Noticias relacionadas
Putin y Zelenski comparten, curiosamente, el mismo nombre de pila: Vladimiro (Vladímir, en ruso y Volodomir, en ucraniano). Ambos han recibido el nombre del primer príncipe de la Rus de Kiev que se convirtió al cristianismo en el año 988. Fue bautizado para poder casarse con la hermana del emperador de Bizancio, Basilio II, en lo que supuso la primera boda entre una princesa griega y un bárbaro.
El rey bautizó a todos sus súbditos y el cristianismo fue ganando adeptos entre los eslavos. A su muerte, el cuerpo de Vladimiro I el Grande se desmembró para convertirlo en reliquias que se repartieron por todo el territorio. Ucranianos y rusos sitúan en ese momento su nacimiento espiritual y religioso.
Sin embargo, lejos del paradigma católico de "una Iglesia; un solo cuerpo", la Ortodoxia cristiana reconoce 15 iglesias diferentes en todo el mundo; siendo la de más peso simbólico y ecuménico, la de Constantinopla; pero la más fuerte, la rusa, con 120 millones de fieles y una fuerte relación con el Kremlin que la dota de un gran poder económico.
Siendo así no es de extrañar que, como si el cuerpo de Vladimiro se volviera a romper en pedazos, la invasión de Ucrania y el apoyo sin fisuras del Patriarca de Moscú, Kirill (Cirilo I) a Putin esté provocando el resquebrajamiento de la Iglesia Ortodoxa más numerosa y el enfrentamiento entre los líderes más importantes, sobre todo por las homilías de aliento a la lucha de los soldados rusos desde los púlpitos de la Federación.
"Lo que está sucediendo hoy en el ámbito de las relaciones internacionales no solo tiene un significado político (...) Hemos entrado en una lucha que no tiene significado físico, sino metafísico (...) Estamos hablando de la salvación humana, de dónde terminará la humanidad, de qué lado de Dios Salvador", aseguró el pasado 6 de marzo el propio Kirill en su sermón dominical, dotando de misión divina a los misiles rusos que bombardean Ucrania, sus propios hermanos ortodoxos.
Guerra religiosa
De hecho, muchos de los expertos en la Ortodoxia tienen claro que ésta además de una guerra nacionalista y expansionista, en la que Putin busca el sueño de la Gran Rusia, es también una guerra religiosa donde el líder de la Iglesia Ortodoxa busca someter de nuevo a la Iglesia Ucraniana y reforzar su poder frente a los valores "gays" de Occidente, como aseguró en esa homilía.
Los problemas políticos (y religiosos) entre Ucrania y Rusia pueden retrotraerse siglos atrás pero se econaron después de la invasión de Crimea en el año 2014. La actuación del Kremlin provocó un aumento del deseo ucraniano de crear su propia iglesia y cuatro años después, en 2018, el metropólita ucraniano, Epifany, consiguió independizarse de Rusia, tras tres siglos de subordinación, gracias a la intervención de Bartolomé, el Patriarca de Constantinopla.
En 2018, la Iglesia de Ucrania consiguió independizarse de Moscú después de tres siglos de subordinación
Este nuevo estatus, conocido en el mundo ortodoxo como autocefalia, ha acabado dividiendo, también en el aspecto religioso, a los ucranianos entre fieles a la iglesia nacional y fieles a Moscú, con el patriarca Onufriy a la cabeza. Pero, sobre todo, ha empeorado las relaciones, ya de por sí tensas, entre las dos cabezas más importantes de la Ortodoxia cristiana, Constantinopla y Moscú, con la ruptura de la relaciones. Una pequeña piedra que ha acabado provocando el maremoto que sufre ahora mismo toda la Iglesia Ortodoxa.
Diferencias entre ortodoxos y católicos
En 1054, en el Cisma de Oriente, se ratifica la separación de la Iglesia occidental y la oriental, es decir, entre católicos y ortodoxos.
Jerarquía. Los ortodoxos sólo consideran cabeza de la Iglesia a Cristo, mientras los líderes de las distintas iglesias autocéfalas, patriarcas y metropolitanos, se tratan como iguales. Sólo ostenta una supremacía simbólica el Patriarca de Constantinopla. Por su parte, los católicos tienen en el Papa su cabeza visible.
Controversia 'filoque'. Es una de las diferencias teológicas más importantes: los ortodoxos consideran que el Espíritu Santo sólo proviene del Padre, mientras que los católicos abrazan la Santísima Trinidad: con Padre e Hijo.
Inmaculada Concepción. Los ortodoxos no reconocen que María nació sin el pecado original, como aseguran los católicos; pero sí su virginidad.
Señal de la Cruz. Es uno de los símbolos más visibles: ellos hacen la señal de la cruz de derecha a izquierda y los católicos, de izquierda a derecha.
Curas sin celibato y con barba. Los sacerdotes ortodoxos pueden casarse y sólo los obispos tienen que mantener el celibato.
Bautismo y comunión. Mientras que el bautismo es por inmersión en la Ortodoxia, cuyos niños pueden comulgar desde la infancia; en el catolicismo es por aspersión y se espera que tengan 8 años para recibir la primera comunión.
Distintos calendarios. La Iglesia católica usa desde 1582 el calendario Gregoriano para establecer los días de fiesta; mientras que los ortodoxos mantienen el Juliano. Por eso no coinciden ni la Navidad, ni la Pascua ni la Epifanía.
Sin bancos: Mientras que en el rito católico se opta por arrodillarse en muchos momentos; en el ortodoxo se postran en el suelo, por lo que no hay bancos que lo interrumpa.
De hecho, en la carta que envió Kirill, el pasado 10 de marzo, al Consejo Mundial de Iglesias (CMI), -un órgano donde están representadas todas las iglesias cristianas del mundo-, el Patriarca de Moscú daba dos motivos para apoyar la invasión rusa: la presencia de la OTAN en la zona "ignorando las peticiones de Rusia" y el silencio eclesiástico cuando se proclamó la autocefalia de la Iglesia de Kiev que, a su modo de ver, ha sido parte de la estrategia de Occidente para acabar con Rusia, como "un intento de reeducar, de rehacer mentalmente a los ucranianos y rusos que viven en Ucrania en enemigos de Rusia".
Y concluía con una advertencia: "Que el Consejo Ecuménico de las Iglesias pueda seguir siendo una plataforma de diálogo imparcial, libre de preferencias políticas y de un enfoque unilateral. ¡Que el Señor preserve y salve a los pueblos de Rusia y Ucrania". Es decir, que nadie ose a erosionar su poder y su influencia.
Disidencia y oposición
Sin embargo, el Patriarca de Moscú se ha encontrado con voces opositoras dentro y fuera de su dominio religioso. No sólo se ha escuchado la enérgica condena del resto de líderes religiosos del mundo, incluido el Papa, que denuncian la guerra que ha iniciado Rusia con la invasión de "una nación fraternal", como se habla en círculos religiosos; sino que también está teniendo que hacer frente a la disidencia con el resto de iglesias ortodoxas y dentro de su propio patriarcado.
Fue Francisco I quien, el pasado 16 de marzo, trató de disuadirlo de su postura por videoconferencia "por el deseo de mostrar, como pastores de su pueblo, un camino hacia la paz, para orar por la paz para que haya un alto el fuego". Sin embargo, aunque acordaron que "la iglesia no debe usar el lenguaje de la política, sino el lenguaje de Jesús", la semántica de Cirilo I en apoyo a Putin no se ha visto afectada por el momento pese a los movimientos sísmicos internos que está sufriendo.
Casi 300 sacerdotes ortodoxos rusos y funcionarios de esta iglesia en todo el mundo han firmado una carta en la que condenan abiertamente la guerra y advierten de que los que están dando "órdenes asesinas" tendrán que hacer frente al "juicio final", que es lo que les espera.
En un movimiento inusual dentro del Patriarcado de Moscú, donde nadie se suele salir de lo que dicta Cirilo I, la misiva hecha pública el pasado 1 de marzo pedía "el cese del fuego inmediato" y defendía "el perdón y la reconciliación mutua" entre ambos pueblos.
Esta carta de protesta contra la política de Putin ha dado pie para que otros líderes religiosos ortodoxos que suelen moverse en la órbita de Moscú alcen su voz contra Kirill, dentro y fuera de la Federación, sobre todo después de que se prohibiera a todos los sacerdotes rusos utilizar la palabra "guerra" o "invasión" para referirse a Ucrania. Cirilo I lo llamó, simplemente, "acontecimientos actuales".
La pena por saltarse esta orden: arresto y multa, como le ocurrió a Ioann Burdin, el sacerdote de la Parroquia de la Resurrección de Cristo en Karabanovo, una pequeña ciudad al oeste de Moscú, que el pasado 6 de marzo se atrevió a recordar en su homilía el quinto de los Mandamientos cristianos: "No matarás".
La policía lo detuvo acusándolo de "desacreditar a las Fuerzas Armadas rusas, que están llevando a cabo una operación especial basada en la decisión del presidente ruso y en la Resolución del Consejo de la Federación de la Asamblea Federal de Rusia", según explica el informe.
También lo han acusado de adoctrinar a los feligreses con información sobre la presencia de las Fuerzas Armadas, en referencia a un post publicado en la página web de la parroquia en el que se afirmaba que "los cristianos no nos atrevemos a quedarnos de brazos cruzados cuando un hermano mata a otro hermano, cuando un cristiano mata a otro cristiano. No podemos taparnos los ojos vergonzosamente y llamar al negro blanco, al mal bueno, diciendo que incluso Abel probablemente se equivocó al provocar a su hermano mayor".
Burdin sólo ha sido condenado a una multa de 35.000 rublos (unos 300 euros) pero su detención y el posterior juicio muestran lo vigilante que está el Patriarcado de Moscú sobre todos los que no están dispuestos a seguir sus designios o simplemente cuestionarlos.
La Iglesia Ortodoxa rusa en Ámsterdam es la primera europea que ha roto relaciones con el Patriarca de Moscú
"No me parece bien que se mate a otras personas y no se trata sólo de un país. Se trata de ambos bandos: rusos y ucranianos (...) Estamos hablando en principio de la actitud de la iglesia hacia el asesinato. Es una maldición que cae sobre el hombre", insistió tras su condena el sacerdote que ha emergido con voz propia entre las corrientes disidentes.
En esos días, más de 50 destacados teólogos ortodoxos de todo el mundo firmaron una declaración provomovida por académicos del Centro de Estudios Cristianos ortodoxos de la Universidad de Fordham y la Academia Volos de Estudios Teológicos en el que se acusaba directamente a Kirill de "herejía" por el "nacionalismo religioso" que estaba impulsando con el llamado "mundo ruso" al que aspiran él y Putin.
Los teólogos recuerdan que en el Concilio de 1872 se calificó de herejía eclesial relacionar el destino de la Iglesia Ortodoxa con el de una sola nación o raza. "El Patriarca trabaja en 'sinfonía' con un presidente/líder nacional común (Putin) para gobernar este mundo ruso, además de defender una espiritualidad, moralidad y cultura comunes distintivas".
Entre los que han firmado ese manifiesto herético está la popular hermana Vassa Larin, que vive en Viena pero que forma parte de las comisiones de derecho litúrgico y canónico de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Esta religiosa, muy famosa por su canal de Youtube, asegura que el enfoque del Patriarca de Moscú es "algo horrible".
"No es cristiano", ha criticado Vassa Larin quien recuerda que ni siquiera puede ser tolerado aunque se plantee como una defensa de los valores tradicionales cristianos.
Tampoco la iglesia ucraniana fiel a Moscú y a su líder, ha permanecido callada. El Patriarca ortodoxo de Kiev, Onufriy, (fiel a Moscú), emitió a principios de marzo una declaración pública contra la "crueldad injustificada" por "el ataque a nuestro país por parte de las tropas de la Federación Rusa", con una clara reivindicación para los "militares ucranianos" que están dando la vida "por su país"; en comunión con las protestas del metropólita Epifanyi (independiente).
Días antes, los sacerdotes de la archidiócesis ucraniana de Lviv, que también son fieles al Patriarca de Moscú, habían solicitado en una carta abierta al obispo local que convocara un consejo para estudiar directamente la posibilidad de independizarse de Moscú y de Onufriy que, hasta ahora, aglutina a la mayor parte de fieles del país.
Rupturas formales
La Iglesia Ortodoxa rusa en Ámsterdam se ha convertido en la primera de las instituciones occidentales que ha roto relaciones igualmente con Cirilo I. Este organismo, que está formado por cuatro sacerdotes y un diácono, es una de las congregaciones ortodoxas rusas más grandes de los Países Bajos y ha explicado, a través de un vídeo de Facebook, que ya no mencionará más el nombre del patriarca Kirill en su liturgia debido a su respaldo a la invasión de Ucrania.
"Nosotros, como clérigos de la parroquia de San Nicolás en Ámsterdam, hemos expresado nuestra conmoción por la invasión de Ucrania por parte de las fuerzas armadas de la Federación Rusa... Nos distanciamos de la narrativa del patriarca Kirill".
Los sacerdotes rusos en Ámsterdam han denunciado varias amenazas e incluso relataron al periódico holandés ND cómo el arzobispo Elisey de los Países Bajos, leal a Kirill, visitó su iglesia tras esta decisión y les advirtió de que "Moscú estaba observando de cerca sus acciones".
La curiosa fórmula que han utilizado en ésta y en otras iglesias ortodoxas rusas del mundo para autoproclamar su "no obediencia" al Patriarca de Moscú es dejar de "conmemorar a Kirill en los servicios religiosos", es decir, "dejar de orar por él". Tradicionalmente es un gesto que se entendía como una señal evidente de cisma.
Varias iglesias han dejado de rezar por Cirilo I: una señal de cisma que ya se utilizó en la época soviética
De hecho, tal y como explica a un medio especializado John Burgess, profesor del Seminario Teológico de Pittsburgh, la decisión de dejar de nombrar al Patriarca de Moscú como símbolo de protesta y ruptura no es nueva puesto que durante la persecución soviética del siglo pasado, algunos sacerdotes ortodoxos ya se negaron a conmemorar a su líder espiritual al que consideraban colaborador del régimen comunista. Exactamente como está sucediendo en la actualidad.
Burguess asegura que es una opción valiente pero muy arriesgada puesto que si Rusia gana el conflicto, muchos de los que han alzado su voz contra Cirilo I "habrían puesto en juego su futuro". Pero si Putin falla en sus intenciones, entonces la que quedará muy tocada será la propia Iglesia Ortodoxa rusa y su Patriarca, el adalid de la tradición, de los valores rusos contra Occidente.
La repulsa de otros patriarcas
Bartolomé de Constantinopla. El que es considerado el líder espiritual de los cristianos ortodoxos orientales ha asegurado que Putin ha cometido "una gran injusticia" en una guerra contra sus "correligionarios". Por estas acciones, el presidente ruso se "ha ganado el odio de todo el mundo".
Teodoro de Alejandría y África. El pasado 3 de marzo, el patriarca aseguró que creía que Putin estaba "borracho de poder", que "piensa que es el emperador de nuestros tiempos". En una radio griega explicó que hasta ahora, Putin sentía "piedad por la Iglesia" pero que ahora "solo hay interés". "No puedes decir que amas a Dios y matar a la gente", concluyó.
Daniel de Rumanía. El primado de la Iglesia ortodoxa rumana ha pedido en numerosas ocasiones el "cese inmediato de las hostilidades" en Ucrania y ha calificado la invasión como "una guerra iniciada por Rusia contra un Estado soberano e independiente".
Illia II de Georgia. Fue uno de los primeros en levantar la voz contra "una tragedia mundial". Fue el pasado 24 de febrero y aprovechó para recordar la invasión de Rusia a su país en 2008 y la "amarga experiencia" que conoce Georgia ante la importancia de la integridad territorial. "Tengo el corazón dolido por Ucrania".
Leo de Helsinki y Finlandia. El arzobispo ortodoxo Leo de Helsinki y de toda Finlandia hizo pública una declaración donde condenaba "firmemente la invasión" y explicaba que todos los obispos ortodoxos estaban de acuerdo en declarar la no justificación de la guerra en Ucrania. Instó a "todos los creyentes a unirse en oración por la paz".
Ieronymos de Atenas. El arzobispo señaló que estaba "conmocionado como persona y como clérigo" por lo que les había sucedido a las familias de Ucrania y criticó la invasión.