Los trucos del Ejército de Franco para sobrevivir a un ataque nuclear: "Nunca mires arriba"
El Alto Estado Mayor editó en 1959 una cartilla donde indicaba cómo actuar y defenderse de los efectos de una bomba atómica.
18 junio, 2024 08:32"¿Qué harías tú ante un ataque preventivo de la URSS?", se preguntaba de forma retórica en 1983 Polansky y El Ardor, autor punk de la movida madrileña, en una de sus canciones. Probablemente desconocía que en 1959 el Alto Estado Mayor de la España de Franco había publicado la Cartilla para la Defensa y Protección Atómicas, donde reunieron toda una serie de consejos y recomendaciones prácticas muy útiles para civiles y militares.
Lo ideal, según la cartilla repleta de simpáticas ilustraciones caricaturizadas, sería que la noticia del ataque atómico diera tiempo suficiente para poder para cerrar la llave del gas, cortar la luz, conseguir una linterna eléctrica (nada de velas o luces con llamas) y buscar un refugio seguro en sótanos, estaciones de Metro o cubrirse bajo mesas o sillas. ¿Y si no es posible? A la desesperada y si se está a cierta distancia de la explosión, otra medida pasaba por tumbarse bocabajo y, sobre todo, "no mires nunca hacia arriba".
"Para evitar la temporal ceguera por el resplandor de la explosión, nunca te pongas a mirar hacia ella. Cuando te eches sobre el suelo o la tierra, continúa protegiendo tu cara entre los brazos por lo menos noventa segundos después de la explosión para evitar la caída de cristales u otros objetos sobre los ojos", se explicaba en la cartilla, cuyo propósito fue proporcionar información rudimentaria pero básica a la tropa sobre cómo actuar en caso de una guerra nuclear.
En la actualidad, con la guerra en Ucrania, el recrudecimiento del conflicto israelí-palestino y la creciente tensión en aguas del Pacífico entre China y Taiwán, las armas nucleares nunca han desempeñado un papel "tan destacado" en la diplomacia desde el final de la Guerra Fría y la caída de la URSS en 1991, según alerta el último informe anual del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo.
Pasado más de medio siglo desde que se editó la Cartilla, muchos de estos consejos, pensados para "armas nominales" de 20 kilotones (una potencia similar a 20.000 toneladas de trilita), es probable que hayan quedado desfasados. Si las bombas que pulverizaron Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, que acabaron con 200.000 civiles carbonizados o envenenados por la radiación gamma, tenían una potencia de entre 12 y 16 kilotones, palidecen ante los 475 kilotones que se estima para las ojivas W88 que tiene el Ejército de EEUU a día de hoy.
"Constrúyete un refugio"
Una gran parte de los consejos del Ejército de Franco, que en la década de los 60 comenzó a planear hacerse con armamento nuclear, versaban sobre la prevención: almacenar comida, hacer caso a las autoridades... Pero hay alguno un poco más complicado de seguir que el resto, sobre todo para la población urbana. "Constrúyete un refugio (...), la mejor protección es un refugio con un techo de un metro de tierra aproximadamente, aunque sea una trinchera solamente así cubierta". Este metro de tierra debería retener gran parte de la radiación de una detonación nuclear, pero no toda. Tal como reconoce la cartilla: "Cualquier protección es menos que ninguna"
De una forma u otra, las recomendaciones del Alto Estado Mayor se desvelan más interesantes una vez sucede la explosión. En caso de sobrevivir a la enorme bola de fuego que alcanza la temperatura del sol, "nunca tengas prisa después de una bomba", apunta el documento. Tras la primera explosión pueden venir otras, producto de fugas de gas o de un segundo ataque y además, cuanto más tiempo transcurra, más disipada estaría la radiación en el ambiente.
Ante este peligro invisible y mortal transportado por el viento y la lluvia, aconsejaban, bajo ningún caso, consumir agua o comida que haya estado expuesta a la radiación ni entrar en contacto con animales 'ensuciados'. "Protege tu ganado: si te comunican que la lluvia puede caer en la zona en que vives, recoge el ganado y ponlo a cubierto. Impide que pasten en terreno contaminado o tomar piensos que puedan haberlo sido". Horas después del bombardeo de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, una lluvia negra cubrió la región: era agua mezclada con las cenizas radiactivas de personas, hogares y construcciones de la ciudad.
Con un aséptico tono marcial, el documento reconoció que "el enemigo", sin señalar a ningún país en concreto, podría plantear lanzar ataques radiológicos especialmente contaminantes sobre plantas industriales, ciudades o extensas zonas de cultivo. Por lo tanto, para entrar en una de estas zonas afectadas hacen hincapié en que es indispensable el uso de máscaras antigás, aunque un pañuelo tapando la boca puede salvar el apuro.
No hables de más
¿Y si con el paso de las horas surgen necesidades fisiológicas? "Hacer las necesidades antes de ponerse el equipo especial de protección. No orinar o ir a las letrinas antes de limpiarse bien las manos, cuando estas puedan estar contaminadas", explicaba el Ejército.
En cuanto a la descontaminación, afirmaron que lo mejor, qué duda cabe, es acudir a equipos especializados, pero también ofrecieron soluciones de emergencia como quitarse toda la ropa, colgarla de una rama y, con la máscara puesta, golpearla con una vara para sacudir la mayor parte del polvo radioactivo. Tras esta rudimentaria medida, señalaron que es imprescindible darse un baño con agua limpia y jabón, vestirse de nuevo y buscar con urgencia un puesto de descontaminación.
El documento militar, que en cuanto a consejos técnicos y datos de distancias y radios de explosiones está desfasado, mencionaba de forma velada el caos y la anarquía de un holocausto nuclear. "Nunca extiendas rumores. Por un sencillo rumor acaso empiece un pánico que te pudiera costar la vida", aconsejaron. Tras esta inquietante advertencia, señalaron que lo mejor es seguir las instrucciones de las autoridades, comprobar la radiación exterior y no menos importante: ser generosos.
La pequeña cartilla apuntaba que posiblemente surgiese la necesidad de contar con voluntarios para buscar heridos. Por ello, el Alto Estado Mayor concluía en su volante haciendo énfasis en la importancia de colaborar en todo momento. Siempre que fuese posible llamaron a los civiles a inscribirse "en las organizaciones de socorristas que puedan organizarse. (...). Sé generoso. Da tu sangre. Tu sangre hoy puede salvar la vida de quien acaso salve la tuya", cierra el documento.