La capital ucraniana de Kiev sufrió en mayo de este año otra reanimación más a la eterna lista de un asedio ruso que comenzó hace ya más de un año. A día 29, la ciudad sufría el decimosexto bombardeo. Los Iskander, uno de los cohetes más potentes de Rusia, sobrevolaban de nuevo su cielo y sembraban el pánico entre los viandantes. Aquel mes, sin embargo, el gas ruso alcanzaba un pico en su exportación a España y se convertía durante esos días en su segundo suministrador. Ahora, con la llegada del invierno, las previsiones son similares.
Aunque este mes de diciembre la Unión Europea ha aplicado su duodécima ronda de sanciones contra Rusia, que prohíbe la importación del gas licuado con plazo de transición de 12 meses, lo cierto es que el gas ruso llegaba antes de la contienda de Putin. Y aún sigue haciéndolo. La cuestión es cómo. Muchas veces se registra su entrada directamente desde Rusia, pero, otras, llega desde terceros países y sin conocimiento exacto de su origen.
Álvaro Carbajo, exdirector de operaciones de Red Eléctrica y uno de los mayores expertos en el sistema gasista, diferencia entre la posición política de España como país y lo que hacen las empresas españolas. Son estas, aclara, las que compran "según su conveniencia". De esta forma, el gas ruso puede comprarse directamente a este país o a través de terceros países. Así, explica Carbajo, un buque con bandera de Liberia o Panamá puede salir desde un puerto ruso sin un destino claro y vende el gas al mejor postor en altamar.
"Se sabe la cantidad de gas que entra, pero de lo que no podemos estar siempre seguros es del origen. Cuando dicen que ha llegado tanto gas ruso, no se puede estar muy seguro, no se puede saber exactamente", reconoce Carbajo. "[El comprador] puede ser una empresa española que desconoce en ese momento de dónde proviene el gas. Se oferta en medio del océano", explica. Un producto cuyo destino final puede ser otro país de la Unión Europea, aunque la puerta de entrada sea España.
Antes de la guerra, gran parte del gas que llegaba a España lo hacía por gasoducto. De acuerdo con los datos del último informe anual de Enagás, suponía un 57% frente al 43% gas natural licuado (GNL), que llegaba en forma líquida por barco hasta una de las siete plantas regasificadoras españolas. Sin embargo, en 2022, el 71% del gas que recibe España es a través de buques. Un aumento que se ha complementado con una importante caída mucho mayor del gas que llegaba por tubo.
Diego Rodríguez, catedrático de Economía en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) e investigador de Energía en FEDEA, explica que, en lo que tiene que ver con el gas, hubo una cuestión importante: el corte de suministro que llegaba por gasoducto desde Argelia y a través de Marruecos–Magreb-Europa–, como consecuencia, primero, de la crisis con Marruecos, y luego, por la postura con el Sáhara.
"Lógicamente, hubo que reequilibrar la caída del peso del gas que recibe España por tubo desde Argelia –también hay conexión con Francia, pero es pequeña– con el mayor peso del GNL, así que se ha tirado del gas ruso con el que ya había contratos y también muchísimo de Estados Unidos", explica Rodríguez, además de otros países como Nigeria, Francia o Qatar.
El GNL ruso, sin embargo, empieza a llegar a España, y de manera muy disimulada, en el año 2018. Si se analiza la información recogida en los informes anuales y en el último boletín estadístico de Enagás se puede observar cómo el gas ruso no había llegado por barco hasta ese año. Así, en 2018, empezaron llegando 9.761 gigavatios hora (GWh). En 2022, esa cifra ha escalado hasta los 53.859 GWh.
Estas cifras guardan relación con la puesta en marcha de una gigantesca planta rusa de gas natural en el Ártico: la Yamal. Putin la inauguró en 2017 y, al frente, no estaba Gazprom, sino el grupo privado Novatek. Es un consorcio internacional en el que, entre otras, además los rusos y de empresas chinas, también participa la compañía francesa Total, con un 20%.
"España hasta entonces no importaba gas ruso. Se unió que había contratos con esa planta que empezaron a ser efectivos por el año 2018. En ese momento empezamos a recibir un poco y eso se ha ido incrementando", comenta Rodríguez. De hecho, según datos de Enagás, del 2% de gas ruso que empezó recibiendo España hemos pasado a un 12%. Y, si se observa lo que llevamos de año, entre enero y agosto, el porcentaje llega al 20%.
Según añade Carbajo, durante el segundo semestre de 2022, se estropeó la terminal Freeport, de Estados Unidos –uno de los principales proveedores de GNL–. "Eso hizo que como esa terminal de licuefacción no podía cargar todos los barcos porque no estaba de servicio, se aceleró un poco la compra de gas ruso", asegura. En enero de este año, volvió a funcionar, "pero entonces intervino otro tema: hubo una bajada de precios y las empresas españolas se aprovisionaron durante dos o tres meses en gran cantidad del gas ruso".
Con esta información sobre la mesa, se conoció en marzo de este año una misiva publicada por Bloomberg en la que la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, pedía a las empresas españolas que dejaran de comprarle gas a Rusia para que "las medidas sancionadoras destinadas a debilitarla económica y financieramente" ayuden a "detener su agresión" y "tengan el efecto deseado"”.
Como señala Rodríguez, "el gobierno puede recomendar a las empresas, pero esto suelen ser contratos privados [de aprovisionamiento] de largo plazo que duran entre 25 y 30 años". Hay que entender que poner en funcionamiento una planta de licuefacción cuesta miles de millones, por lo que, antes de hacer una inversión de ese calado, tienen asegurados contratos durante muchos años con clientes y precios ya fijados. Además, "el precio del gas que viene de Rusia, podemos suponer que será bueno, aunque es confidencial", apunta el catedrático.
La caída libre del gas ruso
"España es un caso muy particular", porque "tiene una capacidad de regasificación como nadie tiene en este momento y que estaba infrautilizada", apunta Rodríguez. De acuerdo con el último informe anual de Enagás, continúa encabezando Europa en número de infraestructuras de GNL, que se encuentran en los puertos de Barcelona, Huelva, Cartagena, Bilbao, Sagunto y Mugardos. El ruso llega, sobre todo, y como es lógico en términos de ahorro de costes, a las plantas de Bilbao y a Mugardos, en La Coruña.
El experto insiste, sin embargo, en que la situación española difiere mucho de la del resto de la Unión Europea. La lectura comunitaria es bien distinta. Desde la guerra de Ucrania, y también a consecuencia de lo ocurrido con el NordStream, "se ha producido de facto una caída increíble [del gas ruso que consumíamos]. Yo no esperaba que fuera tan rápida", apunta.
Según sus cálculos, y en base a los datos de Bruegel –que recoge los principales datos europeos sobre gas y GNL–, lo que la UE ha importado de Rusia por gasoducto hasta la semana 39 de este año y en comparación con 2021 supone un 8,7%. En 2021, ese porcentaje era de 42,6%. "En términos de volumen es brutal", reconoce el experto. "Solo en una pequeña parte se ha compensado con un aumento de las importaciones por barco. ¿Se importa más por barco? Sí. ¿Eso quiere decir que importamos más o menos lo mismo de Rusia? En absoluto", insiste.
Al contrario de lo que se pueda pensar, las reservas de gas están en niveles récord. A nivel nacional, y según los últimos datos publicados por Enagás, los tres almacenes subterráneos se encuentran al 100% de su capacidad. Es lo que se puede consumir en un mes en todo un país. Eso, además de lo almacenado en las siete regasificadoras con las que cuenta España. Pueden llegar a acumular hasta un 40% del total de Europa. Según los últimos datos, mantienen las reservas en un 67%.
Como recuerda Carbajo, el gas últimamente tiene muchas fluctuaciones porque está vinculado a la temperatura que hace. Como hasta hace poco atravesando una etapa inusual de altas temperaturas, "pues los precios del gas han bajado”, explica, y, de hecho, "aunque subirán, ya se ha preocupado Europa de que los almacenamientos de gas estén al 95%. Pero claro, en cuanto empiece el frío, empiezan a tirar de estos almacenamientos, y si no se aporta más gas, podrían acabarse las reservas en dos meses".