular del teléfono por la ventana. Se partía de risa. Tenía ambición. Creo que habría sido un gran presidente del Gobierno, pero la leucemia se lo llevó.

Participaba con él en los “clubes liberales”. Me reconocerá que Ábalos, Koldo y compañía han hecho mucho más por esos clubes que usted.

Lo que está pasando ahora en el Partido Socialista es terrible. Todos esos señores alquilando señoras… ¿Cómo lo aguanta el PSOE?

Schwartz, con un cuadro de Sorolla al fondo.

Schwartz, con un cuadro de Sorolla al fondo. Rodrigo Mínguez

Cuando visitó a Berlusconi en su mansión y él le explicó el lugar donde practicaba el “bunga-bunga”, ¿estaba haciendo acopio de documentación para los clubes liberales?

Berlusconi fue una esperanza, parecía que iba a hacer cosas para cambiar Italia en un sentido liberal. Me invitó a su casa porque yo tenía mucha amistad con un ministro suyo. Estuvo muy simpático; es que era muy simpático. “¡Aquí es donde hacemos el bunga bunga!” [él lo imita diciéndolo en italiano porque habla un italiano sensacional]. Pero luego no hizo nada por Italia, lo único que hacía era perseguir señoras. Dijo Berlusconi: “¡La gente critica que no hago nada! ¡Miren mi agenda!”. La mostró y los periodistas sólo vieron nombres de señoritas.

Antes le hemos preguntado por el liberalismo en relación al PP. ¿Vox es liberal?

Vox no es muy liberal, sobre todo en el tono. Ellos quieren reducir el Estado y recortar los gastos inútiles. En ese sentido, tienen mi simpatía. Porque el Estado ha crecido hasta un punto que es incontrolable. Por eso me gusta lo que está haciendo Milei. Sé que tiene una vida personal rara, pero…

Trump hacía campaña diciendo que defendía el mercado, pero ha resultado ser un proteccionista. Y lo peor no han sido los aranceles. Luego llegó la humillación a Zelenski y la relegación de Europa. ¿Qué opinión tiene del presidente de los Estados Unidos?

Tengo una opinión horrible de Trump. Los aranceles atacan directamente al corazón de la libertad económica. Y ya saben que es una de mis convicciones más profundas. Luego está su actitud con Putin, que me parece intolerable. Cuando han llegado ustedes a casa, estaba leyendo un informe sobre las cosas que está haciendo Rusia en los territorios ocupados. ¡Es un tipo que ha asesinado a sus adversarios electorales! No entiendo el amor a Putin de estos partidos.

Aznar llamó a estos partidos –la Afd, Le Pen, Orbán, Trump, Vox– la “prostitución” del conservadurismo. ¿Lo comparte? ¿A qué se refiere?

Sí, lo comparto. Es un problema con consecuencias, además, en España. La opinión de Vox sobre Trump y Putin es un problema a la hora de pactar para echar a Sánchez. 

Escribió un proyecto de “desregulación y privatizaciones” al estilo Milei cuando colaboró con Fraga en los ochenta. Una especie de motosierra a la española. ¿Cómo actualizaría hoy ese proyecto? ¿Qué haría si le pusieran la varita mágica de Elon Musk en la mano? 

España debe afrontar una reforma profunda. Lo primero, privatizando todas las empresas, justo lo contrario de lo que está haciendo el Gobierno controlando hasta Telefónica. Después, una reforma del sistema educativo, para que fuera mucho más libre. 

Otro interrogante: ¿qué pasa en las elecciones sindicales? ¿Por qué están guiadas a favorecer a dos sindicatos concretos? Ahí hay mucha menos libertad de la que parece. Por último, debe reducirse el tamaño del Estado en general. ¿Saben lo que propuse y sigo proponiendo hoy? 

Diga.

Recortar un 10% los gastos de los Presupuestos cada año. Pase lo que pase. Pero, claro, ahora ni siquiera se aprueban los Presupuestos.

Las cicatrices de la libertad son las memorias dialogadas de Pedro Schwartz (Deusto, 2025).

"Las cicatrices de la libertad" son las memorias dialogadas de Pedro Schwartz (Deusto, 2025). Rodrigo Mínguez

“La tradición antiliberal española… no sé si nos la quitaremos alguna vez”. No es muy optimista. ¿Por qué cree tan arraigada esa tradición?

Creo que la religión católica ha tenido mucho que ver.

¿Le llamó alguna vez la atención ese mundo de las drogas tan explorado por un liberal como Escohotado? Fue el otro gran liberal español. 

Estaba siempre con eso de atravesar nuevas fronteras a través de las drogas… Yo nunca he querido explorar ese mundo. Pienso que bastante tenemos ya en el cerebro como para meterle más cosas.

Dice que una de las peores cosas que ha hecho en la vida fue entrar en política, pese a que Popper y Hayek intentaron disuadirlo. ¿Por qué? 

Porque la política acaba suponiendo el abandono de la ciencia y de las ideas. La política tiene sus propias reglas: las cuchilladas y la obligación de defender cosas en las que uno no piensa. Yo me fui porque los míos [Fraga a la cabeza] pidieron la abstención en el referéndum sobre la OTAN. ¡Con todo lo que necesitábamos estar en la OTAN! Y lo pidieron así con tal de debilitar a González. Creo que mi voto a favor sentó hasta peor que el abrazo a Boyer. 

Después de tantos idiomas aprendidos, de tantos libros leídos, de tantos países visitados, de tantos seres humanos conocidos, ¿qué es lo más importante que ha aprendido? 

“Uy, yo me voy” [dice Ana, su mujer, que estaba en la habitación]. No, no, quédate. Creo que lo más importante que he aprendido ha sido el prestar atención a la vida privada, a la familia, a lo que sucede en casa. Quienes estamos en la vida pública nos solemos olvidar de eso. Puede ser un gran error, a veces irreparable. 

A veces, usted fantasea con la existencia de la ataraxia de Epicuro: un lugar donde habitan las ideas que todavía nadie ha pensado. ¿Y si eso es la vida después de la muerte?

Sí, es verdad que la ataraxia es un tema que siempre me ha interesado… Les diré algo para terminar: sé lo que valgo, sé lo que he hecho y lo que no he hecho. Eso, a estas alturas, es importante. Agradezco los homenajes, pero mis aportaciones son pequeñas. Eso no quiere decir que no esté satisfecho. Estoy muy contento. Pero he tenido la fortuna de vivir rodeado de genios: Hayek, Popper, Robbins… Eso te ayuda a situarte.