A las 9:15 de la mañana del martes, el joven periodista francés Julian Schorpp llegaba a participar en un seminario en el hotel Thon de la calle de la Loi, en el centro del barrio europeo de Bruselas, a pocos metros de la sede de la Comisión y del Consejo Europeo. “Entonces he visto que de la estación de metro Maelbeek salía humo y que había varias personas en la calle heridas, y que tosían”, relata a EL ESPAÑOL a media tarde, todavía en estado de shock por los ataques terroristas que han sacudido la capital de Europa.
En los siguientes minutos, el tiempo se ha acelerado. Enseguida han llegado los servicios de emergencias y la policía, que ha pedido a todo el mundo que entrara en el hotel por motivos de seguridad. El seminario se ha suspendido de inmediato. El Thon, justo al lado de la parada de metro, se ha convertido rápidamente en un centro improvisado de primeros auxilios al que llegaban los heridos en el atentado de Maelbeek. Han muerto al menos 20 personas y otras 130 han resultado heridas.
El personal del hotel ha prestado toallas y ha despejado toda la zona de recepción para atender a los afectados, como explicaba el propio Schorpp en su cuenta de Twitter:
“Yo no he escuchado la explosión. Pero los empleados del hotel con los que he hablado me han dicho que escucharon un gran ‘boom’. Al principio no sabían qué había pasado”, me cuenta el joven periodista. Los primeros heridos trasladados al Thon no eran los más graves. “Llegaban por su propio pie o los traían sentados”, explica. El ambiente en el interior del hotel era de “calma” y también de “respeto” por las víctimas.
Más tarde, los servicios de emergencia han erigido una barrera con los carritos de toallas cubiertos con sábanas para poder tratar a los heridos en la intimidad. Ocasionalmente se oían gritos de las víctimas. También los equipos de policía científica han utilizado el hotel como base antes y después de intervenir en la parada de metro Maelbeek. A media tarde, el cordón policial bloqueaba dos de las entradas. Otra estaba cerrada pero accesible, con el suelo cubierto de trozos de cristal y rastros de sangre. La policía ha dejado salir a Schorpp y al resto de clientes del Thon poco antes de las 15 horas.
La nueva normalidad
El joven periodista trabaja para Context, una web especializada en política francesa y europea. Llegó a Bruselas hace apenas un mes. Antes vivía en París, y no es la primera vez que vive un ataque terrorista tan de cerca, también por casualidad.
“Me encanta el fútbol. Y el 13 de noviembre estaba de público en el partido amistoso entre las selecciones francesa y alemana en el estadio de Francia. Estuvimos tres horas encerrados en el estadio después del ataque de los terroristas suicidas”. El estadio de Francia, en el suburbio de Saint-Denis, fue uno de los escenarios de los atentados de París. Murieron los tres kamikazes, que no lograron entrar al estadio como pretendían, y otra persona.
“Primero fueron los atentados contra Charlie Hebdo. Luego los ataques del 13 de noviembre. Ahora los atentados de Bruselas, ¿Qué será lo próximo? ¿Berlín?”, dice Schorpp, conmocionado. Y evoca a los miles de yihadistas europeos que han ido a Siria o a Irak a entrenarse y combatir, y que “ahora están volviendo para hacer la guerra”.
Por eso, tras haber vivido tan de cerca dos atentados terroristas, Schorpp está convencido de que estos ataques están llamados a convertirse en algo habitual en las grandes ciudades europeas. “Parece que esta es la nueva normalidad, a la que tendremos que acostumbrarnos”, lamenta el joven periodista.
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