La sorprendente dieta de los gladiadores romanos: la razón por la que no comían carne
- Los combatientes se alimentaban sobre todo de cereales, como la cebada y el trigo, y también de legumbres.
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Por mucha fascinación que susciten hoy en día, y ahí está el ejemplo de la expectación que ha levantado el estreno de la segunda entrega de Gladiator, los gladiadores fueron tratados en la literatura romana como los seres de más baja estofa, símbolo de degradación moral. Estaban marginados desde el punto de vista civil y político y sufrían la misma "deshonra oficial" (infamia en latín) que las prostitutas y los esclavos. En el famoso juramento que debía pronunciar el recluta al entrar en la escuela de entrenamiento (ludus), aceptaba ser quemado, encadenado y ejecutado —"afrontar el fuego, las cadenas y la muerta a cuchillo"—, según una versión recogida por Séneca.
Era también en ese momento cuando los gladiadores, que podían ser desde prisioneros de guerra y condenados hasta hombres libres que buscaban éxito y recompensas a un alto riesgo, adoptaban su nombre de batalla, que solía responder a sus virtudes o características específicas. Los combates, patrocinados por emperadores u otros romanos ricos, educaban a los espectadores en la naturaleza de la violencia y en la supremacía de las legiones de la Urbs frente a todos sus enemigos. Y eran espectáculos caros, no solo por el desembolso que requería su organización, sino también por los gastos que acarreaban los hombres que pisaban la arena.
En el ludus, los gladiadores se adiestraban con armas de madera, escudos de cestería y golpeaban un poste denominado palus. Para alcanzar la cima, las sesiones debían ser de sol a sol con una rutina estructurada. Además disponían de entrenadores, masajistas y médicos y se les ofrecía una alimentación adecuada. Aunque pueda sorprender, en la dieta de los reclutas no estaba incluida la carne, no era una opción. Su sustento básico eran los hidratos de carbono y se calcula que podían ingerir unas 6.000 calorías diarias.
"Los gladiadores se alimentaban sobre todo de cereales, como la cebada y el trigo, y también de legumbres", explican los historiadores Fernando Lillo Redonet y María Engracia Muñoz Santos en su obra Gladiadores. Valor ante la muerte (Desperta Ferro). "El enciclopedista Plinio el Viejo llama a los gladiadores hordearii, "comedores de cebada". Todas ellas se ingerían, principalmente, en forma de gachas. El gladiador tenía la suerte de comer tres veces al día. No muchos romanos tenían ese privilegio".
Algunos autores romanos aluden a los alimentos habituales de los gladiadores como sagina, "relleno". "Un término del típico desdén esnob para referirse a la comida humilde, que al mismo tiempo insinúa la desagradable semejanza de los luchadores con los animales muertos. Fuera o no una dieta basta, sin duda un amplio sector de los pobres la debía de envidiar", añaden los clasicistas Keith Hopkins y Mary Beard en El Coliseo (Crítica).
Según algunos investigadores, la víspera antes del combate —no todos eran a muerte, a pesar de las imágenes transmitidas por el cine y la ficción— se ofrecía a los gladiadores un gran banquete llamado cena libera, con manjares exquisitamente seleccionados. Lillo Redonet y Muñoz Santos apuntan que esta comida sería solo para aquellos condenados a muerte y no para todos los combatientes. "En todo caso ninguna fuente afirma que una de las finalidades de esta última cena fuera evaluar las aptitudes físicas de los contrincantes y así realizar apuestas, como a menudo se ha defendido", aseguran.
En su obra, los historiadores señalan que esta dieta proporcionaba a los gladiadores una gran capa de grasa que se adhería al músculo y que les protegía de un corte que les desgarrase o alcanzase una arteria o un hueso, provocando una importante lesión. El lanista, el dueño del ludus y reclutador de combatientes, y el financiador de los juegos preferían hombres fornidos con "un aspecto similar al de los actuales boxeadores peso pesado y levantadores de piedras vascos" para que un pequeño rasguño no evitase su participación en el próximo combate.