
Un soldado ucraniano patrulla dentro de la ciudad de Lypsi, Járkiv, que ha sido totalmente arrasada por Rusia. El Español
En el bastión de Lypsi, la única parte del frente de batalla en Ucrania donde Rusia no logra avanzar después de tres años
El Ejército ucraniano hace incluso asaltos sin soldados, usando drones terrestres, en esta parte de Járkiv que las tropas rusas han ocupado dos veces desde el inicio de la invasión.
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Se cumplen tres años desde que Putin lanzó a su Ejército contra Ucrania –con la promesa de tomar Kiev en tres días– y la guerra se encuentra en uno de los momentos más duros para los soldados de las trincheras, que ven cómo las tropas rusas avanzan de forma inexorable en todos los puntos del frente de combate… En todos, menos en uno: el noreste de la provincia de Járkiv, donde los ucranianos están empleando nuevas tácticas que podrían cambiar las reglas de los combates del futuro.
El noreste de Járkiv ya estuvo ocupado al principio de la invasión, y las tropas del Kremlin consiguieron llegar muy cerca de la capital –la segunda ciudad más grande de Ucrania–, a la que tuvieron durante meses al alcance de su artillería. Fueron momentos absolutamente terribles para la población civil, que era bombardeada hasta treinta veces al día.
Pero, por más empeño que pusieron en conquistar esta plaza –de gran importancia cultural, industrial y también simbólica–, no lo consiguieron. Y la respuesta de Ucrania fue lanzar una contraofensiva que expulsó a las tropas rusas de esta parte del país.
Sin embargo, en mayo de 2024, Rusia volvió a invadir el noreste de Járkiv –en dirección Vovchansk y Lypsi– en una rápida y sorpresiva operación que obligó a evacuar a decenas de miles de civiles de sus casa en tiempo récord. Empezó así la segunda invasión de Járkiv, y la segunda contraofensiva de Ucrania –que esta vez contraatacó de manera inmediata–.

El interior del hospital de Lypsi, Járkiv, reducido a escombros por las tropas rusas. El Español
Tierra quemada
La diferencia entre la primera invasión y la segunda radica, fundamentalmente, en la táctica que Rusia empleó para ocupar Ucrania. Al principio de la invasión, el objetivo del Kremlin era capturar las ciudades ucranianas y rusificar a su población. En la actualidad, Moscú no está interesada en capturar nada con vida… se conforma con reducir todo escombros, para que luego su artillería marche sobre las cenizas.
En jerga militar, ese modus operandi se conoce como "ablandar el objetivo", que no es otra cosa que machacarlo con artillería o bombas aéreas hasta que no quede en pie nada que pueda ser utilizado por el adversario para construir una posición desde la que combatir.
Bajmut, Avdiivka, Chasiv Yar o Pokrovsk son algunos ejemplos de objetivos ucranianos "ablandados" por Rusia, que en estos momentos se dedica a destruir todo a su paso, dejando imágenes apocalípticas en todos los frentes de combate y en las ciudades de la retaguardia.
Vovchansk y Lypsi corrieron la misma suerte hace nueve meses. "Cuando nosotros comenzamos a combatir en Lypsi, las tropas rusas estaban ya en la ciudad, habían ocupado varios edificios, una torre", recuerda Eduardo, un combatiente de la 13 Brigada Khartiia que peleó durante meses en este frente de combate.
Junto a los hombres de Khartiia también peleó la Brigada Kraken, conocida por haber recuperado Kypiansk en otoño de 2022, participando también por aquel entonces en batallas durísimas.

Un ingeniero ucraniano de la Brigada Khartiia repara uno de los drones terrestres que están utilizando en el frente de combate. El Español
Africanos y mercenarios
"Durante los siguientes meses, conseguimos sacar a las tropas rusas de la parte urbana y recuperar el bosque que hay seguido a la ciudad, que estaba completamente ocupado", continúa relatando Eduardo. Se enfrentaron en combates cuerpo a cuerpo, en los que pudieron ver detalles sorprendentes de cómo estaban conformadas las filas rusas.
"Al principio nos enfrentamos a tropas enemigas muy mal preparadas, dedujimos que se trataba de presidiarios de los que reclutan en las cárceles de Rusia... eran carne, que se lanzaba contra nuestras posiciones sin ninguna táctica y sin apoyo de la artillería. Algunos estaban borrachos y drogados, eran bastante mayores y tenían mal aspecto", recuerda Eduardo.
"También había africanos combatiendo con el uniforme ruso", revela este soldado. "Pero luego empezaron a meter tropas de Wagner [un ejército privado de mercenarios fundado por Yevgeny Prigozhin, al cual el Kremlin asesinó en 2023 después de que éste se sublevara contra Moscú] y las batallas se volvieron más duras y complicadas, con más bajas en las filas ucranianas".
Aún así, hicieron retroceder al Ejército ruso más de tres kilómetros, en un momento en el que el Ejército ruso estaba haciendo avances –lentos, pero continuados– en toda la línea del frente, donde se empezaron a intensificar los ataques con aviación como parte de esa ofensiva de Moscú.
"Nos favoreció el terreno y el momento del año: era zona boscosa y primavera, y al estar los árboles con hojas tuvimos la ventaja de que los drones enemigos no nos veían con tanta facilidad; pero aún así tenían mucha artillería y un buen apoyo aéreo, por lo que no fue fácil", explica. "Por cada disparo de la artillería ucraniana, recibíamos cinco proyectiles rusos", añade

Drones terrestres fabricados por el Ejército de Ucrania, que se emplean para hacer asaltos y minar perímetros. El Español
La primera batalla robotizada de la historia
La primera gran batalla por Lypsi se prolongó durante todo el verano, hasta el otoño de 2024. En aquel momento el Kremlin avanzaba a una velocidad de vértigo hacia Pokrovsk –empujando toda la línea del frente de Donetsk– y las tropas ucranianas marchaban sobre suelo ruso en Kursk.
Así que, en noviembre, los combatientes de Járkiv quisieron aprovechar que las fuerzas rusas estaban desplegadas en Donetsk y en Kursk para lanzar una nueva contraofensiva más allá de Lyspi. Pero esta vez no salió tan bien, y se produjeron bajas en todas las brigadas ucranianas implicadas en los asaltos.
Ucrania aprendió de la experiencia para idear una nueva táctica que no implicara esos asaltos frontales que ya no cogían por sorpresa a las tropas rusas, y se apoyaron en los drones terrestres que habían estado desarrollando durante los últimos meses de forma experimental para ejecutar una operación sin infantería.
"Son 100 por cien fabricados aquí, en Ucrania, y con materiales que no son complicados de conseguir", explica Happy, el comandante de la unidad de drones terrestres perteneciente a la 13 Brigada Khartiia de la Guardia Nacional que ejecutó el ataque.
La alusión a utilizar "materiales normales" es importante, porque salva muchos de los obstáculos que existen a la hora de ensamblar vehículos aéreos no tripulados, que requieren piezas de China en la mayoría de los casos.
Happy muestra los diversos drones terrestres con los que trabaja su unidad: drones kamikaze que se asemejan a coches todoterreno en miniatura, drones de evacuación, drones capaces que minar un perímetro o –el más llamativo– una especie de acorazado que no mide más de un metro diseñado para acoplar una ametralladora móvil en su torreta y efectuar con ella asaltos a posición.
"En realidad, no son robots –explica el comandante–, los robots pueden trabajar sin la mano de un humano, en cambio cada uno de estos drones terrestres requiere de un piloto humano que lo maneje desde un control remoto, todos sin excepción".
Aún así, con un piloto humano detrás, estos drones terrestres "hicieron el trabajo sucio en la ofensiva de diciembre", apostilla el soldado Eduardo. Esta ofensiva, apoyada también en drones aéreos –y que fue un éxito rotundo para los ucranianos– es la primera batalla terrestre la historia de estas características.

Una unidad de inteligencia del Ejército ucraniano se dispone a hacer una patrulla dentro de la ciudad de Lypsi, Járkiv. El Español
Donde ya no queda vida
Tras la ofensiva de los drones, las fuerzas ucranianas consiguieron asegurar sus posiciones en esta parte del frente de combate, y hacer retroceder a las tropas rusas –que a día de hoy no consiguen recuperar ni un metro de terreno en dirección a Lypsi–.
Sin embargo, al entrar en la ciudad que Ucrania logró recuperar por segunda vez en tres años, la bofetada de realidad te hace abrir los ojos para ver que sólo quedan escombros y silencio. La artillería rusa ha "ablandado" de tal manera el casco urbano, que es difícil distinguir qué tipo de edificio tienes delante.
"Eso era una escuela", dice señalando unas ruinas el sargento Kuz, comandante de la unidad de reconocimiento de la Brigada Khartiia a la que acompaño. Aunque Rusia no es capaz de tomar Lypsi, sigue bombardeándola sistemáticamente.
"Pero lo más peligroso son los drones", confiesa Kuz. Al posicionar sus vehículos aéreos sobre las posiciones ucranianas, las tropas rusas dificultan el trabajo de su adversario. Y precisamente el zumbido de uno de estos drones nos obliga a ponernos a cubierto, dentro de otro de los edificios bombardeados que van dibujando el paisaje.
Al entrar descubrimos que se trata del hospital de la ciudad. Hay restos de medicamentos y material sanitario calcinados, igual que las pantallas de las salas de espera, que cuelgan milagrosamente de los cables. Y parte de las paredes se han desplomado en el interior, desnudando las vigas metálicas. "Hasta hace unos meses, seguía funcionando", dice el sargento.
Cuando la amenaza pasa, continuamos la patrulla por Lypsi. Pero el paisaje no mejora: para cruzar el puente –fuertemente bombardeado– hay que descender por los cascotes hasta el cauce de agua, y volver a escalar del otro lado. Cuando conseguimos alcanzar el punto de encuentro, un coche nos recoge a toda velocidad para salir de ahí.
Al mirar por el cristal, mientras los escombros de Lypsi se van haciendo pequeños en la distancia, es imposible no pensar en el precio de la resistencia que están pagando los ucranianos. Pero lo siguiente que viene a la mente es que, al otro lado, en la parte que está ocupada por Rusia, ni siquiera queda la esperanza de volver a renacer entre las cenizas.