A “Tina W.”, de 44 años, la detenían a principios de este mes operativos del Grupo Especial de Operaciones de la Policía de Alemania (SEK, por sus siglas alemanas). Esa unidad, el equivalente al GEO de la Policía Nacional española, se ocupa de las misiones anti-terroristas más arriesgadas que se pueden plantear a las fuerzas de seguridad del país del canciller Olaf Scholz. ¿Qué había hecho esta mujer?
“Contra ella hay una orden detención por varios delitos políticos”, según explicaría un portavoz policial al Bild am Sonntag, la edición dominical del diario Bild, el más leído de Alemania. Dicha publicación informaba de la detención de la tal Tina presentándola, nada más y menos, como “ministra de Asuntos Exteriores de los Ciudadanos del Reich”.
Según ha contado el periódico, a esta mujer bien parecida las autoridades ya la conocían por haber querido chantajear al empresario y acaudalado noble alemán Alexander Fürst zu Schaumbur-Lippe, un hombre casado y 20 años mayor que ella. Tina decía haber tenido una relación extramatrimonial con él. Habría escrito al noble hasta un millar de mensajes telefónicos con el objetivo de amenazarle con hacer público su 'affaire'. A cambio de su silencio, Tina quería 250.000 euros.
Este asunto habría quedado para las páginas de la prensa del corazón sino fuera porque en casa de Tina acabaron encontrándose armas. Además, un día de borrachera, terminó amenazando con atacar a un policía con hacha. Este tipo de comportamientos, en alguien con la ideología de Tina W. hace ya tiempo que dejaron de considerarse en Alemania meros sucesos con estrafalarios protagonistas.
Las autoridades germanas tienen a los “Ciudadanos del Reich” en el punto de mira desde que en un día de octubre de 2016, un “ciudadano del Reich” identificado aquí como Wolfgang P., armado hasta los dientes matara en su casa de Georgensgmünd, cerca de Núremberg (sur alemán), a un operativo de un comando del SEK con un arma de fuego e hiriera con disparos a otros dos.
Wolfgang P., que ahora cumple una cadena perpetua en la cárcel, se había metido en problemas con las autoridades porque tenía un total 31 pistolas y otras armas de fuego en su casa. Le habían pedido un par de meses antes que entregara esas armas. Pero “Wolfgang P”. era, según diría él mismo ante el juez, “un hombre libre” que no reconoce al Estado alemán, aunque ahora le haga pagar con una vida entre rejas.
Wolfgang P. y Tina W. son “ciudadanos del Reich”. Como tales, consideran, entre otras cosas, que la República Federal de Alemania no es un país, sino “una empresa”. Ese convencimiento forma parte del credo de este movimiento, que tiene mucho de secta aunque, por tener una organización difusa, no cuenta con una estructura organizativa clara. Lo que sí parece claro es que estos ciudadanos no creen que, realmente, que exista la República Federal de Alemania. En sus cabezas, lo que sigue existiendo es el Imperio Alemán. Creen de verdad ser ciudadanos del Imperio alemán. La palabra 'Reich' significa “imperio”.
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Popurrí ideológico
Para llegar a esa conclusión retuercen la traumática historia de Alemania. Aseguran que, como no se firmaron tratados de paz en la Segunda Guerra Mundial – sólo capituló el Ejército germano, la Wehrmacht –, la forma de Estado que ha de tener alemán es el Reich, el “imperio” alemán cuyas fronteras son las del Imperio Alemán en 1937. Pero su revisionismo histórico va más allá.
Los “Ciudadanos del Reich” creen también que Alemania sigue estando bajo la ocupación de las potencias aliadas que derrotaron al funesto III Reich de Adolf Hitler. Como Hitler, los “Ciudadanos del Reich” suelen ser antisemitas. La Oficina Federal para la Protección de la Constitución, nombre que recibe aquí los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior, los consideran parte del “extremismo de derechas”.
“Los Ciudadanos del Reich son grupos e individuos que rechazan la existencia de la República Federal de Alemania y su ordenamiento jurídico por diversos motivos y con diversas justificaciones – entre ellas la referencia al Reich histórico alemán, argumentos de la teoría de la conspiración o un derecho natural autodefinido –, explican los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior germano. Además, “niegan la legitimidad de los representantes elegidos democráticamente o incluso se definen a sí mismos por completo como ajenos al ordenamiento jurídico”, añaden.
Hasta 23.000 personas se cree que hay en Alemania con estas ideas en la cabeza. No es un fenómeno nuevo. Existe desde que se levantó la propia República Federal de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Diferentes organizaciones, asociaciones y hasta partidos políticos que han sido proscritos, como el Partido Socialista del Reich – que apenas vivió tres años tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1949 y 1952 – han mantenido encendida la conspiranoica llama imperial alemana. Hoy se encuentra a estos ciudadanos en una nebulosa y aparentemente inconexa red de iniciativas personales o de grupos extremistas.
Según las explicaciones que dan en La Oficina Federal para la Protección de la Constitución “la visión del mundo” de estas personas “es confusa y se aferran a ella con terquedad”. No es raro que las autoridades les retiren permisos de armas, si los tuvieren. Desde 2016 se han producido 1.100 retiradas forzosas de permisos para el uso de armas, según las cuentas del Ministerio del Interior, ahora en manos de la política socialdemócrata Nancy Faeser.
En un detallado análisis sobre estos “ciudadanos imperiales” de la Fundación Amadeu Antonio que aconsejan leer en la Agencia Federal de Educación Cívica (BPB), organismo público para la información ciudadana dependiente del Ministerio del Interior, se señala que entre las creencias de estos teutones figura “la idea de que el Imperio Alemán es parte de un supuesto “Sacro Imperio Atlántico de los Pueblos Europeos”.
En el popurrí ideológico de los “Ciudadanos del Reich” también juegan un papel la creencia en la existencia de mitos nórdicos en el mundo real, la existencia de la Atlántida y otras teorías de la conspiración” además de “ocultismo nazi, odio racista e ideologías antisemitas”, se lee en el documento de la Fundación Amadeu Antonio.
"DNI's del imperio"
Con estas creencias, no sorprende que “los Ciudadanos del Reich”, cuando están muy convencidos de los suyo, no paguen impuestos al Estado alemán que ahora tiene de canciller a Olaf Scholz y a Christian Lindner de Ministro de Hacienda.
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Hay quien se ha reivindicado líder del Gobierno interior del Reich, como Wolfgang Gerhard Günter Ebel, apodado por los medios germanos como “el primer ciudadano del Reich”, aunque este extrabajador ferroviario de la extinta Alemania comunista se llama a sí mismo “canciller en funciones del Imperio alemán”. Otro conocido integrante de este movimiento es Norbert Rudolf Schittke, otro jubilado que ha dicho ser el “emperador en el exilio”.
Los hay que se han dedicado, más que a los mandos del inexistente imperio alemán, a crear pequeñas infraestructuras administrativas paraestatales no reconocidas como las que dieron fama en su momento a Peter Fitzek. Este cocinero y maestro de artes marciales, través de una asociación, Asociación Nueva Alemania, llegó a crear varias empresas proveedoras de “seguros médicos del imperio” y hasta un “Real Banco del Imperio”, algo que le enfrentó a la Autoridad Federal Supervisora de los Servicios Financieros (BaFin, por sus siglas alemanas). Ha sido condenado varias veces por sus intentos de crear esa administración imperial paralela.
Común en ciudadanos como él, o como Tina W., por aludir a la detención más sonada que han sufrido estos conspiranoicos alemanes, es que tengan documentos de identidad emitido por lo que ellos quisieran convertir en estructuras estatales. El Bild am Sonntag, de hecho, publicaba, el día que informaba de la detención de la autoproclamada “Ministra de Asuntos Exteriores de los Ciudadanos del Reich”, el documento nacional de identidad de Tina. Era un documento al estilo DNI pero emitido por esa administración imperial que sólo existe en su cabeza y en la de quienes fabricaron el carné.
300 delitos violentos
La detención de Tina W. daba este mes visibilidad a un movimiento de “los Ciudadanos del Reich” con el que también se vincula a alguno de los responsables de los planes de dar un golpe de Estado que incluía meter a treinta hombres armados entrando en el Reichstag de Berlín, edificio que es sede del Bundestag, la Cámara Baja alemana, según ha informado el Welt am Sonntag, la edición dominical del diario Die Welt. En esa conspiración estaba implicado un noble, el príncipe Heinrich XIII Reuss, y una jueza que fue diputada del partido ultraderechista alemán Alternativa para Alemania (AfD), Birgit Malsack-Winkemann.
Los servicios de inteligencia los tenían vigilados desde que formaron lo que ellos llamaban la “Unión Patriótica” en tiempos de la COVID-19. Entre las ideas que habrían manejado el príncipe Heinrich y compañía figura el secuestro del ministro de Sanidad, el socialdemócrata Karl Lauterbach. Este político, epidemiólogo antes que político, defendió una línea dura de gestión ante la propagación del pandémico coronavirus. Esa política le valió muchos enemigos, visiblemente también entre los sectores radicalizados más reacios a plantar cara al virus como mandaron en el Gobierno del canciller Scholz y, antes que él, de la canciller Merkel.
En la operación policial contra estos supuestos golpistas, de la que acaba de cumplirse un año, se detuvo a 27 personas. Se hicieron registros en 160 viviendas. Se incautaron 380 armas de fuego y abundante munición, según las informaciones del Welt am Sonntag. Dadas sus intenciones, se les podría castigar con cadena perpetua.
Con su eventual condena, y la que se puede esperar caiga sobre la “ministra Tina W”., los delitos que ahora se reprochan al príncipe Heinrich XIII Reuss pasarán contar en los datos oficiales sobre el movimiento los “Ciudadanos del Reich”, espectro ideológico al que se atribuían en 2022 un total 1.358 crímenes, según cuentas oficiales recogidas por el portal de estadística alemán Statista. Casi 300 de esos delitos fueron “crímenes violentos”, según el Ministerio del Interior alemán.