Nadie le niega el tirón, pero algunos le niegan el talento. Haruki Murakami se ha hecho con el Princesa de Asturias de las Letras a pesar de que lo que siempre han sonado para él son tambores de un Nobel de Literatura que no le llega. Desde que su éxito fuera incontestable por estas tierras tan lejanas a las suyas, algunas voces han contradicho a la turba de fans del nipón, alegando que es más sensiblero que una imagen de Marco en el Día de la Madre, que sus tramas son enrevesadas y tramposas y, sus novelas, una compilación de lugares comunes y lenguaje llanísimo que no las hacen pasar del best seller, entendido éste en la peor de sus acepciones: como un producto de éxito carente de genuino brillo literario.
Ahora, a la espera de recoger este galardón, dotado con 50.000 euros, la sociedad se divide de nuevo, Twitter arde. Mientras la tuitera Noelia Adánez lacera a los seguidores del japonés escribiendo "Sabemos muy bien a quién tenemos enfrente cuando nos dice: yo leo mucho, me gusta Murakami", en la otra trinchera se acumulan también tuits de defensa enardecida del autor, como el de la periodista Estefanía Molina, que apunta: "El escritor que más me ha sacudido el alma, los libros que más veces he releído, las frases más existenciales. Merecidísimo". En mitad de la jarana, EL ESPAÑOL | Porfolio ha conversado con su traductora, ha pulsado la opinión de Lorenzo Silva y la de un estudioso de su obra. ¿Cuáles son para ellos las principales virtudes del escritor?
Capacidad de evocar
Lourdes Porta ha traducido al castellano una decena de títulos del reciente Premio Princesa de Asturias. Y su idilio con el autor viene de lejos, pues empezó a leerlo a finales de los 80, atraída por el clamor que en Japón -un país hacia el que siempre se sintió llamada- había levantado Tokio Blues: "Allí había vendido millones de ejemplares y a mí me gustó muchísimo, me impresionó. Luego lo volví a leer en situaciones personales delicadas relacionadas con el duelo y me volvió a gustar. Y eso que, cuando te hablan de la muerte y estás hecho polvo, o el libro es muy sincero, o no lo aguantas. Así que, cuando al cabo de un montón de años me ofrecieron traducirlo, me puse contentísima", relata en conversación con esta revista.
Le pedimos a Lourdes que elija, que se quede con uno de entre la prolífica obra del autor. Tokio Blues va en la lista, pero ésta sigue: "Y luego, quizás Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Y a Kafka en la orilla le tengo mucho cariño también... ¡Te estoy diciendo un montón al final!", dice riendo.
Entre las bondades de su obra, Lourdes destaca "la capacidad que tiene de evocar, de atraparte en mundos imaginarios de su particular universo, y de hacerlo todo muy verosímil". Y añade: "Te está hablando de unicornios bajo la nieve, pero consigue envolverte y despertar distintas sensaciones en ti, y que te sientas realmente en la ciudad que retrata. Su poder evocativo es muy alto, parecido al de la música".
Y, en cuanto a las dificultades que traducir su obra entraña, Porta destaca que no es el autor japonés más complicado que ha traducido: "El mundo que está retratando es el de Japón, pero como habla de cosas universales, es bastante extrapolable a otros sitios. He traducido también a Junichiro Tanizaki, que habla de un mundo totalmente diferente, el cual precisa de una investigación y de una adecuación para que el lector lo entienda. Pero, en este sentido, Murakami es muy comprensible para un público de cualquier edad y cualquier lugar".
¿Y qué es preciso respetar para que el lector español respire la verdad de la escritura de Murakami? "Sobre todo, es que la prosa fluya muy bien y que enseguida te atrape con sus imágenes y el mundo imaginario que crea, que no haya palabros ni estructuras gramaticales en las que te encalles, y a la vez que sea todo muy poético".
"Ni su estilo es chapucero ni trabaja poco sus obras. Creo que las obras en apariencia sencillas son las más complicadas"
Con Porta abrimos el debate y le trasladamos las opiniones de muchos lectores que tildan al autor de "comercial" y denostan su literatura.
Pregunta.– He leído a bastante gente estos días que le achaca un estilo "poco elevado".
Respuesta.–Bueno, es que lo del estilo elevado depende. Hay personas que consideran que un estilo elevado debe tener muchas figuras retóricas… Hay opiniones para todo, también había división entre Góngora y Quevedo. A mí no me parece que su estilo sea chapucero ni que Murakami trabaje poco sus obras. Quizá, aparentemente, pueda parecerlo, pero yo creo que las obras en apariencia sencillas son las más complicadas.
P.– Y le tildan de sensiblero, de moñas.
R.– A mí en absoluto me parece moñas. En absoluto. Aunque no te hable de un tema candente del momento, te habla de los eternos universales: la vida, la muerte, los recuerdos, la creatividad, la agresividad… Sin caer tampoco en la pedantería. A mí no me gusta la sensiblería, tengo tolerancia bajita, y él no me parece sensiblero.
La mezcla justa
Justo Sotelo ha iniciado varias vidas. A los 40, en una de ellas, empezó a estudiar Literatura Comparada en la Universidad Complutense de Madrid. Ya conocía a Murakami y en su casa guardaba alguna de sus novelas sin hincarle el diente, pero un profesor suyo le habló con verdadero entusiasmo de Kafka en la orilla y así fue cómo se empezó a interesar por el japonés hasta llegar a dedicarle la tesis con la que se doctoró, titulada La semántica ficcional de los mundos posibles de Haruki Murakami, y que un año más tarde se convertiría en ensayo. Ahora, tras el fallo del jurado del Princesa de Asturias, ha repasado con sorpresa las descargas de su trabajo universitario: 13.515 veces se ha bajado de la red desde casi cualquier parte del mundo. Está claro que el autor suscita interés.
Por eso, lo primero que le preguntamos al catedrático (también es catedrático de Política Económica), profesor (en la Universidad Pontificia de Comillas), novelista (también ha escrito seis novelas) y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, es por qué Murakami tiene, de pronto, tantos haters.
"El lector español que yo observo que lo critica lo hace porque no entiende el concepto de posmodernidad. El escritor o teórico de la literatura es bastante elitista en España, y sólo defiende a Thomas Phynchon -que en realidad no lo ha leído ni Dios-, o a Coetzee o Javier Marías. En España, los que se cuelgan el sambenito de cultura siguen defendiendo el modernismo en el sentido de una literatura más seria, muy compleja. Y Murakami también lo es, pero con elementos que surgen tras la crisis económica del 73 y el resto de crisis económicas que ha habido posteriormente", dice.
"Construye sus libros como Spielberg hace cine, con fragmentos de todo lo que existe hasta ahora. Incluso en una novela aparece una escena de los hermanos Marx, y eso para los escritores tan serios que tenemos es una herejía", prosigue Sotelo, para quien el autor japonés no es comercial en el sentido peyorativo del término, como muchos le achacan: "No puede serlo porque entender a Murakami no es tan fácil por todo lo que lleva detrás; yo escribí una tesis de 400 páginas sin entenderlo del todo, y lo sigo leyendo y sigo sin entenderlo en su totalidad".
En cuanto a sus virtudes narrativas, Sotelo cita varios rasgos de la escritura del japonés que, a su juicio, la hacen virtuosa. Uno de ellos es "la unión entre Oriente y Occidente", pues sus novelas aúnan los elementos reales del mundo occidental con el temperamento en ocasiones fantástico de Oriente, "donde los espíritus a veces se dan una vuelta por la noche y vuelven por la mañana".
"En España, quienes se cuelgan el sambenito de cultura, defienden el modernismo, en el sentido de una literatura muy compleja"
Sotelo también elogia su capacidad de conectar con los jóvenes, precisamente por hablar para un mundo globalizado: "Murakami llega más a los jóvenes que a los mayores. Para que te hagas una idea, Tokio Blues llegó a ser comparada con Las penas del joven Wherter de Goethe, por el que mucha gente se suicidó en Europa. Y en Japón ha pasado lo mismo con alguno de los personajes de Tokio Blues: los jóvenes imitan este tipo de conductas que salen en los libros de Murakami".
También, a juicio del profesor, Murakami trabaja con precisión "lo real maravilloso" que, advierte, no es igual al realismo mágico: "Lo real maravilloso viene incluso del siglo XVIII en Europa y mezcla lo real y lo fantástico. Por eso, en Murakami, hay gatos que vuelan, un señor que se mete en un pozo y empieza a trasladarse mentalmente por el subterráneo…".
Todo ese eclecticismo, desplegado a lo largo y ancho de su extensa obra, dice Sotelo, hay que hacerlo con medida para que verdaderamente sea efectivo: "Para hacerlo bien, como lo hace este señor, ha sido necesario, por ejemplo, que sea traductor de Scott Fitzgerald, de Raymond Carver o de Thomas Mann. Y dicho sea de paso, ha estudiado Literatura, algo que muchos de los que hablan mal de él no han hecho. Entonces es una mezcla que le sale bien. No en todos los libros, pero le sale bien al menos en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, y le sale muy bien en Tokio Blues y en Kafka en la orilla".
Sobre la polémica de la sensiblería del escritor nipón, Sotelo asegura que incluso ha oído decir a algunos críticos que "Murakami hace literatura de plástico", "sin verdad", "para jovencitos". Su argumento en contra es contundente:
"Hay un montón de sexo, un montón de muertos, de suicidios… en sus novelas. Yo no sé si eso es ser sensiblero, que se maten sus personajes, que se suiciden… Hay escenas en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo que son de un salvajismo impresionante, casi de género gore", dice Sotelo.
P.– Y, por último, ¿consideras que es un buen embajador de la cultura japonesa?
R.– Yo te puedo decir que cuando fui a ver al embajador de Japón y le hablé de mi trabajo sobre Murakami, él estaba entusiasmado. Y sus palabras exactas, las del embajador de Japón en España fueron: "Es el gran embajador de la cultura japonesa en este momento".
Tempo narrativo
También los escritores leen a otros escritores. Y en esta ocasión EL ESPAÑOL | Porfolio ha contactado con uno de nuestros autores también más prolíficos, premiados, valorados y leídos. Se trata de Lorenzo Silva, a quien pillamos subiendo y bajando de trenes, en promoción de su novela Púa, que publica con la editorial Destino. Pero Silva saca un momento para echar memoria a lo que leyó de Murakami, veinte años ha. Son tres libros, dice con total franqueza: Tokio Blues, Kafka en la orilla y Sputnik, mi amor. Y sobre ellos empezamos a hablar.
"Nos lleva ventaja a los que sólo hemos abrevado en un pesebre, ¿no? Quizá por eso se le tenga cierta tirria"
P.– Te agradezco un montón que me atiendas, porque me ha costado encontrar a un sólo escritor que me hable de Murakami.
R.– ¿Por qué? ¿Por amarillo, por pedante, por vender o por qué?
P.– Un poco por todo eso.
R.– Qué daño ha hecho la pandemia, ¿no? ¡Qué mal humor!
P.– Sí… Me decían que no lo habían leído, algunos, y otros que no les gustaba. ¡Y la mayoría directamente no me ha contestado!
R.– A mí me parece un escritor interesante, porque tiene una mirada singular, y un tempo distinto en la narración. Y eso cuando leí Tokio Blues, que fue lo primero, me llamó la atención, me interesó. También está en la tradición de la literatura a la que pertenece, porque en la literatura oriental hay otro sentido del tiempo. Y él tiene también mucha formación anglosajona, y en Tokio Blues vi una mezcla de esa forma de contar con esa mirada y tempo distinto, con la eficacia de la narrativa anglosajona contemporánea. El libro no me deslumbró, no me apabulló, no me derribó de hinojos en el suelo, pero me pareció un buen libro, que se seguía con interés.
Después de esa primera zambullida en el universo murakamiano, Silva leyó Kafka en la orilla: "Quizá me interesó más porque me gusta Kafka. También es un libro menos pop que Tokio Blues y tiene un poco más de poso, pero la contrapartida es que es un libro menos ameno". Después completó la terna Sputnik, mi amor, una historia de amor que le pareció "muy directa, luminosa y muy emocionante en muchos aspectos". Además, aclara, lo leyó en inglés, y encontró en esta traducción "una prosa mucho más diáfana y depurada", algo en lo que considera que puede influir que el autor supervisa las traducciones al inglés de su obra.
En la misma línea de Justo Sotelo, opina Silva cuando remite a esa fusión entre las virtudes narrativas orientales y occidentales: "Eso le ha dado el éxito y a lo mejor ese éxito molesta, yo lo he visto con algunos intelectuales musulmanes, que están educados en la tradición musulmana y en la tradición europea. Y, cuando razona sobre determinadas cosas, nos lleva ventaja a los que sólo hemos abrevado en un pesebre, ¿no? Quizá por eso se le tenga cierta tirria, pero es un valor ser capaz de sintetizar dos tradiciones literarias y culturales que son bastante divergentes en muchos ámbitos".
Por todo ello, aunque aclara que no es, ni mucho menos, su ídolo, lo considera "un escritor estimable" y no diría de él que sea un moñas. "Hace casi veinte años que lo leí y aún lo recuerdo, eso quiere decir que me interesó. Hay otros libros que he leído hace tres años de los que no te podrían decir prácticamente nada porque los he desalojado", termina diciendo con su sello de simpatía.