Dice mi colega, el admirado Profesor Toribio del IESE, que hay muchos riesgos en la economía. Entre ellos cita el retorno de la “cultura de la inflación”. Para mí es el mayor peligro que nos acecha.
En España la inflación ha subido al 6,1% el último mes, la subyacente está al 7,7% y la de la cesta de la compra, que es la que notan todos los ciudadanos, supera el 13/15%. Eso trae consecuencias. La más peligrosa es la “cultura de la inflación”.
¿En qué consiste? En el cambio de los comportamientos del consumidor/ahorrador, el inversor, el trabajador, el empresario, las administraciones, los deudores en general y la competitividad del país.
El profesor Toribio habla de la vuelta de la 'cultura de la inflación', que es lo que a mí me preocupa.
El consumidor cree que los precios seguirán subiendo. Por eso, tiende al acaparamiento de bienes duraderos. Comprar antes es más barato. Por tanto, deja de ahorrar; porque la depreciación del valor de compra del dinero le incita al gasto. Mucho más si la retribución de los depósitos bancarios es baja y los “intereses reales” que cobra por ellos son negativos, ya que no superan la inflación.
La falta de ahorro comporta falta de inversión. Además, la inflación también influye en el tipo de inversiones para refugiarse de la pérdida de capacidad adquisitiva del dinero. Se invierte en inmuebles, que se suponen seguros ya que suben de precio con la inflación. Aunque se puede producir una burbuja en sus valores que tarde o temprano explota. Algunas materias primas, como el oro, actúan de “valores refugio”. La inversión productiva se deriva hacia la especulativa.
La inflación merma la capacidad adquisitiva de los salarios; es el impuesto de los pobres. Las diferencias de rentas se agrandan en favor de los sectores más ricos de la sociedad. En consecuencia, se revindican subidas salariales con los sindicatos a la cabeza, con riesgo de inestabilidad social.
La subida de los salarios empuja los costes empresariales en “la espiral salarios/precios”. Los precios inician una escalada difícil de evitar. Los empresarios calculan sus presupuestos con un aumento de los costes y de los márgenes monetarios para defenderse de la inflación.
Los deudores en general se ven favorecidos, en particular si han negociado antes los costes con intereses fijos. Tienen que devolver un capital nominal que vale menos en términos de capacidad adquisitiva.
Las Administraciones Públicas al estar endeudadas en términos monetarios y con intereses fijos en su mayoría, se benefician por la pérdida de valor de la moneda. Como no cambian los tipos impositivos, que están en términos de porcentaje, acaban recaudando más impuestos (el IVA, por ejemplo). En España se calcula que, por la inflación, en 2022 se recaudaron entre 30.000 y 50.000 millones de euros más sobre lo presupuestado. Los Gobiernos se enriquecen mientras se empobrecen las clases medias y trabajadoras.
Los países con mayor inflación tienen un problema de competitividad. Si mantienen su tipo de cambio sus productos se encarecen artificialmente y se dificulta su venta al extranjero. Si se devalúa su moneda sus importaciones suben de precio y entonces importan inflación.
De manera que en la cultura de la inflación algunos ganan (los menos) y muchas capas sociales pierden (los más). Se aumenta las diferencias de riqueza y se invierte en especulación. Los pobres son más pobres y la estabilidad social sufre. Es un círculo vicioso que se autoalimenta.
En la cultura de la inflación algunos ganan y muchas capas sociales pierden.
La inflación es como la fiebre de la economía. Si es demasiado baja hay atonía en el mercado. Si es demasiado alta produce las perturbaciones descritas.
Por eso los bancos centrales intentan controlarla en una zona alrededor del 2%. Lo hacen subiendo los tipos de interés, para que se pidan menos créditos, se reduzca la masa monetaria y, al disminuir la demanda, los precios bajen o, al menos, no suban. Pero, como consecuencia, se reduce el acceso a la vivienda por encarecimiento de las hipotecas.
Es lo que están haciendo ahora la Reserva federal y el BCE. Lo malo es que si la cultura de la inflación se instala en una sociedad es difícil erradicarla y obliga a subidas de tipos de interés cada vez más altas ¿Estamos en esta situación? Hay que esperar unos meses para asegurarlo, pero el peligro está aquí.
*** José Ramón Pin es profesor del IESE.