Putin y Trump, en dos fotografías de archivo.

Putin y Trump, en dos fotografías de archivo. Reuters

Europa

Las 7 claves de la llamada entre Putin y Trump para negociar la tregua en Ucrania al margen del acuerdo con Kiev

No todas tendrán un acuerdo inmediato, pero todas estarán sobre la mesa. Son las siete cuestiones que pueden marcar el futuro de Ucrania, de Europa y, por extensión, del mundo entero.

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Por segunda vez desde que el 20 de enero fuera investido de nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump mantendrá este martes una esperada llamada telefónica con el presidente ruso Vladímir Putin. La llamada terminará de consolidar el acercamiento diplomático entre ambos países, que se ha acentuado en la última semana con las reuniones diplomáticas de Yeda, encabezadas por Marco Rubio, y la visita de Steve Witkoff a Moscú.

Aunque Putin afirmó públicamente su poca disposición a encontrar una paz justa y el Kremlin no ha dejado de repetir que todo alto el fuego debería pasar por la aceptación de sus condiciones, en Estados Unidos siguen mostrando un “optimismo con cautela” que parece indicar que el acuerdo es posible. Ahora bien, ¿qué clase de acuerdo? Probablemente, uno que no respete la ley internacional ni tenga en cuenta la opinión de Ucrania.

Eso, para empezar, porque Putin también ha repetido varias veces que las negociaciones con EEUU no pueden limitarse a ese conflicto, sino que tienen que incluir otros aspectos geopolíticos. En definitiva, pese a los tres años que Rusia lleva intentando terminar de ocupar el Donbás, Trump parece dispuesto a seguir una ficción que reimponga el establishment de la Guerra Fría. Sea por excesivo miedo o por excesiva complicidad, ambos presidentes parecen dispuestos a repartirse el mundo. Estos serán los temas estrella de su conversación.

El alto el fuego

Marco Rubio firmó la semana pasada con la delegación ucraniana de Yeda un acuerdo para un alto el fuego de treinta días. Ahora bien, Rusia dijo primero que se tomaría un tiempo para estudiarlo y luego vino a rechazarlo abiertamente por no cumplir con sus condiciones y considerar que beneficia militarmente a Ucrania. Dicho esto, Putin tiene que saber que la oportunidad que le está dando Trump es imposible de rechazar. Si dice que sí al alto el fuego –que no tendría por qué condicionar las negociaciones posteriores–, le da una victoria al presidente estadounidense de la que podrá fardar toda la vida. Y a nadie le gusta fardar más que a Donald Trump.

Es imposible asegurar una cosa o la contraria aquí, porque hablamos de gente bastante imprevisible, por decir algo, pero, pese a toda la retórica de la pasada semana, no sería de extrañar que Putin diera el sí y las hostilidades cesaran momentáneamente, sin mucha esperanza de que esa tregua se prolongue en el tiempo. De hecho, sin verificadores independientes, es posible que no llegue ni a los treinta días acordados.

El papel de la OTAN y la UE

Esos verificadores podrían ser los países europeos de la OTAN y la UE –básicamente los mismos, menos Turquía y Reino Unido–, pero Putin se ha negado. Es más, ha declarado que, si algún país europeo pone sus tropas en Ucrania, lo considerará una declaración de guerra. Corea del Norte sí puede intervenir con soldados, pero Francia, por lo que sea, no. A Trump no le hemos oído más que palabras de queja sobre ambas organizaciones, pero lo cierto es que, si se quiere desentender militarmente del conflicto, ¿a quién deja como garante de lo acordado?

Sea como fuere, este punto es innegociable para Putin. Es casi imposible que acepte cualquier intervención europea en el conflicto. Para él, Europa es el enemigo, con lo que jamás nos considerará neutrales.

La central de Zaporiyia

En rigor, no es algo que se tenga que acordar este mismo martes, pero seguro que Putin, Trump y sus respectivos equipos ya han empezado a trabajar sobre mapas y fronteras. Hay que dejar claro que al Kremlin le dan igual los mapas y las fronteras porque su objetivo no es quedarse con esta u otra región, sino que Ucrania dependa por completo de Rusia. Y no van a parar hasta conseguirlo, con mayor o menor suerte. En cualquier caso, a corto plazo, habrá que empezar a determinar esos límites y ver quién se queda de momento con qué.

El propio Trump mencionó la central nuclear de Zaporiyia recientemente, así que hay que entender que los rusos la han puesto sobre la mesa. En principio, la posición de Putin es que las cuatro regiones que se anexionó unilateralmente –Jersón, Zaporiyia, Lugansk y Donetsk– son suyas. Aunque no las controle en su totalidad. Aunque, de hecho, solo controle una: Lugansk. Zelenski no va a aceptar esto jamás, por supuesto. Los ucranianos no han luchado esta guerra para entregar ahora incluso lo que defendieron con éxito. Otra cosa es lo que a Trump le parezca eso.

Qué hacemos con Zelenski

Lo cual nos lleva al presidente ucraniano. Zelenski les sobra a los dos. Por supuesto, le sobra a Putin, pese a ser rusófono, haber nacido relativamente cerca de la frontera y haber participado en galas de fin de año de la televisión rusa… Trump también le odia. Le negó la investigación exigida contra Hunter Biden en 2019 y la filtración de la llamada le costó el primer intento de impeachment. Su opinión sobre Zelenski no parece haber cambiado, por lo que vimos recientemente en la encerrona del Despacho Oval.

Los dos se sentirían más cómodos con otro líder en Kiev. Un líder más “flexible”. Putin sueña con una marioneta estilo Yanukovich, pero se conformaría con un término medio. Trump quiere a alguien que le diga “sí y amén” y no ande matizándole a su vicepresidente. La Administración MAGA está convencida de que el mundo será más seguro si Rusia puede hacer lo que quiera en lo que considera su zona de influencia. Lo que pensemos los demás le es bastante indiferente.

El programa nuclear de Irán

La conversación, con todo, no puede quedarse en Ucrania. A Trump le molesta la guerra de Ucrania no porque vaya a ser el apéndice de una III Guerra Mundial, como tantas veces repite, sino porque desvía la atención de sus dos principales retos: frenar a China económicamente y detener el programa nuclear de Irán antes de que puedan desarrollar una bomba atómica. Ese objetivo lo comparte con Israel, por eso Trump siempre ha apoyado los ataques de Benjamin Netanyahu sobre suelo iraní, pese a las reticencias de la Administración Biden.

Putin algo sabe de ese programa nuclear. Sus científicos colaboran con los iraníes y a cambio los militares iraníes llevan mandando drones y munición a Rusia desde el inicio de la invasión. Este es un punto peliagudo para Moscú. Probablemente, Trump esté dispuesto a ceder Ucrania a Rusia (o, más bien, permitir que “hagan lo que les dé la gana”, como dijo en precampaña) a cambio de que Rusia abandone a Irán y desvele sus secretos nucleares. Eso lo facilitaría todo. ¿Será Putin capaz de eso? Si sale ganando, no hay duda alguna.

La cuestión en Siria

Siria lleva quince años viviendo en una guerra civil de la que Rusia es parte activa –primero, en defensa de Bashar Al-Asad y ahora en defensa de los que pretenden devolverle a Damasco desde Moscú– y EEUU tiene lazos de amistad con los kurdos. Producto de la coalición contra el Daesh, en Siria tienen tropas varios países occidentales y el nuevo gobierno no sabe muy bien qué hacer al respecto, porque, hasta ahora, nadie le ha reconocido oficialmente.

A buen seguro, sobre todo si se va a negociar la cuestión iraní, Putin exigirá a Trump que no reconozca en ningún caso a Ahmed al-Sharaa y a su gobierno. No mientras no le garanticen que su base naval de Tartús y su base aérea de Jmeimim pueden seguir funcionando sin problema. Al fin y al cabo, son su valiosísimo acceso al Mediterráneo. Probablemente, también le diga que le mande el mensaje a Netanyahu de que se puede quedar con lo que quiera de los Altos del Golán, si acepta a cambio del regreso del tirano.

El fin de las sanciones

A lo largo de estos dos meses, Trump ha anunciado que quiere levantar las sanciones a Rusia y que quiere imponerle más sanciones. Que va a aumentar los aranceles y que los va a reducir. Su discurso ha sido, como en casi todo, absolutamente errático. Con todo, la sensación que transmite es que está deseando que se reanude el comercio entre ambos países. A Trump le da igual si Rusia es un país bueno, malo o regular. Sabe que cuenta con 144 millones de habitantes y con dos metrópolis como Moscú o San Petersburgo donde se pueden hacer muy buenos negocios.

Por su parte, Putin necesita normalizar su economía cuanto antes. Moscú y sus propagandistas han repetido muchas veces que las sanciones apenas han hecho mella, pero eso no es cierto: la inflación está disparada, el poder adquisitivo se ha desplomado y el crecimiento del PIB es escaso y mantenido tan solo por la industria militar. Eso no lleva a ningún lado en el medio plazo y hay serias dudas de qué pasará si la guerra se prolonga más allá de 2026. Puestos a rescatar a Rusia a cualquier precio, sería absurdo que Trump no lo hiciera en el aspecto económico.