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Había sido un día sin parar. En realidad, hacía semanas que Silvia Josefina Cortés Martín (59 años) no dormía más de tres horas y le sonaba el teléfono cada cinco segundos, pero ese 24 de febrero se le quedará grabado en el alma. La orden era clara: la embajadora de España en Ucrania y el resto del personal diplomático debían subirse al último convoy que sacaba a los españoles que querían huir de la guerra.
Metafóricamente se podría decir que Silvia sacó las llaves de la embajada de su bolso y echó el cierre. Ese bolso en el que echó las pocas cosas de valor que la acompañarían hasta su vuelta y una pequeña maleta. No había sitio para más.
La realidad es que fue la última en subir al coche junto a los nueve GEOs de la misión especial para protección del territorio patrio. Bueno, ella y su perro Prusia, un acompañante fiel en una carrera que la ha llevado desde Valladolid al mundo entero y que en Ucrania ha tenido, incluso, un protagonismo especial.
Hasta que recibió esa orden, Silvia estuvo luchando por la situación de los españoles en territorio ucraniano. Desde la embajada los llamaban todos los días, les preguntaba por su estado y si querían abandonar Ucrania. De hecho, sólo unos días antes, el 20 de febrero, la máxima representante española se reunía en Ovruch, en la frontera con Bielorrusia, un país cuyo Gobierno se considera una marioneta en manos de Putin, con su colega estonio Kaimo Kuusk y parlamentarios de la Rada apoyando acciones de paz.
"Teníamos muy claro que, si tenían que salir, ella iba a ser la última cuando le diesen la orden. Silvia es así", asegura en conversación con EL ESPAÑOL | Porfolio su hermano mayor, Miguel Ángel Cortés, el que fuera diputado y senador del PP durante años.
Casi dos meses después, Silvia Josefina, -"es Silvia para todos; lo de Josefina fue por la única hermana de mi padre"-, ha regresado de nuevo a Kiev, con Prusia en su regazo, por supuesto. La visita del presidente español, Pedro Sánchez, a la capital ucraniana el pasado jueves traía de nuevo las llaves de la embajada para levantar la persiana y empezar la reconstrucción. Otros países como Francia e Italia ya lo habían hecho, pero la misión diplomática española permanecía en Polonia hasta esta misma semana.
Sánchez, que aterrizaba en Kiev junto con la primera ministra danesa, prometía también tras su reunión con Zelenski el envío de un buque de guerra y más militares españoles a la zona. Más fuerza, más diplomacia, más trabajo para Silvia.
En presencia de la Embajadora, Dña. Silvia Cortés, hoy se ha procedido a la reapertura de la Embajada de 🇪🇸 en 🇺🇦.
— EmbajadaEspUcrania (@EmbEspKiev) April 22, 2022
Сьогодні, в присутності Посла, Пані Сільвії Кортес, відбулося повторне відкриття посольства 🇪🇸 в 🇺🇦.@MFA_Ukraine @MAECgob #Somostupolicia #GEO #StandwithUkraine pic.twitter.com/sOM8zlntAZ
Exilio forzado
El camino hacia un exilio forzado en febrero duró tres días montada en un coche sin poder casi estirar las piernas y con apenas algunos recuerdos personales junto a ella. "Se ha llevado una bolsita pequeña y las cosas de valor que le cabían en el bolso. Y todo lo demás se ha quedado en Kiev. Ahora tiene que ver si están ahí o si han sido saqueados".
En estas semanas de espera en Polonia, todos los que la conocen destacan los dos pilares que la han mantenido firme en su trabajo pese a los crímenes y las bombas: su fe y su compromiso con el servicio público.
"Es una persona muy católica y que ayuda mucho a la Iglesia; sobre todo ha trabajado con las monjas de la Madre Teresa de Calcuta, las Misioneras de la Caridad. De hecho, ha ido muchas veces de voluntaria tanto a la India como a Haití y cuando vivía en Nueva York, a la casa que tienen en el Bronx", recuerda Cortés.
Desde el Ministerio de Exteriores han alabado el trabajo discreto y sin descanso de la embajadora. El propio responsable de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, destacó la "extraordinaria" labor de esta vallisoletana con más de 30 años de experiencia en las relaciones internacionales y que fue asesora del Gobierno de José María Aznar.
A Miguel Ángel y a sus otras dos hermanas, Ruth y Leticia, no les sorprenden los halagos del Gobierno ni el aplauso de los españoles que han huido de la guerra gracias a su ayuda. "Silvia tiene muy claro que un diplomático, y más en tiempos de conflicto, es como un militar. Lo que tiene que hacer es obedecer órdenes", recuerdan.
Durante estos meses hablar con su hermana ha sido muy complicado. Ha sido un tiempo muy duro para ella, pero siempre que su madre o hermanas conseguían establecer conexión, se mostraba tranquila y sobre todo prudente: "Lleva meses durmiendo solo tres horas y cuando hablamos siempre nos dice que está bien, pero que no le preguntemos detalles".
Desde que era pequeña, esta licenciada en Historia Moderna siempre tuvo claro que quería trabajar en el ámbito de las relaciones internacionales. Para entrar en la Escuela Diplomática hay que tener una licenciatura y ella se preparó, a conciencia, siguiendo la máxima filosófica de que sólo conociendo bien el pasado se puede prever el futuro.
Antes de llegar a la universidad, Silvia estudió junto a sus hermanas en el colegio de las Dominicas Francesas de Valladolid y recibió, igual que su madre, una formación francesa de peso.
"Hemos sido una familia bastante tradicional en Valladolid. Mis padres se han ocupado mucho de que aprendiésemos idiomas, hemos viajado desde muy pequeños. Silvia, que está especialmente dotada para las lenguas, habla tres: inglés, francés y alemán".
Miguel Ángel Cortés recuerda que desde niños tuvieron un profesor particular en inglés porque sus padres consideraban que los idiomas eran algo muy importante. "Es muy de agradecer por parte de nuestros padres que pensaran así. Mi madre es de educación francesa y habla muy bien francés también", añade.
"Lleva meses durmiendo tres horas y cuando hablamos siempre dice que está bien y que no preguntemos detalles"
En 1992, con 30 años, esta vallisoletana conseguía salir con su título del lugar donde se amasaban sus sueños: la Escuela Diplomática. "Silvia siempre ha sido una profesional muy vocacional y muy echada para adelante. Es una persona que conoce además bien la historia de España y de Europa y en la medida de sus posibilidades siempre ha procurado ser muy activa en sus funciones y también a nivel humanitario", asegura su hermano mayor con una voz pausada.
De hecho, su trabajo final de carrera fue el estudio de un ejemplo histórico y real sobre cómo funcionó la diplomacia europea en un momento de conflicto interterritorial: la historia de Fernando I de Habsburgo, el hermano de Carlos V, el sitio de Viena y los apoyos internacionales que se generaron. Es decir, una lección en el pasado de cómo se comportó Europa y su diplomacia en un momento en que la amenaza venía también del Este.
Operación 'Prusia' por su perro
Siempre resulta muy curioso saber qué inspira a los agentes a poner el nombre de las operaciones. En este caso, la operación especial llevada a cabo por la Policía Nacional y los grupos especiales para sacar a los españoles de Ucrania tiene mucho que ver con la protección y la propia embajadora.
'Operación Prusia', como la denominaron, tenía la misión de garantizar la seguridad de los últimos convoyes con españoles que salieron el pasado mes de febrero. La misma misión que tiene nuestro protagonista con Silvia Cortés puesto que Prusia es el nombre del perro de la embajadora española, su compañero de viaje.
Fuentes del Ministerio del Interior aseguraron entonces que los policías también se encargaron de asegurar físicamente el edificio de la embajada de España hasta la vuelta a la normalidad. Es decir, tenían que guardar el territorio patrio al menos hasta la vuelta de Prusia.
Su primer destino tras salir de la Escuela Diplomática fue directamente el Ministerio de Asuntos Exteriores, en la Dirección General de Política Exterior para Europa. Pero al año siguiente ya había vuelto a hacer las maletas para marcharse de España, esta vez a Bruselas, al Secretariado Internacional de la OTAN. Esta organización fue la primera estación de muchos viajes e idas y venidas que han jalonado su intensa vida profesional.
Fuera de España, ha trabajado en Nueva York, en la Representación Permanente ante la ONU; en las embajadas españolas en Israel y en Alemania, hasta que en 2014 fue nombrada embajadora de España en Albania. Tres años después, daba el salto a Ucrania, "un lugar, a priori, razonablemente tranquilo", reconocen sus familiares, pero que ha resultado ser la prueba de fuego para una diplomática con mucho oficio que ha superado cualquier imprevisto con un sobresaliente, entre otras cosas, por su formación y contactos.
Fue asesora en temas internacionales del Gobierno de José María Aznar en dos legislaturas
"Cuando estuvo destinada en la OTAN aprendió mucho lo que tiene que ver con la organización y con el trabajo. Ha estado también en Nueva York, en Israel y en Alemania y eso le ha proporcionado muy buenos contactos con esos países y con sus servicios internacionales que es algo que siempre le ha interesado", aclara el exdiputado del PP.
Dentro de España, fue asesora del Gobierno de José María Aznar en temas internacionales en dos legislaturas: la de 1996 y la de 2002. Aunque entre medias, como siempre, volvía a hacer el equipaje para asumir una misión fuera de nuestras fronteras y eso que, como asegura su hermano, no es que sea el prototipo más típico de diplomático: "Es una persona de ideas muy firmes. Es una mujer que ha leído y sigue leyendo muchísimo, que siendo ya diplomática y estando destinada fuera estudió Filosofía y Teología. En Israel se especializó en Estudios Bíblicos".
Es esa parte teológica, de mujer de fe, la que la hace muy especial, volcada en el otro, y capaz de regalar generosamente su tiempo y su esfuerzo para el bien común. De hecho, si algo destacan de Silvia los que la conocen bien es esa doble faceta humanitaria y humanística que se combinan casi por igual en su día a día dentro de la labor diplomática.
"Ella ha tenido una relación muy buena con las autoridades locales, con las universidades, con los intelectuales, con las distintas iglesias, porque allí están los ortodoxos y los grecocatólicos...", explican fuentes familiares.
Y añaden: "La parte humanitaria la ha desarrollado allí donde ha podido siempre a través de instituciones religiosas, como las monjas de la Madre Teresa, y la parte humanística con muchos contactos con universidades, profesores universitarios... El hecho de ser muy fluida en idiomas le permite eso".
Recorriendo el país
Bohdan Chuma, profesor de Historia de la Universidad Católica de Ucrania y presidente de la Asociación de Hispanistas de este país lo confirma en conversación con EL ESPAÑOL | Porfolio. "Es una persona amable y además una diplomática que no olvida los temas culturales, que son los que me interesan más como profesor de Historia. Ella ha seguido manteniendo nuestra Asociación de Hispanistas de Ucrania, creada en 2009".
Esta organización congrega no sólo a profesores de español que enseñan nuestro idioma en colegios y universidades sino también a profesionales como Chuma que están especializados en la historia común entre los dos países: "Yo me dedico a investigar la presencia en Lviv [Leópolis] de las órdenes católicas creadas por los santos procedentes de España, como los jesuitas o los carmelitas descalzos. Y también la presencia diplomática española aquí, como el consulado español de Odesa del siglo XIX. Y en mi trabajo siempre he tenido el apoyo de la embajada. Siempre se puede contar con la embajada y personalmente con doña Silvia".
Bohdan destaca de la española que, como embajadora, conoce muy bien Ucrania, sus tierras y sus gentes a pesar de que sólo lleva cuatro años en el cargo. No es una diplomática de oficina, de quedarse dentro de las cuatro paredes de su despacho o conformarse con las reuniones marcadas en su agenda. Sino más bien es una diplomática a la que le gusta coger su mochila (de nuevo), a su perro Prusia y recorrerse las distintas regiones del país, de forma anónima, como una turista más, para saber bien cuál es la sociedad en la que defiende los intereses de España.
"Ella muchas veces visitaba Lviv en su tiempo personal, conoce aquí a mucha gente. Sé muy bien que le gusta mucho nuestra ciudad, como otras de Ucrania. Le gusta viajar y conocer las ciudades, las gentes y eso es muy importante para un diplomático de carrera, no sólo tener la información oficial sino también la de la gente, de las diferentes regiones y de las distintas sociedades", añade Bohda.
Entre las actividades programadas de la embajada española, antes de la guerra, podía disfrutarse de una extensa aportación cultural no sólo en Kiev, sino también en las ciudades más importantes del país, que en muchas ocasiones coincidían con las grandes pasiones de Silvia: los libros y el cine.
"Ha tenido una relación muy buena con las autoridades locales, universidades, intelectuales, distintas iglesias..."
"Es muy aficionada al cine, ha viajado bastante y cuando tiene tiempo se dedica a estas cosas, pese a lo mucho que se ocupa de sus sobrinos", asegura su hermano.
La última vez que su madre vio a Silvia en carne y hueso fue en las pasadas Navidades. Los Cortés se reunieron en Valladolid y la embajadora, sin intuir aún lo que su país de acogida iba a sufrir en unos meses, se quedó unos días en la capital castellanoleonesa para llenarse de familia. Casi sin saberlo, esos días de visita se convirtieron en un remanso de paz que la preparó para lo que ha tenido que ver y sufrir en primera persona solo unos meses más tarde.
"Se marchó poco después de Reyes", explica su familia. Y seguramente acompañada del recuerdo de tres figuras mágicas que ella misma ha llevado hasta los colegios de Ucrania a través de las actividades con la embajada y que utilizó como imagen de postal para desear unas felices navidades en diciembre.
Una triple magia que seguro le sigue ayudando ahora que tiene que volver a reactivar todo su negociado de nuevo, en una situación que sigue siendo muy extrema. Silvia ha vuelto a su piso, cerca del Parlamento, que tuvo que abandonar por un camastro en su oficina en los primeros días de guerra. También a su despacho en el edificio de la embajada situado en una de las arterias comerciales de Kiev, que asoma al río Dniéper casi como un potente símbolo de que la vida sigue transcurriendo.
Ahora, ese barrio próspero es un lugar donde empezar otra vez de cero a reconstruir no sólo los edificios sino también relaciones, proyectos, programas, solidaridad entre pueblos... y Silvia Cortés es una mujer con mucha fe para poder apostar por ello.
"A finales de septiembre estuvo aquí en Lviv con una visita oficial. Teníamos un proyecto que era el 'Lviv español'. Habíamos planteado muchas cosas para finales de año, para este otoño: una semana de cultura española aquí, un club de cine... Esperamos que acabe todo antes de otoño para seguir con nuestros planes", desea el presidente de la Asociación de Hispanistas de Ucrania. Y el resto del mundo, también.