La fachada de uno de los edificios alcanzados por el ataque de drones de Ucrania contra Moscú, ayer.

La fachada de uno de los edificios alcanzados por el ataque de drones de Ucrania contra Moscú, ayer. Stringer Reuters

Europa

El ataque a Moscú con drones 'made in Ucrania' demuestra a Putin que Zelenski puede alargar la guerra por su cuenta

Ucrania y Estados Unidos acordaron en Yeda un alto el fuego de treinta días que deberá ser refrendado por Rusia. La ofensiva ucraniana con drones sirvió para demostrar que la guerra no la sufre solo un bando.

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Hay un problema con la idea de paz que viene repitiendo la Administración Trump en el último mes: no solo exige la rendición de Ucrania, la cesión del territorio invadido a la fuerza por Rusia y la firma de un acuerdo económico, sino que ningunea constantemente sus posibilidades de triunfo, como se hiciera ya hace tres años, cuando todo empezó. No es casualidad que Ucrania lanzara este lunes un ataque a objetivos civiles y militares por todo el oeste de Rusia: en la víspera de las negociaciones de Arabia Saudí, necesitaba demostrar a Estados Unidos que es algo más que un convidado de piedra y que la rendición queda lejos.

Desde la Casa Blanca, se ha dado por hecho que Kiev no puede combatir con Rusia sin su ayuda. “Duraríais una semana”, le dijo Trump a Zelenski en el Despacho Oval, una frase que recordaba a las repetidas por la propaganda rusa el 24 de febrero de 2022. Es indudable que el apoyo militar y de inteligencia, así como las infraestructuras de telecomunicación estadounidenses han sido y son de una importancia vital para Ucrania, y difícilmente podrían ser reemplazadas por tecnología europea. De ahí a esperar que su retirada o “pausa” fueran a condenarla a la derrota inmediata iba un trecho.

La situación actual es muy distinta a la de hace tres años. Por supuesto, Ucrania necesita Starlink, necesita los Patriots y necesita, sobre todo, la información precisa vía satélite para ajustar los objetivos en sus ataques. Dicho esto, durante todo este tiempo, además de defenderse con valentía en el frente, el ejército ucraniano se ha modernizado a marchas forzadas. No solo con la adquisición de armamento occidental, que también, sino con la fabricación de sus propias armas: misiles de larga distancia, como el Neptune, o, sobre todo, drones.

Treinta mil aeronaves no tripuladas de larga distancia

¿Se puede ganar una guerra solo con drones? Probablemente, no. Ahora bien, negar que es una herramienta clave en una guerra de trincheras como la actual es equivocar el juicio. Desde hace mucho tiempo, los avances en Ucrania se miden por centenares de metros y Rusia ataca con lo que tiene a mano: olvidémonos de blindados de alta precisión o de equipamiento de vanguardia. De eso, ya no queda. Rusia utiliza turismos e incluso motos y carros para las labores de logística, Ucrania responde con aeronaves no tripuladas para compensar su inferioridad numérica y de munición.

En varias ocasiones, Zelenski y el general Sirskyi han presumido de estas aeronaves, que han cambiado sin duda la situación del frente. Incluso, medio en serio, medio en broma, Zelenski le propuso a Trump “compartir su receta”. Según datos del ministerio de defensa ucraniano, en 2024, el 96% de los drones utilizados en combate fueron de fabricación propia. En otras palabras, Ucrania no depende de nadie a ese respecto y ahora mismo está siendo su arma más utilizada en el frente, lo que no le permite recuperar la iniciativa, pero sí enfriar los ánimos rusos, por ejemplo, en Pokrovsk, que sigue sin caer después de nueve meses de asedio.

La producción total de drones en 2024 sobrepasó el millón y medio, pero especialmente interesante es la cifra de drones de larga distancia, que en realidad pueden ser utilizados como misiles —de hecho, eso es lo que sucedió el lunes— y amenazar cientos de kilómetros de territorio ruso sin necesidad de ATACMS ni de HIMARS. Obviamente, la precisión es mucho menor, pero si no quedara otro remedio, no dejaría de ser un sustituto decente. El objetivo, según el presidente ucraniano, es fabricar 30.000 de estos drones para 2025.

El balón del alto el fuego, en el tejado ruso

En resumen, se puede decir que Ucrania sí que “tiene cartas” para exigir una paz justa, con o sin Estados Unidos de por medio. Puede que no sean las mejores cartas y puede incluso que no sean ganadoras, pero está dispuesta al menos a jugarlas. El ataque iba dirigido a Rusia, pero también a la delegación estadounidense en Arabia Saudí: “No habrá alto el fuego sin nuestra colaboración”, se venía a decir. Lo rápido que se ha alcanzado un acuerdo en Yeda parece ir en ese sentido: Marco Rubio y los suyos parecen haber entendido el mensaje y, en palabras propias, ponen el balón en el tejado ruso.

Reanudada la colaboración en materia de inteligencia, que, como decíamos, es, de lejos, lo más importante para Ucrania, Rusia se ve ante la encrucijada de aceptar un alto el fuego que no cumpla todas sus condiciones o exponerse a sufrir más daños y perder, en parte, el apoyo estadounidense. Lo normal es que acepte los treinta días de pausa en las operaciones aunque solo sea por satisfacer a Donald Trump, que lo está dando todo y más por convencer al mundo de que Rusia estaba haciendo lo debido cuando se lanzó a invadir a su vecino.

Dicho esto, la argumentación por la cual Ucrania debía ceder para evitar que sus soldados y sus civiles siguieran muriendo, ha quedado muy tocada. Con drones de por medio, Ucrania tiene suficiente capacidad destructiva como para prolongar indefinidamente el conflicto y causar bajas en territorio ruso sin autorizaciones ajenas. Seguro que la delegación ucraniana se ha llevado una buena bronca por su ataque —los rusos, desde luego, están indignados—, pero tal vez ese ataque cambie la percepción que se tiene en Washington de Ucrania: un país moderno, armado y capaz… y no un simple muñeco de feria con el que entretenerse.