"No me preguntes dónde van las armas que se están robando en Ucrania porque no tengo ni idea y mi bola de cristal no tiene cobertura aquí", nos espeta Moisés A.G., uno de esos soldados españoles que han combatido en dos de los batallones de voluntarios internacionales creados por Kiev.
"Pero ya es hora de que se sepa que muchos militares ucranianos están de corrupción y mierda hasta las orejas. Joder, ¡por supuesto que las armas de la OTAN van a llegar a España por el patio trasero si es que no han llegado ya! ¡He visto con mis propios ojos cómo un sargento se vendía un cargamento entero de pistolas! ¡Sé de lo que hablo porque llevo más de dos años en el ejército ucraniano! Me uní primero a la Legión Internacional y como no había mucha acción allí, me marché para enrolarme en el Carpathian Sich. ¡Hey! ¡No me malinterpretes! No soy un loco de la Play Station, pero fui a Ucrania a combatir y no para pajarear haciendo guardias. Y créeme que muchas de las cosas que he acabado viendo no me gustaron nada", prosigue.
Lo que afirma Moisés debería sorprendernos (aunque no lo hace) porque, en abril de este año, la viceministra ucraniana del Interior, Kateryna Pavlichenko, aseguraba tras una reunión con Stefano Tomat, director general y comandante de operaciones civiles de la UE en el Servicio Europeo de Acción Exterior, que no existía ni un solo caso registrado de contrabando de armas desde Ucrania. El testimonio del español apunta a lo contrario. Tirando de esa madeja, tal vez podría hallar la prueba que reclama.
En realidad, hacía muchos meses que los propios aliados alertaban de la posibilidad de que sus donaciones pudieran terminar en manos de redes criminales. Solo que las advertencias se perdían en vaguedades. Los más interesados en divulgar ese supuesto flujo de armas hacia cárteles como el de México eran los propios rusos, que emprendieron una campaña masiva de desprestigio para frenar las donaciones de armamento.
Pero he aquí que la alerta roja parpadeó en nuestro país cuando EL ESPAÑOL dio a conocer en exclusiva a principios de semana que narcotraficantes del Estrecho podrían haber utilizado munición y fusiles de la OTAN en un tiroteo con la Guardia Civil. Ahora ya no es el Kremlin sino la propia Benemérita la que advierte del flujo ilegal de armas hacia contrabandistas ultraviolentos.
Munición en mano de criminales
Se han publicado hasta la fecha varios reportajes de investigación sobre este mercado soterrado en los frentes ucranianos, pero todos los testigos eran citados por los medios internacionales en condiciones de anonimato. De manera que Moisés, más conocido por su distintivo de batalla 'Hippy', es uno de los primeros occidentales que denuncia de viva voce y sin ocultar su cara este tráfico ilegal de armas.
Sus palabras son especialmente valiosas porque él mismo presenció las situaciones de las que habla. Tal y como sucedió en Yugoslavia o en Irak, ya puede asegurarse que pistolas, fusiles y municiones enviadas a Ucrania han acabado en manos de criminales, lo que se desconoce es si la magnitud del contrabando es relevante.
El testigo de EL ESPAÑOL | Porfolio no es del todo desconocido en la prensa de nuestro país. Este mismo suplemento dedicó hace algunos meses una crónica escrita sobre el terreno, en Kiev, sobre su matrimonio con una esteticista ucraniana de Vinnitsya un año menor que él (Moisés tiene 51).
Este detalle todavía habla más en su favor ahora porque impide poner en entredicho su compromiso con el ejército de Kiev y con los ucranianos o descarta la existencia de intereses espúreos. De hecho, no solo se ha casado con una nativa, sino que ha trasladado su residencia a Ucrania, que es desde donde le hemos vuelto a entrevistar y desde donde habla. Según dice, no le mueve otro motivo que defender a sus camaradas de armas. "Hablo en beneficio de mi batallón, que es quien sufre esta mierda".
"Para serte sincero, no es que falten armas cortas como dicen. El problema aquí es la corrupción", afirma Hippy. "Algunos hijos de puta venden todo lo que les llega. En abril de 2002, recién aterrizado en Ucrania, yo mismó ayudé a descargar de noche una furgoneta llena de cajas de Berettas (pistolas de fabricación italiana). En cada caja de madera había noventa con sus cuatro cargadores. A la mañana siguiente pedí una porque van genial para las trincheras y me dijeron que no había. 'Joder, ¿cómo es posible que no haya si yo mismo las descargué anoche', les dije. ¿Y sabes qué me respondieron? ¿Que por qué las había abierto? ¡Pues claro que las abrí! ¡Quería saber qué estaba descargando!".
Moldavia, ruta principal de salida
La presencia de Moisés en el escenario de ese robo proporciona detalles que vienen a confirmar que una de las principales rutas de salida ilegal del armamento es la frontera de Moldavia. Desconoce dónde van después, pero es obvio que quien quiera que las compre no las usan para matar pichones. Su clientela natural son los ecosistemas criminales.
"El 80% del armamento europeo y americano con el que trapichean sale por allí. El soviético no le interesa a nadie. Y si algún mando nacional o internacional tiene cojones a decirme lo contrario, yo le digo que tenemos vídeos que registraron el momento en el que las armas recién recibidas eran cargadas en una Mercedes Vito con la matrícula de Moldavia (inicialmente duda entre Moldavia y Georgia). No tengo problema en dar mi nombre ni mi indicativo de combate. Sé quién los cargó y quién los vendió. Alguien que se suponía que es sargento y a quien hicieron luego comandante", dice Hippy.
"Eran las tres de la mañana y la furgoneta se cargó cuando todo el país estaba inmovilizado. ¿Cómo podía circular la Vito por las carreteras ucranianas en plena noche y en medio de un toque de queda? ¿Y por qué se volvieron a llevar unas armas que nosotros mismo habíamos descargado? Naturalmente, tenían la autorización tanto de algún cargo de la policía como de los militares. No hay que darle más vueltas. Y yo hablo por derecho, por el derecho que me da el haber sido testigo directo de lo que hablo y por haber reunido pruebas que otro compañero español conserva. Son como un seguro de vida", prosigue.
En efecto, hay varios españoles más contactados por Porfolio dispuestos a corroborar que lo que afirma 'Hippy' es cierto, solo que en este caso, a condición de que los mantengamos en el anonimato.
"¿Sabes lo que más me jode?", continúa el voluntario. "Que aquí hay armas cortas para abastecer a tres ejércitos y luego no las tiene nadie. Se supone que las Berettas 92 eran excedentes del ejército norteamericano en perfecto estado. Hablamos de miles de ellas. ¿Dónde carajo están? Ni puta idea. De manera que, yo, Moisés A.G. (nos facilita sus dos apellidos y el resto de sus datos identificativos), más conocido como 'Hippy', denuncio la ocultación y posible robo de armas tanto del calibre OTAN 5.56 como de 9 milímetros. ¿Dónde están las Berettas y las Glock? A mí me dieron una mierda de Makaroff de los años 70 sin estrías en los cañones para callar mi boca. Es como una 9 corta. Le disparas a un ruso a quince metros y se ríe en tu puta cara. Es que a uno se le caen las pelotas al suelo. Acabé con el brazo colgando y no logré tener nunca una como las que robaron", asegura.
El brazo colgando del que habla son las secuelas de un ataque ruso con RPG que a punto estuvo de matarle el 24 de agosto del pasado año. Moisés bajó a rescatar a un compañero de armas latino derribado por una mina y un soldado del Kremlin le alcanzó con un lanzacohetes de origen soviético. Los RPG suelen distribuir su carga en forma de cono, de manera que lo que le salvó la vida fue su proximidad al lugar de la explosión. Con todo, le rociaron varias esquirlas de metal. La más grande le abrió un boquete en el costado del tamaño de un mandarina.
La Legión Internacional, cuestionada
Antes de viajar a Ucrania, 'Hippy' pasó diez años en la brigada paracaidista y en el cuerpo de operaciones especiales del ejército español. Cuando fue herido por los rusos, era parte del Carpathian Sich, una unidad creada hace diez años por el partido ultraderechista Svoboda oficialmente conocida como la Cuarta Compañía Sich del Regimiento de Kiev. Los casos de tráfico de armas de los que fue testigo acaecieron, sin embargo, durante el periodo en que sirvió en la Legión Internacional, que es la unidad que más ha sido puesta en entredicho por la propia prensa ucraniana debido a las denuncias de corrupción y malos tratos formuladas por los voluntarios occidentales.
"Tengo mucha mierda que soltaros", asegura Moisés. "Nada más llegar a la Legión nos dieron el AK47. Espera, no, perdón... el 74. Es decir, el arma rusa de asalto. Algo después nos entregaron un CZ (un fusil checo semiautomático del calibre 7,62 × 51 NATO). Pero el caso es que llegaron trescientas cajas de FN-SK (un fusil belga de asalto)", afirma.
"¡Escúchame lo que te estoy diciendo! ¡En la entrada de la base había más de 200 cajas de FN-SK! ¡Después de tres días ya no quedaba ni un FN! Todos se habían evaporado. Y abrí la caja, pues claro que la abrí, joder. Estaba descargando las cajas así que las abrí... y los putos FN desaparecieron. No sé si conoces ese arma, pero puedes buscarla en línea. Ahí estaban, con su culata retráctil, sus 4 cargadores, su kit de limpieza, su bayoneta... Eh, amigo, ¡pues volaron! Joder que si volaron", continúa.
"¿Pero sabes cual es el problema?", asegura Moisés. "El problema es que no va a haber nunca manera de echarle el guante a esos chorizos porque esos ladrones del ejército ucraniano saben muy bien cómo encubrir esa rapiña. Los patrones y los pequeños capos dicen: "Eih, yo no sé nada. Las armas que dicen que desaparecieron estaban en un búnker tomado por los rusos'. El otro te saldrá con la película de que se dejó diez mil fusiles en un zulo asaltado por los orcos. ¿Pillas por dónde voy? De esa forma ya han blanqueado las armas", apunta.
"Por supuesto, los rusos no te van a decir que ellos no han sido. Acaben donde acaben, en España o en México, se echarán las culpas unos a otros. ¿Crees que alguien va a poder trazar las fechas, los lugares y los nombres como para determinar con precisión si una pistola o un fusil estaba en manos de los ucranianos o fueron robadas por los rusos? El verdadero problema aquí es que la gente aún tiene la mentalidad de la Unión Soviética. Guardar, guardar, robar... Tengo compañeros que un día se dejaron el armamento en la base y a los tres o cuatro días regresaron a por él y había desaparecido. Os podría dar incluso nombres. Otra cosa es que ellos estén por la labor de hablar", asegura.
A pesar de sus heridas y de que debido a las secuelas no está ya en condiciones de regresar a la primera línea, 'Hippy' ha conservado su estatus de militar en activo. Su última batalla personal tiene por objetivo que le reconozcan sus servicios y le indemnicen de acuerdo al contrato que firmó antes de exponer su vida.
"Esa es la otra, amigo. Ahí tenéis también un reportaje bueno. Se supone que Europa manda ayudas a la tropa y la mayoría de los soldados ni siquiera saben que por defender Ucrania tienen derecho a descuentos de más del 30 por ciento en ciertos servicios básicos. Yo jamás recibí esas compensaciones o subsidios. ¿Dónde ha ido ese dinero? No sé qué pasará conmigo y si este mes (por el pasado) me echarán del ejército a causa de mis heridas. Yo no he cobrado aún indemnización alguna, pero si eso ocurre finalmente, estoy dispuesto a ir puerta por puerta de los cuarteles ucranianos preguntando por el destino de la pasta que han mandado los países europeos".
El gángster de la Legión
Los propios medios ucranianos han denunciado de forma eventual episodios semejantes a los que describe 'Hippy' (si un ruso hiciera lo propio acabaría en un gulag, lo cual, después de todo, marca ciertas diferencias). Aunque no proporcionaran nunca la identidad de sus testigos, sí identificaban a los mandos denunciados por los voluntarios como capos de las redes de contrabando. El caso más conocido es el de un polaco muy controvertido llamado Piotr Kapuscinski, al que el Kyiv Independent describía como un antiguo gángster presuntamente involucrado en robos, saqueos y acoso a soldados. Entre sus hombres se presentaba como Shasha.
Ese digital ucraniano llevó a cabo una investigación mediante la que reunió varias docenas de testimonios que señalaban al polaco como el cabecilla de una red que extorsionaba a los voluntarios de la Legión Internacional. Presuntamente, era él quien se hallaba tras los casos de desaparición de armas. El propio Moisés le conoce y nos llevó en persona durante nuestro encuentro en Kiev a un complejo del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) y del Directorio de Inteligencia (GUR) por donde suele vérsele.
No logramos encontrarle pero es un hecho probado que jamás pagó por el supuesto contrabando y, desde luego, nunca fue expulsado del ejército, aunque sí fue investigado. Quien quiera que robara esos miles de armas que echaron a faltar los voluntarios de la Legión salió impune. Y no solo denunciaron la sustracción de donaciones. A menudo les quitaban incluso el equipamiento que adquirían con su dinero. Alguien ha hecho su agosto gracias al conflicto.
Lo que el Kyiv Independent no logró nunca a averiguar fue el destino de esas armas. No se determinó tampoco si el contrabando era masivo o se reducía a algunos casos aislados. Este es un asunto muy sensible en el país porque las donaciones occidentales de armas dependen en cierta manera de que sean capaces de garantizar el control del armamento. Tanto el Kremlin como la izquierda más patólogicamente prorrusa saca a diario a colación el contrabando para tratar de cuestionar las ayudas occidentales.
Cierto es que, tal y como Moisés insinuaba, es muy probable que una parte importante de las armas de la OTAN sean traficadas hacia Europa a través de los propios rusos. Del lado de Moscú, la corrupción, el chantaje y el robo no es una anomalía denunciada abierta y públicamente como en Ucrania, sino una especie de pandemia que ocultan como pueden y que ha llegado a trabar incluso parte de su maquinaria bélica.
La extorsión de los soldados es la norma en muchas unidades y son cientos los casos conocidos de oficiales que están forjando una fortuna al calor de los cadáveres. Desde que empezó la guerra, EL ESPAÑOL | Porfolio ha investigado y divulgado algunos de los más escandalosos a partir de entrevistas realizadas a los propios rusos.
Lo que a los funcionarios españoles de seguridad les inquieta de verdad no es tanto lo que sucede ahora como lo que pasará cuando concluya ese conflicto y las pistolas y fusiles u otros componentes más sofisticados dejen de ser perentoriamente necesarios en las líneas de los frentes.
"Claro que hay preocupación entre los nuestros. Hay indicios muy claros de que el mercado negro de armas en Europa está a reventar porque Ucrania es un coladero", nos revela un agente español de Inteligencia. "Debido a las circunstancias de la guerra, en Ucrania hay un descontrol total de entrada y de salida de armamento".
Tal y como recogían en este diario Brais Cedeira y Luis Casal el 3 de junio, la Guardia Civil ha detectado en los últimos meses que armas de calibre OTAN semejantes a las cedidas a Ucrania han acabado ya en poder de los clanes criminales que operan en el sur de España introduciendo cargamentos de droga por el Estrecho de Gibraltar.
Concretamente, fueron detectadas armas de ese tipo en manos de un grupo de narcotraficantes de Sanlúcar de Barrameda la noche del pasado 21 de mayo, cuando los delincuentes repelieron a tiros una intervención del Instituto Armado mientras introducían un alijo de 2.500 kilos de hachís por el río Guadalquivir.
Los agentes tuvieron que responder a las ráfagas de disparos de los narcos, pertrechados de toda clase de armas largas, con sus pistolas reglamentarias, que era justamente lo contrario de matar moscas a cañonazos. Lo habitual hasta la fecha es que los criminales usen los clásicos fusiles de calibre soviético procedentes de los mercados negros de la antigua Yugoslavia.