
El presidente de Ucrania, Zelenski.
Una paz con nuevas fronteras y sin garantías militares: el plan de Trump deja a Ucrania y a la UE solas ante Putin
La hoja de ruta de las negociaciones entre Rusia y Estados Unidos, sin que se sepa aún si incluyen a la propia Ucrania, incluye una primera reunión en Arabia Saudí y la invitación a Putin para que visite la Casa Blanca.
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Intensa actividad diplomática la de estas últimas horas en el frente de la guerra entre Ucrania y Rusia. Poco después de que el enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, se reuniera en secreto con Vladimir Putin en el Kremlin, el propio presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, mantuvo una conversación de una hora y media con el autócrata ruso. Ambas partes coinciden en que dicha conversación fue satisfactoria, amable y productiva. No se sabe aún para quién.
Trump anunció en un comunicado posterior la "inminencia" del inicio de las negociaciones de paz y se jactó de que Putin utilizara en la charla su lema de campaña –"sentido común"- como quien presume de un halago de la profesora. Era la primera conversación entre líderes de ambos países desde diciembre de 2021, cuando Biden advirtió sin éxito a su homólogo ruso de los riesgos de lanzarse a una invasión de su vecino, Ucrania. Biden, que calificó a Putin de "criminal de guerra" y "asesino", ya no está en la Casa Blanca y su sucesor siempre ha presumido de la excelente relación que le une con el ex espía de la KGB.
De hecho, Trump mostró su voluntad de invitar a Putin a Estados Unidos para una reunión en persona, aunque la primera cumbre puede realizarse en Arabia Saudí, sin precisar aún la fecha. El hecho de que se haya elegido un país no europeo como punto de encuentro resulta bastante significativo del nuevo papel que parecen asignar Moscú y Washington al Viejo Continente. También es significativo que la delegación encargada de las negociaciones la formen el propio Witkoff, el Secretario de Estado, Marco Rubio; el director de la CIA, John Ratcliffe, y el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Michael Waltz. Ni rastro de Keith Kellogg, que defiende posiciones más favorables a Ucrania y que en principio iba a ser el responsable de buscar una solución al conflicto.
Según la Casa Blanca, nada más acabar la llamada, Trump informó al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, del contenido de la misma. Parece que, en este frente, el multimillonario neoyorquino está siguiendo la misma estrategia que en Oriente Próximo: erigirse no solo como negociador sino como parte activa del conflicto. Si en Israel es Trump y no Netanyahu el que amenaza a Hamás y fija sus propias condiciones al margen de las negociadas durante un año y pico por el gobierno hebreo, en Ucrania da toda la sensación de que está dejando de lado a Zelenski para venderle a Putin su propia paz.
Pete Hegseth propone unas nuevas fronteras
En ese sentido hay que entender también las palabras que por la mañana había pronunciado Pete Hegseth, flamante Secretario de Defensa de los Estados Unidos, ante sus socios europeos en la Conferencia de Seguridad de Munich. Hegseth insistió en que la idea de que Ucrania mantuviera sus fronteras anteriores a 2014 era “poco realista”, algo que ya había manifestado el propio Zelenski cuarenta y ocho horas antes en entrevista al diario británico The Guardian.
Rusia y Ucrania llevan en guerra desde la anexión rusa de Crimea y la creación de grupos paramilitares en el Donbás, hace ya casi once años. Ni siquiera la invasión a gran escala que intentó el Kremlin en febrero de 2022 ha conseguido cambiar sustancialmente la situación: ni Ucrania recupera terreno, ni Rusia consigue su objetivo de unir los territorios que el imaginario nacionalista llama "Novarrosiya", un corredor que iría desde Járkov hasta el puerto de Odesa.
Hasta ahora, ese objetivo había sido irrenunciable para Putin, pero puede que Trump le haya convencido de que no va a conseguirlo por la fuerza y que ya está bien de mandar a morir a toda una generación de rusos para ver si se acercan a Pokrovsk un kilómetro más. También puede que Putin haya hecho una lectura a medio plazo y haya pensado que, cuanto antes pueda firmar un alto el fuego, antes puede reorganizar sus tropas y prepararse para una nueva "operación militar especial", esta vez sin ayuda estadounidense que Ucrania pueda llevarse a la boca.
El balón en el tejado europeo
Porque el caso es que Hegseth también dejó claro que Estados Unidos se desentendía de cualquier garantía de seguridad hacia Kiev. Es la posición fijada por el Partido Republicano desde casi el inicio de la guerra: al ciudadano medio estadounidense, al trabajador de la América profunda -hay que recordar que el Partido Republicano ya no es un partido de élites neoliberales, sino que ha abrazado el populismo nacionalista de Steve Bannon con frenética locura- no le importa lo más mínimo si esas tierras lejanas se llaman Ucrania o se llaman Rusia. Lo importante, al parecer, es cómo se llama el golfo que separa Florida de México.
Esto sí que supone un problema grave: si además de tener que ceder territorio y conformarse con unas nuevas fronteras, la administración Trump no se va a comprometer a defender su independencia de posibles nuevos ataques, el futuro para Ucrania es sombrío. Ya lo dijo el propio Zelenski en The Guardian: Europa no puede asumir esa función sin la ayuda de Estados Unidos. No parece casualidad que, después de esas declaraciones, Hegseth pusiera tanto énfasis en desmarcarse de esa obligación, asegurar que no habrá tropas estadounidenses en la zona y exigir a los europeos que sean ellos los que se encarguen de hacer cumplir el eventual acuerdo.
Si tenemos en cuenta el avance de los partidos prorrusos -sumados en su mayoría, por cierto, a la ideología Bannon- por toda Europa y la inferioridad militar del continente en comparación con Estados Unidos, Ucrania queda muy desvalida ante la amenaza de Putin. No importa que Mark Rutte, el secretario general de la OTAN, insistiera este miércoles en la necesidad de seguir apretando a Rusia sobre el terreno para forzar a Putin a negociar en peores condiciones, la sensación es que la OTAN es una molestia para Trump más que un activo y que no ve el día en que pueda deshacer esa Alianza Atlántica.
La única bala que le queda ahora mismo a Zelenski en la recámara es su reunión de este viernes con J.D. Vance, el vicepresidente norteamericano. Desgraciadamente, es una bala con poco recorrido: Vance fue de los senadores más activos en su rechazo a la ayuda de la Administración Biden a Ucrania. Es la representación del desprecio republicano a la estabilidad europea y al orden internacional. No parece que Zelenski pueda sacarle a él nada que no haya podido sacarles a Hegseth, Witkoff o el propio Trump. Al menos, eso sí, tendrá que intentarlo.