Era un secreto a voces que la dirección nacional del PP iba a sustituir a Alfonso Alonso. Su negativa a aceptar que en la coalición para las elecciones vascas Cs tuviera un peso notable en las listas por Álava y Vizcaya -y la polémica venteada por las redes-, no dejaba otra salida al partido.
La designación de Iturgaiz tiene mucha trascendencia. De entrada, Casado recupera a un histórico del PP, un político de la línea de Mayor Oreja, María San Gil o Gregorio Ordóñez, referentes de la lucha por las libertades en el País Vasco.
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Entre otras virtudes, Iturgaiz conoce al dedillo la política vasca, y por su talante parece una apuesta adecuada para rescatar a los populares de la irrelevancia a la que cayeron con los 9 escaños conseguidos en las autonómicas de 2016. Es verdad que eran otros tiempos, pero con Iturgaiz el PP fue la segunda fuerza más votada en 1998.
El golpe de autoridad de Casado liquida, además, esa doctrina un tanto contemporizadora del PP hacia el relato nacionalista que arraigó en tiempos de Mariano Rajoy.
Sin espacio a Vox
La operación PP+Cs, al integrar a los liberales en las listas, une el gran espacio del centro derecha y deja sin lugar a Vox en el País Vasco. ¿Quién de la formación de Abascal puede discutirle a Iturgaiz todo lo que representa y ha representado para el constitucionalismo?
Además, Pablo Casado pone el foco en el País Vasco en un momento en el que los intereses de Pedro Sánchez dejan al PSOE de mera comparsa del PNV en la Cámara de Vitoria. Iturgaiz tiene el reto de ilusionar a un partido al que Mariano Rajoy condenó a la abulia y que es referente moral de muchos, incluso fuera de Euskadi.