
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskiy, muestra a los periodistas de Reuters un mapa de recursos y objetos estratégicos durante una entrevista, en medio del ataque de Rusia a Ucrania, en Kiev, Ucrania, el 7 de febrero de 2025.
Paz por territorios: Zelenski reconoce que aceptaría entregar parte de Ucrania a Putin si Trump consigue un acuerdo
El presidente ucraniano intenta convencer a Trump y a la administración republicana de que ayudar a su país no es una pérdida de tiempo y dinero, sino que puede darles beneficios económicos, comerciales y militares.
Más información: Trump dice que Ucrania "podría ser de Rusia" e insiste en sus tierras raras: "Quiero de vuelta los millones de ayuda de EEUU"
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, mostró su lado más práctico en la entrevista publicada este martes por el diario británico The Guardian. Consciente de que la mentalidad de Donald Trump se guía por factores prácticos y no por abstracciones morales, Zelenski parece haber dado un giro de ciento ochenta grados en su discurso, al menos en la parte dirigida a Estados Unidos. En la previa del encuentro en Múnich con el vicepresidente J.D. Vance, que se negó a reunirse con él el año pasado cuando acudió a la conferencia de seguridad como senador, Zelenski quiso elogiar al país norteamericano –“sin Estados Unidos no hay garantía alguna de paz”- y dejar claro que está dispuesto a negociarlo todo.
De entrada, ya no habló de la amenaza mundial que supone la invasión rusa ni apeló a los valores democráticos ni a la justicia internacional para solicitar ayuda a la Casa Blanca. Todo ha pasado a ser un mero intercambio de intereses: a Estados Unidos le convendría continuar la ayuda a Ucrania porque sus empresas pueden beneficiarse de la reconstrucción, porque Kiev puede devolver la ayuda con minerales y porque a Washington no le interesa que las reservas de uranio ucranianas caigan en manos rusas, chinas e iraníes.
Aparte, se mostró realista en cuanto a la solución final del conflicto y afirmó por primera vez en público que estaba dispuesto a ceder parte de su territorio a cambio de una paz con garantías. En ese sentido, reafirmó la importancia de Kursk, territorio ruso ocupado parcialmente por Ucrania: si Putin quiere que le devuelvan el terreno que lleva seis meses en manos enemigas pese a los ataques constantes rusos y la ayuda norcoreana, tendrá que ceder el equivalente en territorio ucraniano.
Zelenski no especificó qué territorio reclamaría ni explicitó si el resto de terreno conquistado pasaría a engrosar la Federación Rusa… pero su razonamiento no da pie a otra interpretación. Si va a intercambiar Kursk por, pongamos, los territorios ocupados de Jersón, Járkov y Zaporiyia, es porque pretende dejar el Donbás a los rusos y acabar así la guerra de agresión que empezó en 2014 y que ninguno de los dos bandos, diga el Kremlin lo que diga, está en condiciones de ganar.
El plan del presidente ucraniano no ha sido acogido muy bien en Moscú, que ha rechazado un hipotético intercambio entre los distritos fronterizos ocupados por Kiev en Kursk por territorios bajo control del Ejército ruso en Ucrania. "Esto es imposible. Rusia nunca abordó ni abordará el asunto del intercambio de nuestro territorio", confirmó este martes Dmitri Peskov, portavoz presidencial.
Europa no es alternativa
Por supuesto, el mensaje de Zelenski no va dirigido solo a Trump, sino a todo el movimiento MAGA empezando por el propio Vance, que siempre ha mostrado su oposición absoluta a la ayuda estadounidense a Ucrania. Zelenski necesita convencer a la nueva administración de que su apoyo no es una obligación moral ni una necesidad geopolítica, sino una oportunidad económica y militar que no les conviene dejar de lado. Al fin y al cabo, hablamos de un presidente que quiere comprar la Franja de Gaza y convertirla en un resort turístico. ¿Qué no haría con, pongamos, Mariúpol?
El problema de ese enfoque es el lugar en el que deja a Europa. Con sus dudas y sus limitaciones, la Unión Europea y Gran Bretaña han estado del lado ucraniano desde el minuto uno. Han cedido armamento, han concedido créditos a fondo perdido y han dejado a un lado sus intereses energéticos y económicos en general para plantar cara a Rusia con duras sanciones. Por supuesto, todos sabemos que se podría haber hecho más y que buena parte de los países que se llenan la boca con el discurso anti-Putin luego le compran el petróleo o el gas a través de terceros, pero no se puede decir que Europa se haya mantenido al margen, ni mucho menos.
Tampoco lo dice explícitamente Volodimir Zelenski en el Guardian, pero quizá incide demasiado en las carencias de sus aliados. Según el líder ucraniano, Europa no tiene armas del nivel de las estadounidenses y no tiene entidad política suficiente para imponerle nada a Rusia. No son, por lo tanto, alternativa a Trump, por mucho que así se presenten algunos países como Francia y su presidente Emmanuel Macron.
Ciento cincuenta mil soldados… o mejor lo dejamos
Precisamente a Macron le dedicó Zelenski algunas palabras. No fueron críticas, ni mucho menos, pero sí venían a poner sobre la mesa de nuevo la incapacidad europea. Macron lleva un par de años manteniendo la posibilidad de que Europa mande tropas sobre el terreno para defender suelo ucraniano. Desde el principio, ha sido el que con más fiereza se ha enfrentado a Putin, tal vez por ser el único país de la Unión con armas nucleares y por contar con un partido financiado por el Kremlin -Reagrupación Nacional- como principal rival político.
Sin embargo, para Zelenski, dicha ayuda militar solo tendría sentido si Francia es capaz de poner ciento cincuenta mil soldados en el frente. De lo contrario, sin la ayuda militar de Estados Unidos, sería una pérdida de tiempo. En cualquier caso, el presidente ucraniano sabe bien que Europa nunca se va a atrever a desafiar de esa manera a Rusia. En la práctica, sería entrar en guerra con un gigante nuclear. Con pies de barro, sí, pero también con miles de ojivas como elemento de disuasión.
Habrá que ver si este tacticismo de Zelenski funciona con Vance y más adelante con Trump. Se rumorea que, además de reunirse con el vicepresidente en Múnich este miércoles, puede hacerlo con el presidente en la Casa Blanca o en su residencia de Mar-A-Lago antes del fin de semana. Tanto Keith Kellogg, el enviado especial de Trump para Ucrania, como Steve Witkoff, el encargado de negociar con Benjamin Netanyahu el acuerdo de alto el fuego en Gaza el pasado mes, llevan semanas hablando con el Kremlin para convencerles de la necesidad de sentarse a una mesa de negociaciones. Witkoff, de hecho, se encuentra ahora mismo en Moscú.
Ahora bien, frente al realismo -no confundir con pesimismo- de Zelenski, Putin sigue soñando con una victoria en el frente después de tres años de guerra y de llevar dos prácticamente estancado en las mismas posiciones y con unas pérdidas humanas abismales. No hay señales de que el Kremlin esté dispuesto a aceptar una paz que no incluya todas sus reivindicaciones, aunque tal vez debería haberse dado cuenta ya de que Trump no es Biden… y no le gusta nada que le lleven la contraria.