En la víspera de la gran fiesta de la patrona de Lampedusa este viernes, 'La Madonna di Porto Salvo', las calles del principal pueblo de la isla están llenas a reventar: lampedusanos y turistas italianos abarrotan restaurantes, bares de copas y heladerías, mientras las bandas musicales animan el ambiente y la gente compra en las tiendas. Es como si hubieran despertado de una pesadilla, porque hace apenas una semana, en las mismas calles, vagaban sin rumbo miles de migrantes.
En los últimos días, desde el 13 de septiembre, la más meridional de las islas italianas, a sólo 74,5 millas náuticas (138 kilómetros) de África, recibió una oleada masiva de migrantes: alrededor de 18.000 personas desembarcaron en Lampedusa a lo largo de poco más de una semana, colapsando –pese a las transferencias a Sicilia e Italia continental– una isla del tamaño de Ceuta, de apenas 20 kilómetros cuadrados y 6.000 residentes.
Los habitantes de Lampedusa llevan 35 años viendo cómo las pateras llegan de forma incesante a sus costas. Son las otras víctimas de una política migratoria fallida, sin visos de solución. EL ESPAÑOL | Porfolio ha pasado con ellos parte de la semana más crítica que recuerdan desde septiembre de 2011, cuando una oleada similar derivó en altercados violentos y les hizo encerrarse en sus casas.
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“Ha sido muy feo, queremos que esto acabe”, dice Velinda, una mujer de 57 años propietaria de una tienda de souvenirs en el centro del pueblo. Ha vuelto a levantar la persiana después de que miles de migrantes se agolparan en la calle después de escaparse del puerto. Las fuerzas del orden no los pudieron contener cuando llegaron de golpe. En un sólo día, arribaron hasta 6.000.
“No creo que este Gobierno lo vaya a solucionar”, añade Velinda, en referencia al Ejecutivo que lidera Giorgia Meloni, quien estuvo en Lampedusa el pasado domingo. “Berlusconi vino aquí después de lo de 2011 e hizo muchas promesas que no se han cumplido. Ya no nos creemos nada”.
Como Velinda, los miembros de esta pequeña comunidad isleña están acostumbrados a acoger a los migrantes, pero no en números tan grandes. En la última semana, estos vecinos se han hecho cargo de miles de ellos tras la saturación del único centro de acogida de la isla, con capacidad para 400 personas. Allí se han vivido escenas terribles de hacinamiento, una situación que los residentes con los que ha hablado este periódico tildan de “insoportable”.
En este sentido, el alcalde de Lampedusa, Filippo Manino, declaró: “Entendemos que esto no está preparado, que no son traficantes, que son producto de la desesperación, pero de verdad que estamos sobrepasados, desbordados. Esto no es sostenible para esta isla”. Manino denunció que la situación ha alcanzado un “punto de no retorno”.
Con la evacuación diaria de 2.000 migrantes desde las primeras llegadas, entre ferries y aviones hacia Sicilia y otros puntos de Italia, la isla ha recobrado poco a poco la normalidad. Los vestigios de la emergencia migratoria permanecen en el puerto, donde la Guardia de Finanzas custodia un cementerio de pateras en un muelle cerrado al público; y en el centro de acogida, desde donde el viernes eran trasladados al ferry los últimos migrantes llegados en los días anteriores.
Pero los vecinos no olvidan que, en cualquier momento, lo vivido en la última semana se repetirá. Por ello, sin dejar a un lado su humanidad, reclaman soluciones y señalan a los políticos como los culpables de un drama que no cesa; ni para quienes cruzan el mar, ni para ellos, que se ganan la vida con el turismo y la pesca.
“Solos y abandonados”
Los lampedusanos se sienten “solos y abandonados”, como dice a EL ESPAÑOL | Porfolio el exalcalde de Lampedusa, Salvatore ‘Totò’ Martello. Médico, pescador y propietario de varias tiendas, se erigió como la voz de sus vecinos, que vieron cómo el fenómeno migratorio alteraba la vida de una isla que, de por sí, se siente olvidada por los políticos de Roma.
Desde que gobernó Martello, Lampedusa se las ha apañado para que la inmigración interfiera lo menos posible en su día a día. Por ejemplo, durante el último de sus tres mandatos, el exalcalde reforzó la seguridad y el vallado el centro de acogida –también conocido como ‘hotspot’ (punto caliente)– para evitar que los migrantes circularan libremente por la isla.
Este centro, oculto entre unas colinas al interior de la isla y fuertemente vigilado por el Ejército, pasa desapercibido para los turistas si no sale en las noticias. También son imperceptibles los traslados de migrantes en autobús desde el ‘hotspot’ a la terminal del ferry, o las pateras abandonadas en el muelle.
Es la paradoja de una isla que continúa con su vida normal mientras recibe a miles de migrantes, muy por encima de su capacidad y población. Pero situaciones como la vivida en los últimos días rompen este frágil equilibrio y hacen que los vecinos estallen.
“Llevamos más de 30 años con miles de muertos en el mar; con los pescadores salvando a gente para que luego el Gobierno hunda las pateras que terminan rompiéndoles las redes; los políticos invitan a las ONGs a llevar a los migrantes y a cambio les designan ‘puertos seguros’ aquí; deciden arbitrariamente quién puede entrar en Europa y quién no… No quieren afrontar el fenómeno de la inmigración, es escandaloso”, lamenta Martello.
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El exalcalde se muestra especialmente crítico con el actual Gobierno. Meloni ascendió al poder, en parte, por sus promesas de mano dura contra las mafias de tráfico de personas y un cambio de política migratoria, que han resultado un “fiasco” para los locales. Su visita a la isla el pasado domingo en medio de la crisis, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no fue bien recibida por algunos.
“Vinieron aquí con las mismas medidas huecas y un programa de 10 puntos para atajar el fenómeno migratorio, que son cosas que ya se han hecho hasta ahora y no han dado ningún resultado”, protesta el exalcalde. “Meloni estuvo dos horas en Lampedusa y no recibió a un sólo lampedusano; vino a hacer campaña para las elecciones europeas”, asegura.
“Alcatraz de Europa”
Entre las nuevas propuestas de Meloni, las que más molestan a los residentes son la potencial construcción de un nuevo campamento en la isla y de un centro de permanencia para aliviar el actual centro de acogida. También cargan contra la ampliación hasta 18 meses del tiempo de retención de los migrantes, con la que se pretende aumentar las repatriaciones.
“Si construyen un nuevo centro y se amplía el plazo a 18 meses, los migrantes estarán toda la vida en la isla. Tenemos la intención de obstaculizar cualquier proyecto que pretenda convertir a Lampedusa en una cárcel”, afirma Martello, quien es interrumpido en la calle constantemente por vecinos que le saludan.
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En la misma dirección se expresa Fabio, de 34 años. Trabaja durante los meses de verano en el sector turístico de la isla y en invierno vive en Sicilia. “Lampedusa siempre será tierra de migrantes y de acogida, pero no queremos ser el Alcatraz de Europa. Nos faltan escuelas, un hospital decente, ¿y quieren construir un centro de permanencia? Ya no sabemos si somos italianos”, se queja.
Tras la visita de Meloni el domingo, el miércoles fue el turno del ex primer ministro italiano Giuseppe Conte, actual líder del populista Movimiento 5 Stelle. Conte participó en una asamblea popular de la comunidad lampedusana, en la plaza del Obelisco. Allí cuelgan sábanas en las que se puede leer “Basta de muertos en el mar, ¡basta!”; “La UE y Roma, ausentes”.
“Esta comunidad se siente abandonada”, clamó Conte ante los presentes, que le respondieron con un aplauso. “Lleváis 30 años acogiendo y lo que está pasando es una vergüenza (...) Queremos que esta emergencia no altere vuestra realidad social y económica”, dijo, en alusión a una población sobrepasada y al turismo del que vive, mientras abogó por una diplomacia silenciosa con Túnez y la UE para resolver el conflicto.
Alfredo, otro comerciante con un puesto ambulante en Via Roma, la calle principal del pueblo, también comenta la situación junto a un amigo, Franco, empleado de una empresa de cruceros. La inmigración es de lo único de lo que se habla estos días en Lampedusa. Al ser interpelados por este periódico, bajan la voz, pero luego se animan a hablar: “Si vas a Singapur, te piden una visa, ¿por qué aquí no?”, se pregunta Franco.
Por su parte, Alfredo, relata que fue testigo de la primera llegada de una patera a Lampedusa. Desde entonces, dice que las cosas han ido a peor: “Vi cómo llegaba la primera barca hace 35 años. Era la primera vez que veía a un negro… La gente no sabía qué hacer. Les ayudamos, pero hemos vivido situaciones muy malas. La mayoría son pacíficos, pero algunos han robado en casas de amigos… No es agradable”.
Humanidad
No todos los residentes aplaudieron el discurso de Conte. Ni todos coinciden con el punto de vista del exalcalde Martello. En Lampedusa, junto a los comerciantes y vecinos de toda la vida, vive también una importante comunidad de voluntarios y trabajadores humanitarios –la mayoría, de otros puntos de Italia y otros países– de ONGs que piden mayor comprensión ante el drama migratorio.
Roberto, de 54 años, reside en Lampedusa desde hace tres meses. Este anticuario veneciano vivió en la isla durante 10 años a principios de los 2000; después se trasladó a Túnez, donde se convirtió al Islam para casarse y tuvo dos hijas. Ahora, divorciado y tras haber vendido su negocio en Venecia, ha vuelto para “ayudar en lo que pueda”. Tiene la intención de incorporarse al personal de la Cruz Roja.
“Todo el mundo está muy pendiente de sus propias necesidades, pero, ¿dónde está la humanidad hacia los demás? La gente no cruza el mar por gusto. Hay niños pequeños que vienen solos…”, dice. Roberto vive en una autocaravana en un cámping en Cala Madonna, donde hace esculturas con las válvulas de neumáticos que los migrantes usan como flotadores.
Allí, la noche del pasado miércoles llegó una patera con inmigrantes tunecinos, uno de los últimos coletazos de esta última oleada masiva que se ha interrumpido por el aumento del viento en el mar. Es una realidad a la que Roberto está acostumbrado: se ha encontrado varias veces a migrantes recién llegados durmiendo escondidos dentro del cámping. “Es una isla extrema”, asegura sobre su experiencia.
Mientras los lampedusanos celebran su Fiesta Mayor con procesiones en la calle, la tensión se ha desplazado ahora a Porto Empedocles, Sicilia, destino de los ferries que han trasladado desde el inicio de la emergencia a los miles de migrantes arribados a Lampedusa. El Gobierno de Meloni ha anunciado que habrá repatriaciones masivas, en medio de una de las crisis que más han hecho tambalear su Gobierno.
Pese a las soluciones que reclaman unos y otros, la realidad a la que se enfrenta Lampedusa es la de una isla que parece condenada por su situación geográfica. Aquí, decenas de miles de migrantes que sueñan con una nueva oportunidad seguirán conviviendo con una comunidad que se siente abandonada a su suerte en la puerta de Europa.