España sufre la peor sequía del siglo y, sin embargo, los alrededor de 400 campos de golf que pueblan la península absorben entre 120 y 200 millones de metros cúbicos de agua al año. Es decir, una media estimada 160.000 millones de litros anuales, casi lo mismo que gastan todos los habitantes de la Comunidad de Madrid. Las cifras escandalizan, más cuando el país está sumido en una crisis hídrica que ha comenzado de forma prematura en abril y que no tiene vistas de remitir hasta, al menos, pasado el verano, aunque en las próximas horas se esperan precipitaciones que pueden aliviar la situación parcialmente. En consecuencia, algunos partidos políticos de izquierda, como Adelante Andalucía, han reabierto el debate sobre la utilidad de este deporte y han pedido cerrar los 109 campos de golf que hay en la comunidad autónoma ante la falta de lluvias y el bajo nivel en el que se encuentran los embalses andaluces, cuya marca se ha reducido esta semana al 27,60% de su capacidad.
"Un campo de golf es radicalmente insostenible", espetaba en rueda de prensa José Ignacio García, diputado de Adelante Andalucía. "109 campos de golf gastan al año el mismo agua que consumen un millón de personas". Los datos son ciertos, pero tienen trampa, ya que al hablar de gasto de agua no se valora si esta es apta para el consumo humano o si procede de aguas residuales reutilizadas. Tampoco se compara el derroche con el de otros sectores que gastan, en proporción, muchísimos más recursos hídricos y no generan un retorno económico tan grande como el golf.
Un metro cuadrado de campo de golf consume entre 1.500 y 2.000 litros de agua al año. Teniendo en cuenta que muchos campos suman de media entre 30 y 50 hectáreas, de las cuales al menos la mitad necesitan riego para su mantenimiento, estaríamos hablando de entre 300.000 y 400.000 metros cuadrados anuales de por campo, lo que deja un saldo de alrededor de 450 millones de litros al año, aunque hay estimaciones que duplican esa cifra y la elevan a un millón. Es difícil saberlo, ya que hay campos muy grandes, como los de 18 hoyos, que pueden llegar a tener 70 hectáreas, y otros más pequeños, como los pitch and putt, algunos de los cuales sólo suman 4.
Por eso es preciso recordar que entre el 70% y el 80% de lo que se utiliza para regar los greens de España proviene de agua reciclada. Sí, 160.000 millones de litros pueden parecer muchos litros, pero sólo suponen un 0,3% del total de agua, y una gran mayoría ni siquiera es apta para el consumo humano. Entonces, ¿son los campos de golf los temibles leviatanes que diezman los ríos y embalses de España?
Ni tan blanco ni tan negro. Sólo hace falta comparar los datos. Para empezar, debemos saber qué porcentaje del total de recursos hídricos se destina a cada sector en España. Según datos del Plan Hidrológico Nacional publicados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, aproximadamente un 80% del agua está dedicada a los regadíos, un 16% al abastecimiento humano y un 4% a la industria.
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Los números arrojados por la oenegé Ecologistas en Acción muestran unas estadísticas similares aunque con ligeras variaciones, siendo un 85% regadíos, un 14% abastecimiento y un 3% gran industria. Los campos de golf, en ambos casos, suponen un exiguo 0,3%-0,5% del complejo mapa hídrico, y se incluyen dentro del bloque de 'abastecimiento', donde también se encuentra el suministro para hogares.
Según el XVII Estudio Nacional de Suministro de Agua Potable y Saneamiento 2022, elaborado por la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS) y la Asociación Española de Empresas Gestoras de los Servicios de Agua Urbana (AGA), un español gasta, de media, 131 litros al día, lo que supone un estimado de 50.000 al año. Multiplicado por los 47 millones de personas que registró el último censo demográfico, los españoles consumirían un total de 2 billones y medio de litros anuales. Sumada la factura de agua del golf a la de los humanos, la primera supondría un 7% del total y, la segunda, un 93%. Cerrar los campos de golf, por tanto, sólo podría tener efectos positivos en zonas hídricamente estresadas, pero nunca generaría un impacto significativo a escala nacional.
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"El 70% de los campos de golf, y nos quedamos cortos, riegan con agua reciclada", asegura Luis Nigorra, presidente de la Asociación Española de Campos de Golf (AECG). "Hablamos de residuos de agua que no tienen otro uso y que han sido reciclados mediante tratamientos primarios, secundarios o, en algunos casos, terciarios".
Este agua ha sido previamente tratada en estaciones depuradoras. El tratamiento primario elimina los sólidos orgánicos suspendidos. El secundario erradica la materia orgánica y otros nutrientes disueltos. El terciario acaba con el nitrógeno y el fósforo y otros patógenos, como plaguicidas o pesticidas, virus, bacterias y metales pesados. No obstante, ninguno de los tres es apto para el consumo humano, aunque los dos últimos sí pueden llegar a usarse para regar jardines o, incluso, para regadíos. Cuando se habla, por tanto, de ese 70% de aguas reutilizadas para regar los campos de golf, es la que se tira por el retrete o la ducha, no el agua que sale por el grifo para beber.
"Todos los campos de golf que tienen acceso a aguas recicladas deben regar con ellas. El 30% que no lo hace [un 0,1% del total de los recursos hídricos del país] suelen estar en Galicia, Asturias y otras zonas en las que casi nunca sufren problemas de sequía. Luego, en zonas como Baleares, casi el 100% de los campos riegan con agua depurada", continúa Nigorra.
Los 400 campos de golf de España gastan, según datos de la AECG, una media de 328.000 metros cúbicos de agua al día, pero el representante de la asociación recuerda que la red de distribución de agua potable, la no reciclada, pierde alrededor de 1.700.000 metros cúbicos diarios debido el mal estado de sus tuberías, más del 100% de todos los campos de golf de España incluso en las mayores estimaciones. Y aunque Nigorra quiere evitar caer en el 'y tú más', señala que tanto los campos de fútbol como las pistas de tenis de tierra batida, que necesitan una arena arcillosa, se riegan con agua potable y nunca son señaladas como culpables de la escasez.
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Matilde Álvarez, técnico greenkeeper de la Asociación Española de Greenkeepers, afirma que pueden existir pequeños 'piratas' que se aprovechen de las zonas ricas en recursos hídricos cercanas a sus campos de golf, pero esos casos son muy pocos. "Alguno riega con el agua del riego que pasa cerca. Imagino que hay un poco de todo. Antes también se regaba con pozos subterráneos. El que lo haga, lo está haciendo mal y hay que caparle, pero la mayor parte de los campos de golf se ciñen a la ley".
Además, la parte que se riega de un campo de golf no llega ni a la mitad del total de sus hectáreas, recuerda Álvarez. "Muchas veces se olvida que el greenkeeper tiene una sensibilidad innata hacia el agua. Es el primer interesado en no gastar una gota de más, en no echar productos curativos para el césped salvo que no quede más remedio. Buscamos la eficiencia absoluta. Todos los meses se revisan los aspersores, las secas, si hay pequeños hundimientos o averías. La supervisión es extrema para evitar gastos excesivos".
Entre esos gastos se encuentra la depuración de las aguas residuales que llegan a los campos de golf para erradicar algas o los efectos de la legionelosis. "Muchas veces los campos pagan el agua con un tratamiento primario muy básico y en sus instalaciones deben tratar la parte de los nitratos para eliminar bacterias".
Finalmente, la experta explica que el consumo por hectárea al año no es homogéneo y varía dependiendo de las condiciones meteorológicas y del tipo de césped que se utilice, de ahí el baile de cifras entre metros cúbicos y litros que aparecen según las mediciones –muchas veces interesadas– de una u otra fuente. No son lo mismo las gramíneas C3, de clima frío (lolium perenne, poa agrostis), que las C4, de climas cálidos (bermuda, zoysia, paspalum).
Doñana y la respuesta ecologista
Hace un mes, la Junta de Andalucía dio el visto bueno a poner en marcha un macroproyecto que buscaba crear una urbanización de lujo, con campo de golf y hotel incluidos, en las zonas aledañas al Parque Nacional de Doñana, concretamente en Trebujena (Cádiz). Sin embargo, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir se ha opuesto al proyecto, ha remitido un informe al MITECO y este lo ha considerado "desfavorable". No había recursos hídricos suficientes para mantenerlo y, además, se planeaba erigir en suelos inundables que conllevaban un riesgo, pues la idea era construirlo a poco más de cien metros del río Guadalquivir, lo que suponía adentrarse Dominio Público Hidráulico.
Andalucía es el punto de fricción entre el sector del golf y los grupos ecologistas. Sólo en esta comunidad autónoma hay 109 campos, una cuarta de los que suma España. Los más grandes, los de 18 hoyos, aquellos mastodontes como el de La Moraleja de Madrid, con 4 campos de 18 hoyos, el Arabella Golf de Baleares, con 3 de 18, o el de La Manga, con los mismos, absorben tanto agua como 15.000 a 20.000 habitantes al año. Por eso Adelanta Andalucía criticaba que "109 campos de golf gastan al año el mismo agua que consumen un millón de personas".
"Lo que se olvida es que todos los campos de golf de España están auditados por las confederaciones hidrográficas", recuerda Álvarez. "Por ejemplo, la Confederación Hidrográfica del Tajo tiene limitados a 6.500 metros cúbicos por hectárea al año los campos de esa zona. Hay caudalímetros instalados y no pueden sobrepasar el volumen otorgado, y siempre están a expensas de los posibles decretos extraordinarios de sequía".
No obstante, el ingenierio agrónomo Santiago M. Barajas, activista de Ecologistas en Acción, se mantiene en la línea de José Ignacio García y afirma que los campos de golf suponen un gasto desorbitado y hay que frenarlos. "Una ciudad de 11.000 habitantes va a consumir un hectómetro cúbico de agua al año, es decir, 1 millón de metros cúbicos de agua. Eso incluye la industria. Sin embargo, devuelve al río 800.000 metros cúbicos de ese millón. A eso se le llama retornos. Un campo de golf puede consumir 500.000 metros cúbicos [las cifras de la oenegé son superiores a las de la AECG], pero no devuelve nada al río. El agua de la ducha o de la cisterna sí que vuelve a través de los tratamientos secundarios y terciarios, pero el de un campo de golf no. El césped consume demasiado".
Barajas reconoce que los campos de golf no consumen tanto como el regadío, pero considera que esa comparativa "es infantil". "Que uno no consuma tanto como el otro no significa que no lo haga, ¿no?". El problema, empero, está de nuevo en los retornos: "Muchos ríos de España nacen en una depuradora de aguas residuales. Si los ríos, que están maltratados y sobrexplotados, se quedan sin las aguas residuales que los mantienen, están arrebatándoles todo".
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El ecologista lanza una petición a las autoridades gubernamentales y a las confederaciones hidrográficas: "No podemos permitirnos colocar ni un solo campo de golf más en España. Por lo menos, en la mayor parte de la Península. No me meto en la cordillera cantábrica. Pero todo lo que es la España mediterránea, que incluye las dos castillas y el valle del Ebro: ahí no se debe poner ni un sólo campo de golf más. Y con los que ya existen se debe garantizar que se riegan con agua residual depurada, e incluso reducir su superficie de césped todo lo necesario".
Otra posible solución ya se está aplicando en algunos campos de golf de Andalucía, tal y como señala Nigorra, y es la utilización de césped paspalum, que tolera el agua salada hasta cierto grado. "Depende de la zona. Hay campos de golf en los que estamos sembrando tipologías de césped que requieran menos agua o que se recuperen antes en caso de sequía, y estamos reduciendo las superficies de riego. Todo esto se hace porque somos conscientes de que el agua es un recurso escaso, pero también porque regar nos cuesta dinero a nivel energético y porque, evidentemente, pagamos los litros que consumimos".
Un negocio lucrativo para España
Medir si los campos de golf son o no necesarios pasa no sólo por poner en una balanza sus consumos y retornos y las cifras comparativas con otros sectores, sino analizar qué aportan a la economía española. Y, en este caso, el deporte sale ganando por goleada. "España es el líder mundial del turismo de golf, con 1.200.000 visitantes al año, y en cuanto a deporte nacional, es la tercera federación con más licencias, 390.000", señala Luis Nigorra.
"En el golf la sostenibilidad tiene que ser medioambiental, económica y social. Hablamos de una industria relativamente pequeña que factura en torno a 770 millones de euros de forma directa entre los 400 campos que tiene. ¿La ventaja? Que por el tipo de turista que viene a jugar, por cada euro que se gasta el golfista dentro del campo de golf, se gasta siete fuera. Te da un gasto de 6.400 millones de euros al año. Es una importación de capital muy potente".
Además, lo hace fuera de los meses de sol y playa, ya que las principales temporadas de 'turismo de golf' se desarrollan entre marzo y mayo y, después, desde mediados de septiembre hasta noviembre. "Creamos en torno a 10.000 puestos de trabajo directos. Y, lo que tiene mucho mérito, es que el 95% de los contratos que hacemos son indefinidos y el 94% a tiempo completo. Es una calidad de empleo muy buena, 20 puntos por encima de la media española en cuanto a contratos indefinidos a tiempo completo y casi 40 por encima del sector turístico".
Puede que el mundo del golf consuma grandes cantidades de agua para mantener sus negocios activos, pero su gasto no es verdaderamente significativo si los datos se insertan en el mapa de consumos hídricos totales. El objetivo, por ende, debería centrarse en analizar si es un modelo de negocio sostenible a largo plazo, pero ese es otro debate.
En lo que sí coinciden tanto las asociaciones ecologistas como el sector del golf es en que el principal problema del agua en España está en el exceso de regadíos, que consumen un 85% del total. Y, muchas veces, lo hacen para regar productos que ni siquiera se quedan en el mercado nacional, lo que supone una exportación masiva de agua en forma de frutas y verduras. Eso sí supone un verdadero problema en tiempos de sequía.