En este mundo siempre hubo personas interesadas en intentar ir mucho más allá de lo que consideramos normal, en establecer una diferencia entre lo habitual y lo desconocido. Algunos lo hacen viviendo experiencias de mucha adredalina, realizando puenting, tirándose en paracaídas, escalando las montañas más altas o, en resumen, realizando deportes extremos. Otros, sin embargo, buscan estas emociones y sensaciones en otras partes: ahora, en España, son cada vez más las personas que realizan turismo en lugares de riesgo o en zonas de conflicto.
"Hay un sector de la población que desde hace muchos años no se siente tan cómodo viajando simplemente a un resort durante una semana y necesitan otras experiencias. Son personas usualmente con estudios superiores y una gran curiosidad por el mundo que nos rodea", explica a EL ESPAÑOL Joan Torres, quien en 2015 dejó su trabajó en marketing y desde entonces no ha dejado de viajar.
Él es el creador de la agencia Against the Compass (en contra de la brújula, por su traducción del inglés). Un proyecto que nació de su blog tras ver cómo muchas personas le pedían consejos para poder acudir a zonas donde él ya había viajado antes. Fue entonces cuando se preguntó: "¿Y si les ayudo organizando todo?".
En realidad, la organización de este tipo de viajes no es algo nuevo. Ya en el 2008 Gareth Johnson, un profesor británico, comenzó a gestionar tours a Corea del Norte. Y más tarde a Chernóbil. A él se le puede achacar ser el primer promotor de los viajes a zonas de riesgo. En España, la de Joan no es la única. Diferentes agencias ofrecen paquetes turísticos que rondan entre los dos mil y los cuatro mil euros para viajar lugares exóticos por temporalidades que van desde los 8 a los 14 días.
Ojo de Nómada, una agencia creada por el youtuber Lethal Crysis (Rubén Díez), quien se dedica a documentar "viajes extremos", es una de las últimas en promocionar estos servicios. Ofrecen adentrarse en una tribu amazónica, conocer Bangladesh, Benín, Chechenia o el Kurdistán de Iraq, por ejemplo. La próxima expedición a Afganistán, la que más éxito tiene y cuyas plazas se reservaron en 24 horas, durará 13 días y costará 3.400 euros. Sin incluir billetes de avión ni costos derivados de la tramitación del visado.
"Nuestra entrada a Afganistán será por tierra desde Pakistán, más en concreto desde la milenaria ciudad de Peshawar. Tendremos un día para explorar esta interesantísima ciudad y sacar nuestros visados afganos. Después cruzaremos la frontera a través de la icónica puerta del Khyber. Esta expedición no es una más, es la puerta de entrada a descubrir una de las historias mas emocionantes y aterradoras del mundo moderno, contada por sus propios protagonistas", se puede leer en el anuncio de la página web.
Este tipo de viajeros, personas que se describen así mismas como "muy aventureras, curiosas, con ganas de conocer el mundo", han sido recientemente señalados tras la muerte en Afganistán de tres turistas españoles, así como la del fotoperiodista Toni Espadas en Etiopía. En redes sociales se han generado diversas críticas, habitualmente se les tacha de locos o se les dice que "por qué no pueden ir algo más tranquilo".
"Parece que tenemos que pedir perdón por no querer estar una semana en la playa", dice Mónica, de 67 años, en una conversación con EL ESPAÑOL. Y eso que ella conoce mejor que nadie este tipo de destinos: durante más de 30 años fue tripulante de vuelos de largo radio para la aerolínea Iberia. Ahora, jubilada, disfruta como la que más de lugares exóticos: "Por ejemplo, conozco toda Asia central. Y por supuesto que he ido a Afganistán, a Irak, a Siria, faltaría más", dice. Hace dos días que regresó de Kazajistán, por lo que toda la polémica le ha pillado haciendo, precisamente, lo que ahora se critica: "Se piensan que somos cuatro descerebrados y no es cierto".
Experiencias más fuertes
Es fácil preguntarse qué le llevaría a una persona a querer visitar una ciudad como Damasco, la capital de un país que todavía sigue en guerra y que ha visto actos horribles. O Afganistán, donde las sucesivas guerras también han hecho que sus fronteras sean herméticas y sus habitantes parezcan seres de otro mundo; y donde, además, ahora gobierna un régimen talibán que controla el país bajo una estricta doctrina islamista.
Quizás se pueda explicar con las palabras del periodista Ramón Lobo, que decía en Crónicas de Kabul que viajar es abandonar el nido, el vientre materno, la cueva, y asumir un riesgo: partir hacia lo desconocido, lo impredecible e incontrolable. "Y más aún si el destino es una zona de guerra como Afganistán", escribió en aquel libro, publicado en el 2010. O puede que no se termine de comprender y todo esto no sea más que literatura.
"No es sólo por el hecho de tener experiencias más fuertes, es más bien el aprender cosas nuevas, acudir a lugares donde todavía no existe un turismo masivo. El problema está en que en España parece que si no voy solamente a París o a Londres ya soy una irresponsable en todo lo demás. Y yo entiendo que muchas personas no quieran viajar a este tipo de países, pero nosotros, los que vamos, sabemos perfectamente que el riesgo cero no existe y tomamos las máximas precauciones", explica Mónica.
"Personalmente aspiro a ir culminando algunos sueños, sin ninguna prisa pero sin pausa, y a vivir experiencias viajeras únicas a poder ser en destinos que se adelanten a las modas. Cada vez me gusta más pensar en, y hacer, viajes potentes buscando puntos de inflexión en mi trayectoria viajera siendo menos convencional". Me mueve el aprender a adaptarme y el arriesgar en la elección de algunos destinos", expresa Óscar, un vasco de 58 años que se prejubiló en 2020 y que desde entonces tampoco no ha parado de compartir sus viajes en el blog "Los viajes de Óscar".
"En general mi motivación es un poco adquirir conocimiento y entender muchas de las cosas que no te van a contar o que no vas a saber dentro de tu zona de confort", dice, por su parte, Guillermo, un santanderino de 31 años que se dedica a la fotografía y que disfruta viajando y realizando su pasión por el mundo. En Siria, por ejemplo, sintió una conexión con el conflicto y con la población local que, en sus palabras, hubiera sido imposible si nunca hubiera acudido hasta allí.
"En mi caso tiene mucho que ver con lo que creo que es un espíritu que tiene el propio ser humano de exploración. De querer aprender, sobre todo en un lugar donde ha habido o donde hay un conflicto: saber qué está pasando, cuál es la evolución, qué historias hay. Y también tiene mucho que ver con el querer hablar, el conocer esa parte más humana, cómo viven las personas en estos lugares", comenta Iosu, de 46 años, periodista de formación que ahora se dedica, entre otras cosas, a los vlogs de viajes.
Ver esta publicación en Instagram
[De Afganistán a Israel: esta es la lista completa de países a los que España recomienda no viajar]
"Nunca sentí inseguridad"
Visitar países en conflicto puede tener en muchos casos un elemento de interés morboso, propio, a su vez, del ser humano. "Lo hago por saciar una permanente necesidad curiosa con la que vivo", dijo otra persona en una conversación fuera de registro. De muchos de estos países, la mayoría de los entrevistados y personas ajenas a este reportaje destacan la posesión de un patrimonio arquitectónico excepcional: "Yo creí que iba a llegar a un país devastado y para nada. Es como un museo al aire libre", dice Mónica en relación a Afganistán".
"También busco interactuar con las personas para conectar con sus historias", explica Guillermo. En Siria, por ejemplo, todos los entrevistados afirman que la gente es cálida y hospitalaria con los extranjeros. "En mi caso fue increíble. A los españoles, precisamente, nos quieren un montón. En casi todos sitios nos tienen realmente mucha estima", sentencia el cántabro.
En ese sentido, Óscar dice que Irán es, también, un excelento ejemplo. Pero no sólo: "En muchos países que se encuentran después de un conflicto, la gente, pese a haberlo pasado muy mal, te recibe con los brazos abiertos, con mucha gratitud y con ganas de volver a una normalidad a la que contribuyes tú con tu visita, contratando sus guías y también con tus compras de artículos locales y gastos en comercios o restaurantes. Esta sensación es también un aliciente añadido".
"Allí donde nos ven nos dicen que están encantados, que disfrutan y están contentos de que estemos, a pesar de que normalmente no son países comúnmente acostumbrados al turismo, como sí lo son Marruecos o Tailandia. Entonces suelen ser más tímidos al principio y mucho más abiertos al final, comenta Mónica. En Afganistán y en Irak la jubilada ha viajado en grupo, normalmente en expediciones organizadas. En otros, lo ha hecho por su cuenta. "Y en ningún momento he sentido algún atisbo de inseguridad", dice.
"Me he sentido más seguro en Damasco tomando cervezas por la noche que en muchas capitales europeas. Oriente Medio, y el África Negra, cuentan con destinos en los que la seguridad no me preocupa y asumo con naturalidad la incredulidad e incomprensión de muchos. Me encanta patear y perderme por bazares y mercados africanos y de Oriente Medio, con cabeza y cautelas precisas. A veces, cuando estoy en algún lugar donde a priori no pinto nada por ser el único occidental, es justo cuando pienso que estoy tocando la tecla y disfruto más de la experiencia", expresa Óscar.
"Pero nosotros siempre sabemos a lo que nos exponemos", dice Iosu, "y es cierto que vamos a países donde la seguridad quizás no sea tan buena como en otros, pero también puedes ir a un país más tranquilo, no tomar preocupaciones y que por culpa de una picadura tengas algún tipo de enfermedad que no has previsto e incluso fallecer por ello. A veces los peligros los tenemos más cerca de lo que creemos, y no tan sólo en sitios lejanos y exóticos".
Ver esta publicación en Instagram
Joan Torres, el organizador del viaje a Afganistán en el que fallecieron tres turistas españoles, aclaró en una entrevista exclusiva con EL ESPAÑOL que las personas que viajan en este tipo de expediciones "son personas muy viajadas, con muchas experiencias previas a sus espaldas y que saben muy bien a las situaciones que pueden enfrentarse". Óscar, Mónica, Iosu y Guillermo concuerdan en la necesidad de tener un buen seguro que te cubra en situaciones de extrema urgencia.
"La gente tiene accidentes o fallece en las carreteras, yendo a trabajar o de vacaciones, se puede ahogar en una playa de tu país, puede tener la mala suerte de verse afectada por atentados terroristas en cualquier país. Las noticias de los telediarios son verdaderos muestrarios de sucesos y muertes por todo el mundo. Aunque lo sucedido recientemente en Afganistán y Etiopía desde luego no ayudará a que muchos comprendan que a veces lo improbable puede suceder en cualquier lugar ", concluye Óscar.
Puede, que al fin y al cabo, la caza de adredalina en países en riesgo sí que tenga algo de literatura. Para ellos viajar es una aventura compleja, pero representa la modificación brusca de las costumbres que en su repetición ofrecen cierta seguridad en un mundo inseguro. Viajar para ellos es acudir al encuentro del otro, de sus anhelos. Y también de sus miedos.