El exagente bielorruso Igor Makar se encuentra por derecho a la cabeza de la lista de enemigos políticos más odiados por el tirano Alexander Lukashenko. Conoce la podredumbre del sistema como nadie porque fue cocinero en las alcantarillas policiales que servían al presidente bielorruso antes que fraile opositor en el exilio. Por decirlo de otra forma, pasó de ser un destacado peón del aparato represivo de uno de los dictadores más abyectos del planeta a convertirse en un correoso disidente odiado por el déspota.
Cuando repasa sus pecados del pasado, Makar no tiene inconveniente en admitir que llegó a plantar droga a un traficante para facilitar su arresto o que él mismo protegió en su día la integridad de Lukashenko en tanto que miembro de una unidad especial antiterrorista del ministerio bielorruso conocida como Almaz. Desde que este viejo "bulldog" arrepentido del último sátrapa de inspiración soviética decidió escapar a Lituania, vive amenazado de manera permanente por los servicios secretos del semiprotectorado ruso que regenta Lukashenko.
Claro que la situación aún podría empeorar para los enemigos de la dictadura como Makar si el caudillo de Minsk cumple su palabra y aloja en el país a Yevgeni Prigozhin junto a los miles de renegados de la Wagner que le acompañaron durante la sublevación del día 23 de junio.
Son muchos los que creen que el autócrata podría utilizar a los sicarios de esa unidad para limpiar el exilio de adversarios. A petición de Putin, el presidente bielorruso negoció in extremis el sábado pasado con el líder de los "músicos" —que es como se conoce coloquialmente en Rusia a los wagneritas— mientras su columna avanzaba hacia Moscú. Al final de la tarde, Lukashenko persuadió a Prigozhin de que detuviera el avance de la comitiva ofreciendo garantías de que podría trasladarse a Bielorrusia con los mercenarios que quisieran seguirlo.
¿Debería creer el oligarca en la palabra que empeñó el tirano con el beneplácito de Putin? Makar sospecha que no va a haber investigaciones oficiales ni juicio, pero sí represalias por la traición. "Lo que ahora se está decidiendo es el destino de esa compañía militar privada en la Federación de Rusia", asegura a EL ESPAÑOL | Porfolio.
"El desarme ha comenzado ya. Tenemos información privilegiada que confirma que los vehículos pesados de la Wagner están siendo transferidos al Ministerio de Defensa. Que se desmantele por completo la unidad dependerá del acuerdo entre Putin y Lukashenko. Ninguno de ellos ignora que se trata del contingente militar más preparado para el combate en todo el espacio postsoviético. Así que, de una parte, Putin está corrigiendo el error de haber dejado crecer al monstruo, mientras que Lukashenko está tratando de adoptar la Wagner para Bielorrusia con la intención de que compartan su experiencia con los militares del país".
"Prigozhin vivirá mientras sea beneficioso para el régimen de Lukashenko"
Igor Makar es también de la opinión de que el comandante de los músicos no va a huir a ninguna parte. "Estoy convencido de que Yevgeny Prigozhin ha firmado su propia sentencia de muerte con sus últimas acciones y esta será ejecutada por las manos de otro hombre cuando llegue el momento. Putin dijo claramente que puede perdonarlo todo, excepto la traición. Prigozhin vivirá mientras sea beneficioso para el régimen de Lukashenko bajo la supervisión constante de los servicios de seguridad del régimen. Sí, vivirá mientras cumpla sin trabas cualquiera de sus instrucciones y órdenes. Si se decide a sustituirlo por otra persona leal al régimen, será inmediatamente eliminado. Al mismo tiempo, se controlará de una manera estricta el armamento de la Wagner y se restringirá su capacidad de movimiento. Por supuesto, Lukashenko será quien responda ante Putin por Prigozhin".
Prigozhin sigue escondido
El propio presidente bielorruso confirmó esta semana que el líder de los mercenarios visitó la capital de su país, aunque se desconoce si se ha quedado o, tal y como parece, regresó de nuevo a Rusia tras encontrarse con el dictador en la residencia que posee junto al Mar de Minsk. "De acuerdo con mi información, Yevgeni Prigozhin se ha trasladado con varios miles de sus combatientes a sus campamentos de Lugansk", afirma el disidente.
"Cuando la compañía sea desarmada —y te recuerdo que hasta ahora sólo se están transfiriendo vehículos blindados pesados— los músicos serán reubicados en Bielorrusia, donde ya están acondicionando un espacio en un antiguo campamento militar abandonado situado en la región de Grodno. Una vez se cree el cuartel general, estarán aquí durante mucho tiempo. Voy a sugerir que no es casualidad que la base se emplace en Grodno, que es un área cercana a Lituania. Lukashenko siempre repite que tiene información fiable de que la OTAN está preparando cazas para una invasión de Bielorrusia desde Polonia y los estados bálticos".
"Conociendo a Lukashenko, está claro que Prigozhin va a trabajar para él. Rusia jamás permitirá que la Wagner custodie las armas nucleares", asegura en el mismo sentido Vladislav Rogimov, un antiguo ayudante del diputado opositor Ilya Ponomarev. "Con arreglo a mis fuentes, podrían crearse varios campamentos de la Wagner y al menos uno de ellos, estaría ubicado de manera secreta en la región de Mogilev. Lukashenko podría servirse de los profesionales para acabar con sus propios enemigos. Al tirano le vendría bien purgarlos cara a las elecciones presidenciales del año próximo. En Polonia están Latushko y Stepan Pupilo y en Lituania, Tijanovskaya, Vyachorka e Igor Makar".
Liquidar opositores en el extranjero es una larga y arraigada tradición del régimen que Lukashenko ha venido confiando hasta la fecha a unidades especiales de élite como Almaz. El mentado Igor Makar lo sabe bien porque él también fue parte del sistema, antes de ser marcado por la dictadura para su eliminación. El régimen de Minsk es una especie de cápsula del tiempo donde se ha logrado preservar la esencia criminal y psicopática de las repúblicas soviéticas. No en vano, Lukashenko fue el único miembro del Sóviet supremo bielorruso que votó en contra de la disolución de la URSS en 1991. Tres años después, ganó las elecciones presidenciales con un programa electoral de tinte socialista. Ya no ha soltado la presidencia hasta el día de hoy, y van casi 29 años, para lo cual ha sido necesario recurrir al concurso de sofisticadas unidades represivas que Makar conoce desde dentro.
"Almaz se creó como una subdivisión estructural cuyas actividades estaban encaminadas a prevenir atentados terroristas", nos cuenta. "Pero eso no era lo único que hacíamos: también nos ocupábamos de la protección de altos cargos. En varias ocasiones, yo mismo tuve que proteger al presidente desde cerca con mi arma. Además, había tareas rutinarias en las que teníamos que someter a prisioneros complicados o participar en la detención de delincuentes especialmente peligrosos que estaban en la lista de buscados".
¿Cómo llegó el hoy popular líder opositor Makar a convertirse en cómplice de los espeluznantes delitos políticos de Lukashenko, antes de emprender el camino del exilio y volverle la espalda al dictador y a la élite de sus fuerzas especiales? Según nos dice, él comenzó a forjarse en la policía dentro de las Fuerzas Especiales de Fronteras (BBSF), donde, por cierto, sirvieron también Viktor y Dmitry, los dos hijos mayores de Alexander Lukashenko. Tras ello le esperaron ocho meses de servicio en la Policía Especial de Hrodna, que fue la antecámara de su ingreso en Almaz, la unidad antiterrorista sobre la que Lukashenko sustenta en parte su poder omnímodo.
Cómplice de crímenes
"Cuando me incorporé era una unidad muy simple", recuerda. "Estábamos equipados con las armas más básicas y un equipo mínimo. Pero cuando Vladimir Naumov se hizo cargo del Ministerio del Interior, se construyó una base y comenzaron a pertrecharnos con Glock 17 y Heckler & Koch... Se puso mucho esfuerzo en la preparación del personal hasta que acabó ocupando una posición muy destacada entre las estructuras de poder. Desgraciadamente, mientras trabajé con ellos, me tocó participar en algunos de los crímenes cometidos por los que trabajan a su antojo en el bloque del poder. Aquello daba mucho miedo. Irónicamente, con el tiempo, terminé experimentando por mí mismo qué era estar al otro lado".
Igor se retiró de Almaz con el grado de teniente mayor y tras abandonar esa unidad, se convirtió en el guardaespaldas personal del político de oposición Aleksander Kazulin, algo que no apreciaron mucho sus colegas. En aquella época, Kazulin era el rector de la Universidad Estatal de Bielorrusia y no dudaba en desafiar al régimen y en defender los derechos de la gente, pese a los riesgos que entrañaba su desafío. "Nadie me detuvo, pero muchos advirtieron que la cacería también había comenzado para mí", recuerda.
"El punto de inflexión fue cuando un día me llamaron para que me reuniera en la embajada de Francia con representantes de los países de la UE. Allí divulgué una grabación en la que se decía que Lukashenko ganaría las elecciones presidenciales de todos modos y que se quebraría la voluntad del pueblo. Después de eso, me dieron un par de horas para empacar mis cosas e irme. A tenor de lo ocurrido, me ofreció asilo político uno de los presentes en la reunión, que era quien se desempeñaba entonces como embajador de Lituania. En 2006, dejé Minsk y me mudé a Vilnius".
Fue justamente a partir de esa época en la que emprendió el camino del exilio cuando se incrementó la represión. Otros, como su mentor Kazulin, tuvieron menos suerte y terminaron encarcelados. "Entre 2010 y 2015 reinó una especie de permisividad hasta que lo peor llegó en 2020, que es cuando el régimen de Lukashenko arruinó las vidas de miles de ciudadanos que se manifestaron en contra de su política", refiere Makar.
"La persecución violenta de cualquier forma de disidencia no ha cesado desde entonces y nadie, por desgracia, puede detenerla. Es obvio que Lukashenko sigue en el poder gracias a las fuerzas de seguridad. Recuerdo que cuando me incorporé a Almaz éramos policías normales y corrientes y varios años después, nos proporcionaron viviendas estatales, diferentes créditos con bajos intereses y salarios varias veces superiores a los del resto de la gente. Y esto no sólo ocurría en nuestra unidad especial. En "Alfa", "SOBR" y "OMON" también recibían mil prebendas. El régimen otorgaba absoluta impunidad a los encargados de hacer cumplir la ley. Nadie era castigado por sus actos. Podían golpear a quienes no complacieran a las autoridades, encarcelarlos, plantar drogas y actuar a su antojo. Todo lo que se exigía a la policía era acatar las órdenes".
"En Bielorrusia, basta con tener una posición cívica diferente a la posición de las autoridades para ser detenido y arrestado", afirma el disidente. "Pocas personas entienden que incluso después de que expire el período de prisión y una persona es liberada, no podrá trabajar en ningún lado. Es una paradoja que en pleno siglo XXI haya un solo hombre en el país que nombra funcionarios, los destituye, decide a quién arrestar y a quién amnistiar. Bielorrusia no se ha desarrollado de ninguna manera durante 30 años. La gente vivía en el pasado y sigue viviendo en el pasado. Toda la pomposidad de este estado —todos sus supuestos logros— se basa en el dinero ruso".
Marcado por la dictadura
Que su vida está en peligro aunque viva en Lituania es algo que Makar no ignora porque él mismo fue testigo del modo en que el tirano se sacudía de encima a los disidentes cuando él era parte del sistema criminal de Bielorrusia. "El carisma de Lukashenko es conocido. No es ningún secreto que es un gran orador", nos cuenta.
"Pero detrás de su retórica se esconden un montón de espeluznantes crímenes de estado. Es muy cruel con quienes le rodean, además de vengativo. Todo el mundo ha oído hablar del asesinato de Pavel Sheremet. Su objetivo siempre ha sido eliminar a todo el que se interpone en su camino. Y eliminarlos, además, por cualquier medio posible. Sheremet no es la única víctima de las autoridades criminales de Bielorrusia. Dzmitry Zavadski, cámara del primer canal de la televisión bielorrusa, y Yury Zakharanka, exministro del Interior, fueron igualmente liquidados. La lista es aún más larga cuando se contabilizan todos los desaparecidos en el territorio bielorruso. Estoy seguro de que les dispararon y los enterraron en una tumba sin nombre".
"El KGB de Lukashenko sigue utilizando una especie de 'suero de la verdad' durante los interrogatorios de los disidentes"
Makar no llegó jamás a torturar a opositores, aunque sí fue partícipe de otra clase de delitos. No lo ha ocultado nunca. "Hubo casos de los que me arrepiento, por supuesto, pero también hubo cosas que fueron por un bien mayor", nos dice. "Por ejemplo, una vez tuve que plantarle droga a unos gitanos que vendían sustancias ilegales y enganchaban a chicos jóvenes. Luchamos contra ellos durante mucho tiempo pero no pudimos atraparlos así que tuvimos que hacerlo".
"Hay otras cosas de las que me siento mucho menos orgulloso", continúa. "En 2002, formé parte de un grupo que viajó a la ciudad de Glubokoe, donde se encontraba la colonia penal número 13. Allí había presos condenados a la pena capital y otros que habían cometido delitos especialmente graves. Los golpeamos duramente y algunos se desmayaron del dolor. Cuando nos fuimos, creo que algunos no sobrevivieron a sus heridas".
En la cápsula del tiempo del tirano de Minsk no han cambiado las costumbres desde los tiempos de Jruschov. "El KGB de Lukashenko sigue utilizando una especie de 'suero de la verdad' durante los interrogatorios de los disidentes", nos explica el antiguo policía. "Se trata de una droga médica desarrollada por químicos reclutados por el régimen. Funciona muy bien con el café y se administra, bien por vía intravenosa, bien con las comidas. La persona entra en un sueño profundo. Cuando empieza a salir del trance, la despiertan abofeteándole las mejillas y le repiten las mismas preguntas. El suero es eficaz durante los primeros 30 o 40 segundos. Durante ese lapso, los torturadores obtienen las respuestas que precisan. Después, se reanima a la persona, se la alimenta, se la deja descansar y se procede al interrogatorio en función de los datos obtenidos. También se obtienen confesiones presionando a familiares e hijos. Esa es la clase de país que regenta el amigo de Putin".