Iván Espinosa de los Monteros posa ante los fotógrafos en el Congreso de los Diputados, en agosto de 2023, al anunciar su salida de la dirección de Vox.

Iván Espinosa de los Monteros posa ante los fotógrafos en el Congreso de los Diputados, en agosto de 2023, al anunciar su salida de la dirección de Vox. Europa Press

Política PP-VOX

Espinosa de los Monteros y la guerra oculta en la derecha: el PP sueña con ficharlo mientras Vox intenta acabar con él

El exportavoz de Vox está escribiendo un libro que inquieta a los de Abascal e intriga al PP. También prepara el lanzamiento de un 'think tank', que nacerá en primavera.

Más información: Escrache en la Complutense: 500 encapuchados revientan una charla de Espinosa al grito de "fuera fascistas".

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Es una especie de psicosis. Siguen cada entrevista, cada tuit, cada aparición en la tele, cada conferencia. Intentan enterarse de con quién cena; quién va a financiar su think tank. Y es, al cabo, una psicosis compartida. Sucede en Vox y en el PP.

Con una diferencia: los de Feijóo lo viven con algo más de tranquilidad porque su fichaje es tan sólo un sueño, una aspiración hoy imposible; los de Abascal lo afrontan con pánico porque un ataque furibundo en público de su exportavoz puede suponer un agujero en la tubería electoral. Es el extraño caso de Iván Espinosa de los Monteros

Concede pocas entrevistas y no polemiza sobre la espuma de los días; es decir: sobre las guerras partidistas. Tampoco subraya las discrepancias ideológicas con sus excompañeros, cada vez más graves desde que Abascal abrazó a los satélites de PutinOrbán, Le Pen y compañía– en lugar de a Meloni. Insiste en elaborar un proyecto para "ilusionar a España". Y en ese proyecto hay ideas genuinas que enervan a su antiguo partido e interesan a Génova.

Conserva el carné de Vox y no lo va a romper. Es una manera de desafiar sin palabras gruesas a quienes, desde dentro, están intentando desactivarlo. Y con el PP, más allá de la buena relación personal, no hay camino posible porque Espinosa considera a Feijóo un socialdemócrata.

Su plan –es lo poco que llega a reconocer en público– consiste en ayudar a tender puentes entre Feijóo y Abascal, pero ya ha descartado esa misión por el nulo contacto que tiene con el aparato de sus excompañeros. Entonces, la situación es rocambolesca: más en común con el programa de Vox, pero más en común con las personas del PP. ¿Cómo se resuelve esa ecuación?

Libro y 'think tank'

Esta historia que contamos es fruto de hilar las últimas cosas que ha dicho Espinosa; y también de unas cuantas llamadas con dirigentes del PP y con purgados de Vox. De puertas hacia afuera, el aparato voxeador –también apuntamos su versión– niega cualquier miedo, niega cualquier ataque.

Es difícil descifrar qué quiere Espinosa realmente. Guarda silencio sobre las siglas. Sin embargo, algo está claro: desde que dimitió como portavoz de Vox "por razones personales" no ha querido dejar la política. La afronta desde otro lado: la sociedad civil. Quien hace eso quiere jugar un papel en el próximo ciclo electoral. No esconde su ambición de contribuir a un proyecto –veremos desde dónde– que tumbe a Sánchez

Espinosa de los Monteros es –a ojos de las cúpulas de PP y Vox– un vector que puede determinar "mucho voto en la derecha".

Distintos dirigentes del Partido Popular consultados por este periódico reconocen fuera de micro querer ficharlo para abrir una fuga de votos en Vox camino del PP. Y en Vox, basta con mantener dos o tres conversaciones para darse cuenta de la mezcla de inquina y temor con que se mira al exportavoz. El propio Espinosa contó el otro día a VozPópuli que le han abierto un expediente en Vox para intentar vincularlo a un conflicto de intereses urbanístico.

Hay un dato evidente que esconde el iceberg que vamos a intentar mostrar. A tenor de lo contrastado por este diario, el contacto entre Espinosa de los Monteros y la dirección del PP es relativamente frecuente. El contacto entre Espinosa de los Monteros y la dirección de Vox… es absolutamente inexistente desde hace dieciocho meses, cuando se fue.

Espinosa está dosificando sus apariciones. Guarda dos cartuchos. Ha firmado con una editorial importante para publicar un libro a medio camino entre lo memorialístico y la propuesta política; y lanzará su think tank en primavera. Dos acontecimientos que están en el radar de Génova y de Bambú. No parece que ese think tank vaya a convertirse en partido. En esta política tan líquida, sería mucho esfuerzo para un resultado muy lento.

Hoy, pese a la buena relación personal que une a Espinosa con la dirección popular, el fichaje es imposible. Por una razón: a Espinosa no le parece votable un PP que quiere contemporizar con la izquierda no sanchista. Es un obstáculo difícilmente salvable, ya que Feijóo es así por talante. Votante de Felipe González en los ochenta, el jefe de la oposición sueña con una España a la alemana, una España de gran coalición que traiga moderación y conjure los nacionalismos.

Espinosa no quiere saber nada de eso. Cree que las reformas que España requiere no pueden impulsarse en ningún caso de la mano de la izquierda, sea sanchista o no. La dinámica del "muro" instalada por Sánchez podría allanar el terreno en caso de que Feijóo soltara esas amarras. Y ese futuro es, en España, ilegible. Porque las dinámicas cambian cada semana y el contexto internacional está influyendo de manera impredecible.

La metamorfosis

Sí ayudaría a ese utópico fichaje una cuestión de formas. Ahí sí, Espinosa es más institucional, más similar a la política que quiere Feijóo. La contundencia no es antónima de la cordialidad. Espinosa rehúye el insulto, la camisa apretada y la vena hinchada en el cuello.

Cómo ha cambiado Vox en tan poco tiempo. Iván Espinosa de los Monteros y su mujer, Rocío Monasterio, se aparecieron ante la opinión pública como los rostros que aunaban la facción más conservadora de Vox. Sobre todo en el aspecto social. Hoy, con la gran purga de por medio, Espinosa abandera el ala liberal del partido –utilizamos este adjetivo circunscrito a lo económico–.

El 8 de agosto de 2023, Espinosa de los Monteros dio una rueda de prensa en el Congreso para despedirse. No indicó, como contábamos, motivos tangibles. Parecía hablar de una especie de desgaste personal. Y era cierto. Hoy, sigue sin aclarar públicamente las razones de ese desgaste.

Hemos preguntado a otros exiliados de este partido. Por una extraña razón, quienes se marchan lo hacen criticando decisiones estratégicas –ese es el siguiente capítulo– pero omiten el verdadero fondo de su decisión: el núcleo de poder no está en el partido, sino en la consultora de Kiko Méndez-Monasterio y Gabriel Ariza, el hijo de Julio, fundador de Intereconomía.

Sostienen que, poco a poco, contemplaron cómo el poder de Méndez-Monasterio opacaba todos los demás. Méndez-Monasterio, el buen escritor, el autor de los discursos del jefe, el negociador de los Presupuestos, el negociador de todo. Un tipo muy hábil, al corriente de las novedades internacionales, fundamental en el tejido de las relaciones geoestratégicas de Vox.

"Dentro de la revolución, todo. Fuera de la revolución, nada", decían los castristas. Dentro de Tizona –la consultora–, todo. Fuera de ella, nada. Esa es a grandes rasgos la tesis de los exiliados de Vox, que en un principio no fue una divergencia ideológica sino de forma.

Consideraban que el partido al que se habían afiliado para cambiar las cosas ya era un elemento más de la partitocracia. "No quieren conseguir el poder y cambiar las cosas, quieren tener siempre treinta o cuarenta escaños y mantener su forma de vida", repiten unos y otros. Por no hablar de la financiación húngara. Un banco de Orbán, el amigo de Putin, es de donde sale el dinero que mantiene vivo a Vox.

El mejor termómetro para medir los cambios que han ido operando en Vox es la primera fila de sus escaños en el Congreso. Los que estaban al lado de Abascal –era el caso de Espinosa– o no están o los han colgado del gallinero, donde no se les ve.

Iván Espinosa, por mucho que le han preguntado, no ha querido entrar a comentar los problemas internos de Vox. Suele contestar apelando a la unidad de PP y Vox para derrotar a Sánchez en las urnas. Explica que "ese es el único camino" y que, cualquier cosa que lo obstaculice, redundará en resucitar las posibilidades de perpetuarse del actual presidente del Gobierno.

Esa idea, de la que luego cuelga la propuesta reformista, es la que, según los sondeos que se manejan en distintos ámbitos, lo convierte en un activo electoral interesante. Es una derecha contundente, con propuestas duras en inmigración y reducción del Estado. Dos factores que han estado en el éxito electoral, por ejemplo, de Giorgia Meloni, la líder europea que más admira Espinosa.

El escrache de la Complutense

La única reacción de Espinosa a los líos de Vox es el retuiteo de mensajes de apoyo a los últimos caídos, por ejemplo al general Rosety, que se despidió de Vox llamando "limpiabotas de Trump" a Abascal. Es la misma línea de respuesta a las salidas de Juan García-Gallardo o de Víctor Sánchez del Real.

Un acontecimiento explica por encima de todos el antagonismo Vox-Espinosa. Hace unas semanas, el exportavoz acudió a la Complutense para dar una conferencia invitado por una asociación estudiantil. Lo recibieron los escrachadores de siempre. Presionaron y violentaron los pasillos hasta que lograron la suspensión.

El suceso provocó la solidaridad de casi toda la cúpula del PP, pero ninguna por parte de Vox. Es más: algunas cuentas de redes sociales vinculadas al partido dibujaron el acoso como un "montaje" urdido entre Espinosa… ¡y el PP!

En el Partido Popular, llegan a asegurar que Vox ha entorpecido negociaciones presupuestarias por un supuesto apoyo de Génova a Espinosa de los Monteros. Un extremo que, como es lógico, niegan en la formación de Abascal.

El vuelco de Trump

En ese contexto, regresó Trump a la Casa Blanca, lo que en un principio no provocó disensiones ideológicas entre Vox y Espinosa. Sí se había abierto un abismo con el abandono de Abascal a Meloni y su abrazo a los ultras euroescépticos.

Pero la postura de Trump sobre Ucrania, llamando "dictador" a Zelenski, humillándolo en el Despacho Oval, legitimando a Putin sin llamar "invasión" a la guerra, eludiendo la soberanía nacional de los invadidos, apoyando los aranceles que pueden afectar a esos agricultores a los que Abascal y Espinosa visitaban en campaña… Todo ese conglomerado sitúa los postulados de Espinosa en una rayana incompatibilidad con Vox.

Aquí, en cambio, sí hay un acercamiento con el PP. Feijóo ya ha avalado a Meloni como una líder de derechas europeísta a secas. Y sus palabras sobre Trump del otro día podría sostenerlas también el exportavoz de Vox.

Este es sólo un estado de la cuestión. Es pronto para elucubrar, pero hay una realidad incontestable: el PP va a hacer todo lo que esté en su mano para acercarse la figura de Espinosa de cara a las próximas elecciones, bien sea en un intento de fichaje o con acciones de tipo civil. Mientras tanto, Espinosa no tiene prisa. Verá qué PP es el que se presenta y decidirá.