La mecánica Míriam Silva (Villamartín, Cádiz, 17 de marzo de 1997) ha hecho historia este año en el mundo del motor. Cuando aún no había cumplido 25 años, se ha convertido en la primera mujer, y además española, que ejerce de comisaria técnica de coches en el Rally Dakar, el más importante del mundo, celebrado en enero en el desierto de Arabia Saudí. En el taller, hábitat laboral de hombres, ella es una rara avis. Una pionera a la que quizás otras le seguirán los pasos.
Entre semana, Míriam trabaja desde hace varios años con contrato eventual en una Inspección Técnica de Vehículos (ITV) en Málaga, revisando que los coches que le llegan cumplan los requisitos para salir a la carretera: intermitente a un lado, intermitente al otro, frene a fondo, acelere...
En los fines de semana y en sus periodos de permiso, lo que inspecciona como comisaria técnica de rallies no son turismos corrientes sino potentísimos coches de carreras todoterreno de última generación. Vigila, por ejemplo, que sus motores se ajusten a las normas de la prueba. En el caso del Dakar, las dicta la Federación Internacional de Automovilismo (FIA). Aclara que los pilotos y sus mecánicos "son muy profesionales" y que no se ha encontrado tramposos, solo algunos fallos al adaptar sus motores de una competición a otra con requisitos diferentes.
En definitiva, ella es la que revisa los motores, los precinta y les da la luz verde para que salgan a correr: la que pone el sellito de la ITV de élite para los mejores coches de rally del mundo. En las arenas de Arabia ha tratado con campeones como el español Carlos Sainz (al volante de un Audi RS Q e-tron híbrido), el catarí Nasser Al-Attiyah (con un Toyota GR DKR Hilux T1+) o el francés Sébastien Loeb (que pilotaba un Prodrive BRX Hunter). Al-Attiyah ha sido el ganador de este año y Loeb el segundo.
Ahora se acuerda de esos pocos (muy pocos, matiza) compañeros en el curso de formación profesional en Automoción que les restaban méritos a sus buenas notas. Le decían que las había conseguido por ser chica y beneficiarse del favoritismo de los profesores. "Yo me enfrentaba a ellos y les decía que se pusieran a estudiar como yo. Pero sufría y, cuando llegaba a casa, me sentía muy mal. Hoy yo puedo decir que he estado en el Dakar", cuenta con orgullo a EL ESPAÑOL | Porfolio en un día de descanso entre la ITV y el siguiente rally.
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Su trayectoria, que ella repasa en esta entrevista, es un gran caso de estudio sobre la irrupción de la mujer en un sector laboral casi completamente masculino, los condicionantes y obstáculos que explican que no haya más mecánicas en los talleres, y qué habría que hacer para multiplicar su ejemplo. En estos días en que muchos jóvenes dudan sobre dónde matricularse el curso que viene, qué oficio elegir, su experiencia puede iluminar a más de una, más de uno.
Su heroína es su madre, administrativa en el centro de salud de Villamartín (Cádiz). La crió sola y la alentó
Míriam explica que ha sido mecánica por su determinación y no por herencia, porque en su familia no hay precedentes. No tiene un padre con taller, como muchos de sus compañeros de oficio. Es hija única de Encarnación Silva, administrativa en el centro de salud de su pueblo, Villamartín, que la crió como familia monoparental. De su madre toma el único apellido que usa, Silva. Ella, Encarnación, es su heroína. La mujer que le compraba libros y la exponía a todas las posibles carreras que ofrecía la Formación Profesional.
Con ocho o nueve años, recuerda, se interesó por ser mecánica de aviones, y su madre le compró libros para que se fuera inspirando. Al llegar la adolescencia, y como no quería estudiar Bachillerato, optó por cursar el Grado Medio de Electromecánica en el Instituto de Educación Secundaria y Formación Profesional Las Cumbres, en el pueblo de Ubrique, en la sierra de Cádiz. Tras completarlo, se fue a Jerez, al IES Andrés Benítez, a hacer el Grado Superior en Automoción, que terminó a los 21 años. En cuanto terminó el Grado Medio, con 19 años, se puso a trabajar, intermitentemente, en diferentes talleres de la ITV de Cádiz y Málaga.
Pregunta.— ¿Cuántas chicas había en clase? ¿Era la única?
Respuesta.— En el grado medio, éramos 19 chicos y yo. Otros compañeros eran hijos de mecánicos, o tenían motos y las arreglaban, pero yo entré sin tener ni idea de mecánica. Me costó mucho al principio. Estudié muchísimo. Yo sentía que ese era mi sitio. Fue un alivio cuando vi que los motores de automoción y los de los aviones tienen mucho en común y que no estaba perdiendo el tiempo, porque si quería, podía acceder después a estudiar mecánica de aviación. Luego, en el grado superior de Automoción, éramos 40 el primer año, repartidos en dos clases. Había otra niña, que se quitó y no pasó al segundo año.
"En Electromecánica, éramos 19 chicos y yo. En el grado superior de Automoción, éramos 40, y la otra niña se quitó"
P.— ¿Escuchó comentarios machistas?
R.— Tengo bastantes cojones para poner a cada uno en su sitio. No es que fueran muchos. "¿A dónde vas con las uñas pintadas? ¿No ves que te las vas a manchar de grasa?"; "No vayas con el pelo suelto, cógete una cola". Les he contestado: me la pondré si yo quiero. Esas cositas. Íbamos a mover entre dos una caja de cambio y me dijo, "quítate tú, que pesa mucho". ¿Qué pasa, que tengo los huesos de cristal? O me han dicho, "límpiame esas herramientas", y he contestado, límpialas tú, que yo no soy tu chacha. Te podría decir muchas. Esos comentarios son de una minoría de personas, porque gilipollas hay en todos lados, en la mecánica o en la administración. Pero quiero destacar que la mayoría de mis compañeros y profesores eran un amor. A algunos les daba coraje que yo tuviera mejores notas, y decían que era por ser niña, no porque yo me hubiera partido los cuernos estudiando. Eso me lo han dicho muchas veces. Los que me lo decían solo tenían que estudiar, mientras que yo estaba estudiando y trabajando a la vez en la ITV, yendo y viniendo en coche, levantándome a las cinco o a las seis de la mañana. Yo sabía lo que me estaba costando, el sacrificio que estaba haciendo. He sido independiente desde muy joven.
En clase se enfrentó a comentarios machistas de algunos compañeros. "La mayoría eran un amor", aclara
Ella y la mayoría de sus compañeros en la ITV, que depende de la empresa pública andaluza Verificaciones Industriales de Andalucía (Veiasa), han encadenado contratos eventuales durante años, aunque en junio se han convocado 26 plazas indefinidas. En busca de seguridad laboral, la inspectora se está preparando las oposiciones para ser profesora de formación profesional de automoción, donde sería también de las escasísimas mujeres docentes en este sector. Seguiría así el camino de su profesor Modesto, al que agradece haber tenido paciencia con ella y haberla apoyado cuando entró en el primer curso sin conocimientos mecánicos: "Se portó muy bien, creyó mucho en mí".
P.— ¿Cómo entró en el mundo de los rallies y se hizo comisaria técnica?
R.— Cuando estudiaba el grado medio. En el 2015 se celebraba la Subida de Ubrique a Benaocaz [en la sierra de Cádiz]. Un profesor nos comentó en clase que había un examen para ser comisario técnico y me llamó la atención. Yo no tenía contactos en el mundo de los coches pero soy una persona que me busco la vida. Hablé con una escudería y les pregunté si podía ir a ver cómo era aquello, y me invitaron. Así conocí a Enrique Vidal y a su mujer, Macarena Fabregat, que son comisarios técnicos. Enrique, que es delegado técnico de rallies en Andalucía, y Macarena me trataron como a una hija. Manuel Alonso, el presidente de la Federación Andaluza, y José Antonio González, el vicepresidente, también me abrieron camino.
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Estos referentes la apoyaron para trabajar como comisaria técnica, y así fue acumulando experiencia en decenas de pruebas en España y el extranjero. A través de ellos conoció a David Castela, director del Dakar, quien la llamó, cuenta, para incorporarse este año al equipo de comisarios técnicos del rally más exigente del mundo, durante veinte días en los pedregales y dunas de Arabia Saudí. Cumplía además la condición de saber inglés. La española Míriam Silva se convertía no solo en la primera mujer que ocupaba ese puesto en las categorías de coches, sino en la más joven del grupo de comisarios, con 24 años.
P.— ¿Cuántos comisarios eran? ¿Cómo ha sido la experiencia?
R.— Éramos seis. Tres franceses, dos argentinos y yo, la primera mujer comisaria técnica de coches en un Dakar. Ellos tenían 60 años y pico, 50, 40. El trato a esos niveles es muy profesional. El Dakar es una ciudad móvil. Íbamos de una etapa a otra en avión. Esta edición ha sido la primera dentro de la FIA. Mi trabajo es verificar que los vehículos cumplen su reglamento. Yo me encargaba de la categoría de turismos T1 y T1+. Por ejemplo, mirar el diámetro de la brida del turbo para que no entre más aire de lo que dice la normativa. Es como una ITV muy exhaustiva, porque van a competir a muerte. Hemos pasado mucho frío, calor, cansancio, estábamos reventaítos. Me he esforzado muchísimo, no por ser mujer, sino por mí.
P.— ¿Ha echado muchos coches atrás por no cumplir, como en la ITV?
R.— Son pilotos y mecánicos muy profesionales. No son trampas, sino que a veces vienen de competir en una competición con otra normativa, y tienen que adaptarse.
Ha sido la primera y única mujer comisaria de coches en el Dakar (donde sí hay desde hace años mujeres pilotos y, más recientemente, alguna comisaria de motos), como antes era también "la única niña de la clase" hasta que hace tres años acabó sus estudios. "He sido la única en muchos aspectos de la mecánica", dice Míriam Silva. También es la única mujer en todos los turnos de la ITV donde trabaja de inspectora en Málaga capital.
Y cree que seguirá siendo la única, un caso aislado y motivo de noticia, mientras no se fomente mucho más, dice, la difusión de las carreras de automoción entre las estudiantes, para que, cuando llegan en el catálogo de la FP a la sección de los motores, no pasen la página sin mirarla, descartando esa salida laboral automáticamente. Para que eso cambie, recomienda que la sociedad valore más las profesiones de los talleres mecánicos.
"No he visto ninguna mujer albañil ni ninguna electricista. ¿Por qué no las hay? Porque no visibilizan esas salidas"
Silva argumenta que no quiere "discriminación positiva" para beneficiar a las mujeres que ya están dentro del oficio como ella, sino mejoras educativas para atraer a chicas a la formación profesional de mecánica. La clave está, insiste, en el acceso. "Hace falta que tengan una imagen, que visibilicen todo lo que el sistema educativo te ofrece. Hay campos como la mecánica que no están visibilizados. Y pueden ser una buena salida laboral para ellas. Nadie me dijo que podía ser una posibilidad laboral para mí mancharme las manos hasta arriba de grasa. No he visto ninguna mujer albañil ni ninguna electricista. ¿Por qué no las hay? Porque no visibilizan esas salidas. Me gustaría que si se me estropea algo en casa, viniera una tía electricista con su maletita".
Va entre Villamartín, su pueblo, y Málaga al volante de su Seat Ibiza, con motor de 1.900 centímetros cúbicos. Le gusta mucho su utilitario, pero si tuviera más dinero se compraría un Audi A-3. Se considera una conductora muy buena y se plantea ponerse del otro lado y correr en algún momento como piloto de rallies. Ya lo ha probado en circuitos. Pero para competir con una escudería hacen falta recursos y patrocinios de los que ahora carece.
P.— ¿Qué nos recomienda, como mecánica de ITV y comisaria técnica, a los conductores de coches normales?
R.— En la ITV veo muchos coches con las ruedas vaciadas. Tenemos que mirar más la presión de los neumáticos. Hay gente que no es mecánica y que abre el capó, mira y no sabe qué hacer. Pero por lo menos hay que mirar la varilla del aceite, que tenga el nivel. Todos los depósitos tienen un máximo y un mínimo. Hay que mirar por lo menos que esos niveles estén bien. Eso está al alcance de cualquiera. La mayoría de las averías se puede evitar con esos cuidados preventivos básicos.
Una última cuestión. Dice Míriam Silva que, según su experiencia, los juguetes no determinan tanto los roles que uno asume luego de mayor. "Yo de niña no he jugado con coches, jugaba con barbies, cocinitas y muñecas. Veía a mis primos con el Scalextric y pensaba, qué aburrimiento, todo el tiempo dando vueltas. Hoy, mis primos no tienen ni idea de coches y de qué es un pistón, y yo he estado un mes en el Dakar".