Marco Rubio, secretario de Estado de EEUU, y Nayib Bukele, presidente de El Salvador, en el distrito El Congo.

Marco Rubio, secretario de Estado de EEUU, y Nayib Bukele, presidente de El Salvador, en el distrito El Congo. Gobierno de El Salvador

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Más armas, gas y coches: Trump demuestra a la UE con México, Canadá y Bukele que no hay 'guerra' si le dan lo que quiere

Bukele se adelantó a la estrategia de Trump poniendo a su servicio las cárceles de El Salvador, y su gesto recibió el “inmenso agradecimiento” de una Casa Blanca que ha iniciado su ofensiva comercial contra aliados y rivales por igual.

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Nayib Bukele no ha perdido el tiempo. Viendo que las amenazas de Donald Trump van en serio, o lo suficientemente en serio como para no asumir que son solo amagos, el presidente de El Salvador ha decidido tomar la iniciativa y presentar una oferta: si Washington lo desea, el sistema carcelario salvadoreño puede hacerse cargo de aquellos criminales estadounidenses considerados especialmente peligrosos.

El ofrecimiento no ha caído en saco roto. “Jamás un país había hecho una oferta de amistad como ésta”, comentó el principal responsable de la política exterior estadounidense, Marco Rubio, al conocer el gesto. Y, tras asegurar que Estados Unidos está “inmensamente agradecido”, dijo que Trump ya está informado del asunto.

Ahora bien: más allá del titular… ¿en qué consiste exactamente la oferta de Bukele? Todavía no se saben los detalles, y tampoco si Washington aceptará la oferta, pero según la prensa estadounidense el líder salvadoreño ha dicho que el CECOT –la cárcel de máxima seguridad construida para encerrar a miles de pandilleros– todavía tiene hueco y podría servir para encerrar a todos aquellos criminales estadounidenses –o sea: personas ya condenadas– que Washington prefiera tener lejos debido a su peligrosidad.

Asimismo, Bukele ha dicho que El Salvador también podría hacerse cargo de aquellos inmigrantes ilegales vinculados a organizaciones criminales como la Mara Salvatrucha, de origen salvadoreño, o El Tren de Aragua, una peligrosa organización venezolana, arrestados en suelo estadounidense.

A cambio, y al margen de ganarse el favor de Trump, Bukele cobraría una suma por cada preso aceptado. Sería, eso sí, una suma “relativamente baja para Estados Unidos aunque significativa para nosotros” que ayudaría al país centroamericano a “mejorar la sostenibilidad de nuestro sistema penitenciario”.

Marco Rubio no ha sido el único en agradecer el ofrecimiento. Elon Musk, el multimillonario de origen sudafricano que lleva desde las elecciones ejerciendo de lugarteniente de Trump, ha celebrado la idea en sus redes sociales. Por su parte la portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, ha definido el gesto de Bukele como “extraordinario” y ha recalcado que “nunca antes lo había hecho ningún país”.

Bukele ha movido ficha al tiempo que Trump anunciaba la suspensión de los aranceles del 25% contra las importaciones de México y Canadá durante un mes tras recibir sendas llamadas de la presidenta del país azteca, Claudia Sheinbaum, y del todavía primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Su intención, por lo visto, es la de negociar durante las próximas cuatro semanas qué concesiones están dispuestos a hacer los dos países vecinos para evitar la llegada de los gravámenes.

En paralelo, Trump ha anunciado un arancel generalizado del 10% contra los productos chinos, aunque dice esperar poder hablar con el líder del gigante asiático, Xi Jinping, durante los próximos días.

Mientras tanto, la Unión Europea espera su turno dando a entender que, aunque se encuentra preparada para “golpear de vuelta” en caso de guerra comercial, prefiere el camino de la cooperación. Mantener la buena relación, vaya.

Tal y como informaba este lunes Juan Sanhermelando, corresponsal de este periódico en Bruselas, el presidente de Lituania, Gitanas Nauseda, habría defendido ante sus socios europeos ofrecer a Trump una “agenda económica positiva y no destructiva”. O sea: aumentar las compras a Washington. Concretamente, ha sugerido, las que atañen a la energía –gas natural licuado o GNL–, la industria automovilística y la armamentística.

Según la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos, la agencia federal que recomienda a la Casa Blanca qué política comercial es preferible, la relación entre Estados Unidos y Europa “es la más grande y compleja del mundo” en términos de comercio e inversión.

Aunque Trump ha definido el vínculo económico entre Estados Unidos y el bloque europeo como una “atrocidad”, lo cierto es que –según le contaba Kimberly Clausing, una experta del think tank estadounidense Peterson Institute for International Economics, al New York Times– en cuestiones proteccionistas la relación es bastante pareja. “No hay ninguna evidencia de que Europa se haya aprovechado de Estados Unidos”.

Las cifras ofrecidas por ING Global Markets Research parecen corroborarlo: este índice dice que los productos exportados desde Estados Unidos están sujetos, de media, a un arancel del 3,95% mientras que, en dirección contraria, los productos europeos que alcanzan la costa estadounidense sufren un gravamen del 3,5%.

Con todo, hay algunos productos que encierran una disparidad mayor. Los coches, por ejemplo. El arancel de la Unión Europea es del 10% frente al 2,5% que cobra Estados Unidos. En cuanto a los aranceles europeos sobre los alimentos y las bebidas, en promedio se sitúan un 3,5% más alto que los establecidos por Estados Unidos.

Por ahí, y por quién adquiere más de quién, irían las quejas de Trump. Y es que Estados Unidos es el primer comprador de productos europeos: según Eurostat las exportaciones del viejo continente a la primera potencia del mundo representaron, en 2023, un 20% del total.