
El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu asiste a su juicio por cargos de corrupción en el tribunal de distrito de Tel Aviv, Israel, 12 de marzo de 2025 Reuters
Netanyahu se quiere cobrar la cabeza del jefe de Inteligencia de Israel que investiga el papel del primer ministro en el 7-O
La decisión del primer ministro israelí de fulminar a Ronen Bar, cuya agencia investiga los negocios de su entorno con Qatar que permitieron armarse a Hamás, conduce al Estado hebreo a una nueva crisis constitucional.
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Primero, Benjamin Netanyahu consiguió deshacerse de su ministro de Defensa, Yoav Gallant. Después, Benjamin Netanyahu consiguió deshacerse del jefe del Estado Mayor del Ejército, Herzi Halevi. Dos figuras críticas con sus planes para la posguerra en Gaza. Ahora, Benjamin Netanyahu busca deshacerse del director del Shin Bet, Ronen Bar, otro alto cargo del aparato de seguridad que le resulta incómodo.
Ruedan las cabezas de los responsables del atentado de Hamás. Salvo la suya. El primer ministro es el único líder israelí que sigue sin asumir, casi un año y medio después, su cuota de responsabilidad en los salvajes ataques terroristas del 7 de octubre, que se cobraron la vida de cerca de 1.200 personas en los kibutz más próximos a la Franja. En cambio, Netanyahu ha optado por jugar la carta del victimismo y descargar la presión sobre el resto. Es ahora el turno de Bar, miembro de la delegación israelí que negoció con Hamás el acuerdo de alto el fuego en Gaza que entró en vigor a mediados de enero.
Jacob Bardugo, consejero áulico del primer ministro, abrió fuego el domingo contra el director del Shin Bet. “Cada hora que Ronen Bar permanece en el cargo pone en peligro el Gobierno de Netanyahu”, expresó en el Canal 14. “Despedir a Bar debería ser cuestión de horas”.
Aunque todavía no es efectiva, la destitución del director del Shin Bet sí es inédita en la historia de Israel. Ningún primer ministro había tomado la decisión de prescindir del máximo responsable del servicio de inteligencia interior. Netanyahu no confiaba en la persona elegida hace cuatro años por el entonces jefe de Gobierno, Naftali Bennett, para liderar el Shin Bet, una agencia cuyas atribuciones se comparan a menudo con las del FBI. De hecho, Netanyahu alegó el domingo una “falta de confianza persistente” con Bar para apartarle del cargo.
“Es evidente que ese motivo no es cierto”, responde por correo el analista israelí Shaiel Ben-Ephraim. “Confió en él durante toda la guerra, a pesar de las tensiones entre ambos. Lo que ha cambiado ahora es que el Shin Bet está investigando los vínculos entre Qatar y el personal de la oficina del primer ministro”.
“No voy a especular sobre lo que encontrará la investigación, pero está claro que es lo suficientemente grave como para que Netanyahu entre en pánico”, explica Ben-Ephraim en conversación con EL ESPAÑOL. “Se trata de una confrontación que ha intentado evitar porque la capacidad legal del primer ministro para despedir a un jefe del Shin Bet es dudosa. Por lo tanto, le conduce a una batalla legal que no quiere tener. Pero cree que es lo suficientemente importante como para intentar salvar su pellejo”, añade.
El motivo real, como apunta este analista, radica en las pesquisas de la agencia de seguridad interior sobre los oscuros negocios con Qatar del entorno más próximo al primer ministro —en concreto, dos portavoces y uno de sus asesores de cabecera—. La investigación del Shin Bet sobre las causas del atentado de Hamás del 7 de octubre destapó las transferencias de fondos procedentes de Doha que llegaban a las arcas de Hamás; transferencias que contaron con el conocimiento —y la aprobación— nada menos que de Netanyahu.
El pequeño pero acaudalado país del Golfo, que acogió hasta hace sólo unos meses a los principales dirigentes de Hamás, llegó a informar a Netanyahu de que algunos de estos fondos servirían a la organización islamista palestina para comprar armas. No le importó. Los detalles del caso permanecen bajo secreto de sumario.
El denominado Qatargate arrincona al primer ministro, pero no es el único asunto que le pone contra las cuerdas. La agencia que encabeza Ronen Bar también escruta los errores que cometió el fatídico 7-O.
Las tensiones entre Netanyahu y Bar no son nuevas, sin embargo. El todavía director del Shin Bet, cuyo departamento se encarga de velar por el mantenimiento de las instituciones democráticas, se mostró especialmente crítico con la reforma judicial diseñada por el actual ministro de Justicia, Yariv Levin, que el Gobierno de coalición israelí intentó aprobar, sin éxito, a principios de 2023. Una reforma que, según sus críticos, socavaba la independencia de los jueces.
Guerra interna
A los frentes abiertos en Gaza, Líbano y Siria, Netanyahu ha sumado uno más: el frente contra su servicios de inteligencia. Durante una entrevista con el Canal 12, el inmediato predecesor de Ronen Bar al frente del Shin Bet, Nadav Argaman, amenazó al primer ministro con hacer público “todo” lo que sabe sobre él en caso de que cometa ilegalidades. Argaman le acusó, en este sentido, de “haber comprado la paz y la tranquilidad en Gaza con dinero qatarí”.
Netanyahu respondió ordenando a las autoridades que abrieran una investigación en su contra por el delito de extorsión. Las declaraciones en televisión del exdirector del Shin Bet le sirvieron para ahondar en su tesis de que el Estado profundo conspira contra él. A través de un comunicado, el primer ministro comparó los métodos de Argaman con los del “crimen organizado y la mafia”.

Ronen Bar, jefe del Shin Bet, asiste a una ceremonia en conmemoración del Día de la Memoria de los soldados caídos en las guerras de Israel y víctimas de atentados, en el cementerio militar del Monte Herzl de Jerusalén, el 13 de mayo de 2024. Reuters
Consciente del calado de las palabras de su predecesor, Bar movió ficha para calmar las aguas. “Quiero aclarar lo más importante: el Shin Bet es una institución estatal que lleva a cabo sus misiones de acuerdo con la ley. Su fuerza y resistencia residen en sus valores. Una institución estatal y su líder no abusan del poder de la agencia más allá de su propósito designado. Esa nunca ha sido ni será nuestra forma de actuar, ni con palabras ni con hechos. Mi intención es mantener al Shin Bet profesional y centrado en su misión por el bien de la seguridad del país. Desapruebo el discurso que no esté en línea con nuestros valores y nuestro trabajo”, trasladó por carta a sus subordinados.
El movimiento de Netanyahu encontró la resistencia de la fiscal general, Gali Baharan-Miara, que pidió en enero investigar a la esposa del primer ministro, Sara Netanyahu, por presionar presuntamente a los testigos de una causa separada de corrupción por la que su marido está siendo investigado.
“No es posible iniciar un proceso de destitución... hasta que se hayan examinado plenamente los fundamentos de hecho y de derecho en que se basa su decisión, y se haya evaluado su autoridad para tratar este asunto en este momento. Ello se debe a la extraordinaria sensibilidad del asunto; a su carácter sin precedentes; a la preocupación de que el proceso esté viciado por la ilegalidad y por un conflicto de intereses; y a la consideración de que el cargo de jefe de la Agencia de Seguridad de Israel (Shin Bet) no es un cargo de confianza personal al servicio del primer ministro”, argumentó en su escrito Baharan-Miara.
“En otras palabras, aunque la autoridad exista en principio, el proceso y la decisión deben ser adecuados, las consideraciones deben ser pertinentes y legales, deben basarse en fundamentos de hecho y sin conflicto de intereses”, explica en su informe el think tank Israel Democracy Institute.
En efecto, el primer ministro tiene la capacidad de despedir al jefe del Shin Bet si existen motivos de peso. “No parece haber ninguno”, apunta sin embargo Ben-Ephraim. “El fiscal general también dice que aquí hay un conflicto de intereses y eso significa que no puede despedir a Bar. Por lo tanto, la respuesta es que sí puede. Pero sólo con una buena causa probada. Eso parece faltar, especialmente en este momento. El 7 de octubre fue el fracaso, entre otros, de Ronen Bar, pero ¿por qué ahora? No parece haber una causa. Y, por lo tanto, Netanyahu no podrá despedirlo”.
El director del Shin Bet, quien, a diferencia de Netanyahu, avanzó su intención de dimitir por su responsabilidad en el 7-O, se ha negado a abandonar el cargo hasta conseguir la liberación de los rehenes que permanecen en Gaza y completar las investigaciones “sensibles” que están en manos de la agencia. Bar exige, además, que sus dos posibles recambios estén preparados antes de dar un paso al lado. En cualquier caso, según informa el digital The Times of Israel, se ha comprometido a asumir su salida en caso de que el Gobierno así lo decida.
La fiscal Baharan-Miara: próxima víctima
La fiscal general promete ser la siguiente en la lista de purgados después de que Netanyahu le acusara este lunes de abusar de su autoridad. “Su intento de despojar al Gobierno de su discreción es una negación peligrosa de su autoridad. Sus alegaciones de ‘ilegalidad y conflictos de intereses’ son una perversión de la justicia. La decisión de poner fin al mandato del jefe del Shin Bet no se debió a una investigación; la ‘investigación’ comenzó sólo después de que se considerara su despido y se filtrara a los medios”, recoge el comunicado de la oficina del primer ministro.
El Gobierno de coalición israelí, que sostienen los radicales de la extrema derecha religiosa, se reunirá este domingo para dilucidar si presentan o no una moción de censura contra la fiscal general. “Irán a por Gali Baharan-Miara”, anticipa Ben-Ephraim. “Es una heroína popular entre la izquierda israelí y una rival peligrosa. Además, el Tribunal Supremo la protegerá. Será una crisis constitucional, pero una crisis que Netanyahu probablemente perseguirá”.
“Querrá deshacerse de ella antes de las elecciones de 2026”, prosigue el analista israelí. “Es de esperar algún tipo de maniobra antes de las próximas elecciones y él sabe que ella se interpondrá en su camino”.
¿Qué escenarios se abren ahora? “Hay dos. Uno es en el que el sistema legal finalmente permite a Netanyahu despedir a Bar y otro es en el que no lo hace. En el primer caso, habrá manifestaciones. Masivas. Miembros de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) y del Shin Bet cuchichearán sobre un golpe de Estado, etc. Pero es probable que no pase nada. En el segundo caso, se tratará de una crisis constitucional que perjudicará a todos los implicados”, responde Ben-Ephraim, conductor del pódcast The History of the Land of Israel.
“En cualquier caso, Netanyahu ha demostrado su capacidad para sobrevivir a cualquier cosa y el sistema legal probablemente saldrá más perjudicado que él”, zanja el analista. En esta línea, el editorial del diario liberal Haaretz es contundente: “La cruzada de Netanyahu contra los guardianes acerca a Israel a la autocracia”.