“¿Sabe usted cuál es mi problema con ustedes, los europeos? Que suelen dudar muy a menudo de cosas que son reales y que nosotros les decimos”, apunta un joven líder comunitario de la Iglesia de Cristo en las Naciones, con sede en la ciudad nigeriana de Jos. Muchos de los cristianos asesinados el pasado fin de semana en el condado de Bokkos pertenecían a su secta protestante, claro que Darlington Kadam no es de ese condado, sino de Langtan South.
“Lo ocurrido en la meseta es solo la punta del iceberg de un viejo conflicto", dice. "Cientos de los míos fueron también masacrados en mi comarca entre 2012 y 2015. Hemos tenido experiencias verdaderamente terribles en todo el centro y el norte del país. ¿Me pregunta usted que si el ataque del pasado fin de semana era religioso? Asesinaron solo a los cristianos y al grito de Allahu Akbar. Quemaron las iglesias y las casas. ¡Por supuesto que fue un ataque religioso perpetrado por las milicias fulani!”.
Ha pasado ya una semana y todavía siguen compitiendo los distintos testimonios por explicar lo acaecido. “En mi pueblo —la aldea de Dares— penetraron en sigilo por la noche para acabar con todos”, dice Nissy, una joven de Bokkos perteneciente a la parroquia de la Iglesia de Darlington.
“Se deslizaron entre las sombras sin hacer ruido mientras la gente descansaba y comenzaron a incendiar las casas", cuenta. "Cuando los de la comunidad notamos su presencia tratamos de escapar para no ser abatidos. Otras partidas de hombres atacaron también de forma simultánea las aldeas de Tahore, Tamiso, Chirang, Daruwat, Hurum y Burura Champani, entre otras... Al día siguiente, me enteré de que habían asesinado a mí tío, a su esposa y a dos de mis primos”.
Al principio se hablaba de un centenar de muertos, pero la cifra se ha ido incrementando hasta las doscientas víctimas a medida que el recuento por los montes proseguía. Es obvio que los ataques se perpetraron de una forma perfectamente coordinada. En Nigeria han bautizado las masacres como Navidades Negras, una de tantas desde que comenzó a larvarse y enquistarse el conflicto religioso y económico entre los agricultores cristianos de los asentamientos campesinos y algunos pastores musulmanes cooptados por los grupos yihadistas o por simples criminales alentados por una codicia muy poco piadosa.
Hubo, además, el pasado fin de semana cerca de mil heridos, todos procedentes, al igual que los muertos, de comunidades cristianas de los condados de Bokkos y de Barkin Ladi, en el estado nigeriano de Plateau.
Entre los heridos había varios niños menores de cinco años, según Gyallak Godwin. Fueron cazados como alimañas dentro de sus casas o cuando intentaban huir a la carrera de los asesinos que abrían fuego contra ellos o los abatían a machetazos y lanzazos.
A partir del mismo martes, comenzaron a divulgarse por el mundo imágenes de los enterramientos de las víctimas y un puñado de fotografías que mostraban el estado en el que habían quedado las comunidades tras las razias, junto a varios fakes de otras matanzas semejantes de cristianos acaecidas en Nigeria y otros países del Sahel.
Incendiaron coches, motocicletas, las casitas de barro de las aldeas y, por supuesto, los templos y los centros comunitarios parroquiales de algunas de las iglesias protestantes como la de Nissy y Darlington Kadam. Solo que, a diferencia de lo ocurrido hace unas semanas en los kibbutzim israelíes y en Gaza, la prensa mundial ha pasado de puntillas entre los cadáveres de los africanos. Hay quien denomina a lo ocurrido en Nigeria durante los últimos 20 años el “genocidio silencioso”. No hay una denominación más oportuna para referirse a lo ocurrido.
Los atacantes
¿Quiénes eran los forajidos, qué buscaban y por qué la policía o el ejército de Nigeria no acudió a defender a los inermes campesinos? El ataque comenzó durante la Nochebuena, pero el lunes por la tarde todavía podían escucharse disparos aislados en algunas de las aldeas donde los bandidos incursionaron.
Desde el primer momento, los supervivientes de la cadena de masacres culparon a bandidos fulani de los asaltos, aunque no hay aún confirmación oficial de la autoría de los hechos. Bokkos es un condado del estado nigeriano de Plateau, una meseta situada en el centro-norte del país a la que paradójicamente solían referirse como el territorio de la paz y del turismo.
Si algo no hay ahora mismo en la región es paz y no faltan las voces que culpan a algunos miembros del Gobierno de connivencia con los asesinos. La propia Amnistía Internacional ha denunciado que los criminales de las partidas operaron con total impunidad durante 48 horas, moviéndose con libertad de un poblado a otro entre el domingo y el lunes.
“Las autoridades nigerianas han dejado a estas comunidades a merced de hombres armados arrasadores”, afirma el director nigeriano de AI, Isa Sanuni. En efecto, se contabilizaron al menos 38 llamadas de socorro en el transcurso de los dos días que duraron las razias, pero nadie acudió a ayudar a los agricultores indefensos.
“El gobierno y las fuerzas de seguridad conocen desde hace décadas el escondite desde el que estos terroristas lanzan sus ataques contra los estados de Plateau, Benue, Nasarawa, Taraba y Kaduna del Sur y, sin embargo, lo han fortificado deliberadamente y han proporcionado un refugio seguro para que estos merodeadores contrabandeen armas, entrenen a sus mercenarios y desaten un terror inimaginable sobre ciudadanos inocentes sin que medie provocación alguna”, sostiene Bitrus Pogu, presidente nacional del Foro del Cinturón Medio.
Dada la situación, hay quien se plantea como única solución la autodefensa. De hecho, ya existen grupos paramilitares de vigilantes tutelados por la propia policía o colectivos vecinales. “Nos hemos organizado porque ni el ejército ni la policía han podido acabar con la inseguridad en nuestra comunidad”, asegura Okiemute Ukpeseraye, que es el responsable de un somatén del condado de Bokkos llamado Neighborhood Watch, a PORFOLIO | EL ESPAÑOL.
“¿Que si es una guerra religiosa? Por supuesto que sí”, sentencia. “Los musulmanes planean apoderarse del estado entero. Los supervivientes han identificado a terroristas fulani entre los atacantes. No eran pastores de ganado, sino simples asesinos con poderosas armas extranjeras que ni siquiera nuestro ejército posee. No hemos visto jamás a esa gente ni con cabras ni con vacas. Y, créanme, los jóvenes de nuestra comunidad llevamos muchos años sufriendo la violencia de los fulani".
Ukpeseraye insiste: "Nuestra unidad fue creada por la propia policía y está comúnmente involucrada en mantener la paz y la seguridad de la comunidad, pero carecemos de armas poderosas para hacer frente a los merodeadores. Tampoco poseemos vehículos para producir una respuesta rápida en caso de ataque. Somos solo voluntarios que no recibimos ni una naira (divisa nigeriana) por nuestro trabajo”.
Se estima que alrededor de 60.000 cristianos han sido asesinados al grito de Allahu Akbar por Boko Haram, ganaderos fulanis y otros grupos de bandidos chadianos y fula desde el inicio del milenio. Claro que el asunto es mucho más complejo de lo que insinúan quienes, como el propio Okiemute, reducen el conflicto a un intento de islamización forzosa de las áreas cristianas del centro y el norte del país.
En torno a 30.000 musulmanes moderados han sido igualmente asesinados por terroristas islamistas y por cuatreros durante los últimos catorce años, según un grupo de investigación social nigeriano denominado Intersociety, cuyos hallazgos han sido divulgados incluso por la prensa vaticana.
El escenario geopolítico en el que se desarrollan las matanzas es el de las tensiones que provoca la lucha por la tierra entre los pastores seminómadas de la etnia fulani o fula y los campesinos cristianos de diferentes etnias. De un lado, los agricultores tratan de ampliar sus campos cultivables y, del otro, los pastores se quejan de que esto invade sus rutas de pastoreo.
La violencia sexual contra las mujeres no respeta ni a musulmanes ni a cristianos y tanto las violaciones como los secuestros son comunes entre miembros de todas las confesiones religiosas.
Además, buena parte de los muertos caídos en episodios armados del Sahel son fulanis. La desertificación del territorio provocada por el cambio climático y la invasión de zonas de pastoreo por parte de los campesinos ha incrementado más el resquemor. La posición social de un pastor depende del número de ejemplares que posee su rebaño, de modo que suelen viajar siempre bien armados con dagas envenenadas, arcos, espadas, alfanjes o un AK para protegerse de sus ataques.
Más que religión
Es obvio, sin embargo, que aunque ese es el contexto, las diferencias confesionales aún han arrojado más leña al fuego y brindado más excusas para que colisionen los cristianos con sus enemigos. En regiones como Plateau, esto es más cierto todavía. El propio modus operandi de los asesinos que cometieron las masacres del pasado fin de semana acredita que la religión jugó un papel fundamental en los ataques, más allá de las tradicionales diferencias entre pastores nómadas y campesinos.
Se sabe, por ejemplo, que muchos de los miembros de las partidas criminales que a menudo se designan con el nombre genérico de “bandidos fulani” son en realidad mercenarios chadianos o de otros países del Sahel con gran experiencia militar en frentes yihadistas.
Portan un armamento muy sofisticado que incluye, cuando menos, armas ligeras, RPG y ametralladoras PKM, lo que no guarda relación con el estereotipo del clásico pastor fulani armado con una daga emponzoñada para defender sus vacas. Distintos grupos islamistas como Boko Haram han encontrado en los fulanis unos magníficos y comprometidos aliados.
El joven líder pastoral de la Iglesia de Cristo en las Naciones, Darlington Kadam, no tiene duda alguna de que, al menos en Bokkos y en Langtan South, la motivación de lo ocurrido en Navidad fue claramente confesional. Él es de la opinión de que las tensiones económicas entre pastores y campesinos no podrían explicar todas estas masacres sin el concurso del odio religioso.
Darlington es un joven culto y extremadamente inteligente, autor de un ensayo sobre el desarme de la sociedad nigeriana. A su juicio, la violencia extrema que padece el país tiene mucho que ver también con la falta de control en el contrabando de armamento.
Está plenamente convencido de que existe una agenda religiosa oculta que se sirve de los fula para eliminar a los cristianos y que se aprovecha de las debilidades del estado para ejercer la violencia. “Llevan haciéndolo más de quince o veinte años. Los fulanis son nómadas que se mueven con armas escondidas a medida que avanzan. Cuando se instalan cerca de nuestras comunidades, comienzan a planificar cómo atacarlas utilizando tácticas de guerra de guerrillas. Conocemos a los perpetradores pero son vacas sagradas”, apostilla.
“Tienen que entender ustedes que los fulani no son originarios del estado de Plateau”, prosigue Darlington. “Proceden de estados centrales del norte como Sokoto, Zamfara o Kaduna, pero se han extendido por la meseta con el pretexto de conseguir campos de pastoreo para sus animales y han terminado matando gente. Cualquiera que no sea musulmán puede ser asesinado", insiste.
Además, apunta: "Si el gobierno tuviera voluntad política podría terminar con ellos en dos días, aunque, ciertamente, no es tán fácil desarmarlos. Piensen que no viven en casas convencionales sino en tiendas de campaña y se mueven de un lado para otro sin previo aviso. En mi propio pueblo, los fulani acaban de arrasar una plantación. En esta ocasión, se conformaron con destruir los plátanos. Supongo que esa es su forma 'educada' de enviarnos señales de advertencia”.
Todos, en la comunidad de Darlington, han perdido a alguno de los suyos. A su propio tío lo mataron en 2002 en el pueblo de Dadin Kowa. “Por supuesto, nos hemos organizado también en Langtan South como vigilantes y realizamos labores de inteligencia para que la policía pueda actuar con prontitud o anticiparse a algunas de las agresiones. Yo mismo soy miembro del Comité de Relaciones Públicas de la Policía de mi ciudad. En general, yo diría que el mayor desafío para el sistema de seguridad nigeriano son sus leyes de control de armas. La policía no tiene suficiente personal y está mal equipada así que, de una parte, los ciudadanos respetuosos de la ley no tienen armas ni siquiera para defenderse y, de otra, los criminales están más armados que las fuerzas de seguridad. Eso se traduce en que, básicamente, el nigeriano medio vive a merced de los asesinos”.
Es un hecho probado que los pastores nómadas han accedido a un volumen significativo de armas, muchas de las cuales penetraron en el país a través de mercenarios y redes criminales dispersas por el Sahel. Se ha acusado a sí mismo a algunos políticos de favorecer la afluencia de pastores fulanis para obtener réditos políticos.
Con todo, es preciso distinguir entre los enfrentamientos entre pastores y campesinos y los ataques de partidas de bandidos, señores de la guerra o islamistas (nutridas a menudo por renegados fulanis) como los acaecidos la pasada Navidad. Es necesario también diferenciar entre los fulas que participan en la violencia contra los cristianos y quienes la sufren a manos de los campesinos o de los propios islamistas y merodeadores que se ocultan en la jungla.