Julia Mayana y Prima Florencia, los dos únicos casos documentados de violencia de género en la Roma Imperial

Julia Mayana y Prima Florencia, los dos únicos casos documentados de violencia de género en la Roma Imperial Julia Ramírez

Magas-Mujeres en la Historia

Julia Mayana y Prima Florencia: revisión de los dos únicos casos documentados de violencia de género en la Roma Imperial

A través de sus epitafios, grabados en piedra por sus familiares y conservados en la actualidad, podemos conocer la historia de estas dos mujeres.

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"Consagrado a los dioses Manes y al reposo eterno, Julia Mayana, mujer muy virtuosa, asesinada por su crudelísimo marido antes del momento señalado". 

Sobre un ara de piedra caliza, datado entre mediados del siglo II y principios del siglo III, se encuentra inscrito el epitafio de Julia Mayana, una mujer asesinada por su marido en la Roma Imperial. Una época en la que, ni por asomo, se estilaba el término violencia de género, pero en la que los asesinatos de los hombres hacia sus mujeres eran algo habitual. 

Conocido como paterfamilias, el patriarca tenía un amplísimo poder sobre su núcleo familiar. Tanto, que hasta estaba en su mano la vida y la muerte de aquellos quienes estaban a su cargo. Había, incluso, leyes que lo contemplaban. Por ejemplo, el esposo tenía 'el privilegio' de dar partida a su esposa en caso de adulterio. No obstante, en caso contrario, la mujer tenía la obligación de callar y soportar.   

Sin embargo, dos familias en busca de justicia –quizás más poética que real–, quisieron dejar en los anales de la historia el nombre de sus parientes, asesinadas injustamente a manos de sus maridos. Son los casos de la anteriormente mencionada, Julia Mayana, y Prima Florencia, actualmente, los dos únicos casos documentados de violencia de género durante la época del Imperio Romano. 

El dolor del matrimonio

Decía Plutarco, historiador y filósofo griego nacido en la Queronea gobernada por el emperador romano Claudio, que el matrimonio es como una colmena: para conseguir la miel, tienes que aguantar el dolor de los picotazos. Y eso fue precisamente lo que padeció Julia Mayana durante sus 28 años de matrimonio hasta que, finalmente, la mano de su despiadado marido acabó cruelmente con su vida.

Así lo quisieron dejar claro dos de sus familiares a través de su epitafio, hallado en 1856 en el Jardín des Dames de Saint-Michel y que, actualmente, se encuentra en el museo Lugdunum de Lyon. En este, la difunta se presenta como una mujer "respetable, llena de virtudes, hermana queridísima", madre y abnegada esposa. Cumplió con el papel que la sociedad romana asignaba a las mujeres: ser mujer "de un solo hombre", fiel a su marido y que tuvo hijos legítimos.

Aparte de un recuerdo para la víctima, esta roca serigrafiada fue también un símbolo de petición de justicia: "fides" y "pietas". En ella, hacen referencia expresa a la causa de la muerte, el asesinato, algo inusual para la época, y aún menos señalando al culpable. Le adjetivan como "crudelísimo", pero en ningún momento se menciona su nombre.

Epitafio de Julia Mayana.

Epitafio de Julia Mayana.

Todo apunta a que fue una iniciativa tomada por sus propios hijos, una mujer y un varón. Sin embargo, en la firma de esta inscripción sólo aparece el hombre, Julio 'el Mayor', acompañado de Ingenuinio Ianuarius, el hermano de Julia. Esto se debe a que, según las normas sociales de la época, eran únicamente los familiares masculinos los autorizados para llevar a cabo una persecución judicial de un homicidio.

El castigo judicial que sobrevino al asesino se desconoce. La norma general es que se castigara al criminal con la pena del destierro, pero, en este caso concreto, pasará a la historia como un misterio irresoluble. Lo que sí que es certero y claro es que los parientes de Julia Mayana quisieron que esta violenta muerte fuera expuesta públicamente, y que perdurara en el tiempo para el conocimiento de todos.

Un epitafio con misterio

"Restutus Picinesis y Prima Restuta (lo) hicieron para su muy querida hija Prima Florentia, quien fue arrojada al Tíber por su marido Orfeus. December, un pariente de sangre, (lo) puso. Vivió dieciséis años".

El Río Tíber, que atraviesa por completo la cittá eterna, no sólo ha sido una arteria vital para el comercio y la expansión de la Roma Imperial, sino también el testigo por antonomasia de innumerables historias de vida y muerte, similares a la de Julia Mayana.

Fue en este torrente de agua donde la romana Prima Florencia, de tan sólo 16 años de edad, vio su vida truncada para siempre en manos de su marido Orfeus. Así lo refleja el epitafio en su honor, hallado en la necrópolis de Ostia –en el área de Isola Sacra, a 20 km al oeste de Roma– y plasmado en una placa de mármol blanco que se encuentra adosada a su tumba.

Un acto cruel que sus progenitores, Restutus Picinesis y Prima Restuta, quisieron perpetuar en la eternidad, para así invitar a reflexionar sobre los dos grandes motores de la Antigua Roma: la violencia y la (in)justicia.

Estela funeraria dedicada a Prima Florencia.

Estela funeraria dedicada a Prima Florencia. Epigraphic Databank Heidelberg

Pero, con la mención del nombre del uxoricida –hombre que mata a su esposa–, los padres de Prima Florencia no sólo pretendían mantener el recuerdo de su hija en la memoria de todo aquel que viera el escrito, sino denunciar públicamente y a ojos de todos quien había sido el responsable de su muerte, en una especie de gesto de venganza simbólica.

Cabe destacar que su inscripción post mortem esconde un enigma en sí misma. Fue realizada por un misterioso pariente de sangre de la difunta, del que tan sólo se conoce el pseudónimo December, pero no su sexo.

A pesar de este hecho insólito, podemos comprobar el factor común en estos dos casos, que evidencian como dos mujeres únicas fueron víctimas de un mismo final trágico. Situación que evidencia cómo los patrones de violencia y desigualdad de género se han mantenido a lo largo de la historia.

Ejecutadas 

En un contexto en el que el homicidio de un hombre hacia su mujer estaba contemplado por la ley o penado tan sólo con una pena de destierro, no es baladí el destino que vivieron Publicia y Licinia, dos mujeres acusadas de envenenar a sus respectivos maridos y que, tras el suceso, fueron estranguladas inmediatamente por sus familiares.

Ninguno esperó al juicio que las condenara o las absolviera, sino que se dejaron guiar por los instintos más primarios y egoístas para que el asesinato de sus parientes no corrompiera su honor e imagen de cara a la sociedad. 

"Eran romanos", podríamos pensar. El valor que le otorgaban a la vida humana se basaba en el estatus y el contexto social: en el seno de qué familia habías nacido, el entretenimiento que pudieras ofrecer en un anfiteatro, cuánta riqueza poseían tus antepasados…

Incluso habrá quien se escude en el tópico de "sucedió hace más de dos mil años", o "actuaban como salvajes", pero lo cierto es que gran parte de esta mala praxis permaneció, naturalizada y escondida, en muchas costumbres y legislaciones occidentales. Sin ir más lejos, es el caso de la España de antes de los años 60, donde aún se justificaba el asesinato de mujeres adúlteras, como en la época del emperador Augusto, sin castigo mayor que el destierro nacional.