Orestes Malonda (Barcelona, 1983) no es el prototipo de empresario amanerado al frente de un negocio dedicado al lujo. Es de esas personas que se lanzan al barro y se manchan las manos. Carece de pelos en la lengua, manifiesta lo que piensa, a veces amaga con recular para no caer en las lindes de la incorrección política pero, al darse cuenta de que traiciona su espíritu libérrimo, se desdice de la indulgencia y carga las tintas con más fuerza. Con el pelo largo como una estrella de rock, una poblada barba y una réplica de la misma chaqueta que Freddie Mercury llevó en Ibiza en 1986, Malonda, CEO de la marca de coches súperdeportivos Tramontana, se muestra a sí mismo como un verso suelto en el sector de la automoción; un radical libre que cree que la felicidad no está en el dinero, sino en la autoconfianza.
A sus 41 años puede enorgullecerse de ser un hombre de mundo que ha vivido varias vidas. Fue mecánico del piloto de motocross Javier García Vico, la empresa de motocicletas catalana Derbi lo fichó como socio para su importadora en Estados Unidos, montó una pequeña empresa de construcción que acabó siendo una de las más potentes compañías de edificación de muros ecológicos de España y abrió un negocio de ocio turístico en Ibiza con el que, en sólo un año, ganó el premio a la mejor fiesta de la isla, lo que le ayudó a exportar su conocimiento sobre el sector de los eventos y el lujo a Tulum, en Mexico. Sin embargo, el gran cambio de su vida llegó en 2017, cuando se hizo con las riendas de AD Tramontana, el prestigioso atelier de coches de lujo de Barcelona fundado en 2005, que entonces se encontraba en sus horas más bajas.
"Lo cogí cuando era un negocio al borde de la quiebra", explica a EL ESPAÑOL | Porfolio. Tramontana había nacido en Cataluña hacía una década, y presentó su primer modelo en el Salón del Automóvil de Ginebra. Corría el año 2005. Orientados a crear una producción limitada de seis piezas anuales, el estricto modelo exclusivista de sus primeros socios no consiguió que las ventas prosperaran como querían. "Cuando se presentó el primer Tramontana hubo 180 peticiones de compra. Se vendieron 2 o 3. En ese momento tenías que decir quién eras, para qué lo ibas a destinar, ese tipo de cosas. Las marcas cogían mala fama si sus clientes tenían un accidente. Es algo normal. Ferrari te vende un coche dependiendo de quién seas, pero el caso de Tramontana era especialmente estricto".
Tras una década de claroscuros, en 2017, con el negocio en su peor momento, Malonda se juntó al entonces cofundador de AD Tramontana, Albert Foncillas, e invirtió un porcentaje de su fortuna para formar parte del consejo directivo de la empresa. Hoy, gracias a él, luce una estructura empresarial ligera y deslocalizada con sede en Estonia y con varios talleres colaboradores en España –uno de electrificación de motores en Aínsa (Huesca) y otro de fabricación de chasis en Santa Pola (Alicante)–, además de una taller en Chicago, Estados Unidos, donde ponen a punto los motores y una fábrica de ensamblaje en Miami. No tienen cadena de producción; todo lo que fabrican lo hacen bajo pedido. Personalizan los vehículos para sus clientes y los confeccionan en base a sus exigencias. "Si mañana me pides un Tramontana con una carrocería de oro, puedo hacerlo. Otra cosa es que acepte", bromea.
A pesar de que con una mera búsqueda de Google uno encuentra Tramontana posicionada como una de las empresas de lujo del sector del automóvil, su CEO asegura que el suyo no es un negocio prolífico. "Ofrecer lujo no implica tener muchos beneficios. La empresa es rentable, pero con una estructura liviana. Hay pocos negocios que hagan hyper cars. Apolo, Rimac, Bugatti: todas son famosas y muy buenas, pero ninguna da muchos beneficios. Ni siquiera Tesla, que tiene una burbuja de bolsa alucinante y vende modelos a pérdidas. Koenigsegg gana dinero con las patentes que le compran los chinos y Pagani vende castillos. Es muy difícil amortizar una inversión cuando ofreces un sólo producto de lujo. Nosotros este último año hemos vendido sólo un coche. Y ya es suficiente para tener beneficios".
Tramontana es un coche diseñado para multimillonarios. Gente con un poder adquisitivo tan alto como para poder permitirse tener un vehículo de, como poco, un millón de euros. Un precio muy por encima de marcas tan reputadas y conocidas como Ferrari, Aston Martin, Lamborghini o incluso Rolls-Royce. "Para tener un coche Tramontana debes ser un coleccionista o un billonario. En España no tenemos ese tipo de figuras. No existe un Bruce Wayne o el rico del estilo Iron Man. Están mal vistos. En Estados Unidos, sin embargo, es diferente". Por eso Tramontana decidió dejar de centrarse en el mercado español para explorar alternativas en América.
Malonda considera que parte del problema está en la propia sociedad europea y, específicamente, en el temor que las familias adineradas españolas tienen a las críticas. "Aquí no se ha vendido prácticamente ningún Tramontana. ¿Sabes por qué? Porque la gente no se atreve a comprarlos. Hace tres o cuatro décadas recuerdo que en Barcelona la gente podía ir con un abrigo de piel según qué zonas, pero un día empezaron a llamarles burgueses de mierda. Hoy los ricos tienen miedo de comprarse un Ferrari por el 'qué dirán'. ¿Cuántas entrevistas ha hecho Amancio Ortega? Ninguna. ¿Por qué? Para no levantar envidias. Así somos en España: Ortega regala máquinas y lo miran mal por ello. El de Mercadona está siendo criticado constantemente. Los dueños de los casinos de Peralada, una de las familias más ricas de España, tienen que ir en un Audi".
Lujo a 375 kilómetros por hora
Tramontana, que proviene del latín transmontanus, significa 'el viento que viene de la montaña hacia el mar', un frío y turblento soplido proveniente del norte muy característico del Mediterráneo, de Mallorca y de la balear sierra de Tramontana. Su logo es un ocho acostado, símbolo asociado al infinito, forma matemática que representa todo aquello que no tiene principio ni fin.
"Nuestra filosofía es hacer un coche muy radical orientado a la hiperdeportividad. Antes se buscaba la excelencia y el refinamiento, con una conducción muy fácil, pero yo he apostado por la potencia bruta. Prefiero un coche que pierda un poco del lujo de la conducción y gane mucho en deportividad. No está pensado para el uso diario, aunque la mayoría de nuestros clientes lo usan así. Por ejemplo, un comprador de Arabia Saudí le hace cuatro o cinco horas semanales. Llevan motores Mercedes v12, por lo que si no le exiges un altísimo rendimiento, el coche te va a durar cientos de miles de kilómetros, como un Mercedes de altísima gama".
"Sin embargo, nadie se mete en carreras con este coche", incide Orestes Malonda. "Todo el mundo que compra un Tramontana lo hace para pasear, para vacilar, para salir un domingo o acudir a un evento de colección. Otro de nuestros compradores más recientes fue el promotor de las islas Palmeras, en Emiratos Árabes Unidos; otro al que vendimos fue un alemán que tiene más de 1.000 casas. Y también hay mucho dinero que proviene de China, pero no puedo dar más detalles".
Las características de los Tramontana son similares a las de un coche de carreras. Estos coches son unos misiles de entre 900 y 1.025 caballos que pueden alcanzar los 375 kilómetros por hora. De hecho, muchas veces se ha dicho que son una mezcla entre vehículos de Fórmula 1 y aviones de combate. Una comparación algo exagerada que, sin embargo, "algo de razón tiene, porque cuando montas el chasis parece un jet". Además, la principal característica de este coche es su ligereza: mide 6 metros y pesa 1.200 kilos. "Con este mismo motor, un modelo de calle de cualquier otra marca pesaría 2.500 kilos".
Parte del lujo y del elevado coste de los modelos Tramontana responde a esa 'ligereza' de su caparazón exterior. "Lo más caro es la fibra de carbono. Tanto la carrocería como el chasis está hecho de carbono, y nos lo prepara una fábrica llamada Magma Composites, en Alcañiz, Teruel. Después, la versión eléctrica, que hacemos junto a nuestros partners de Play & Drive en Huesca, hace que gran parte del coste se vaya sólo en la electrificación del motor". Finalmente, sus colaboradores de Santa Pola elaboran el chasis y las piezas finales se ensamblan y montan en Estados Unidos.
La reputación de los Tramontana ha llegado a ser tan grande que incluso cantantes como Pitbull los han llamado interesados por sus coches. "Quisieron hacer un videoclip con un tipo llamado Flo Rida. Buscaban un coche específicamente para un videoclip". Orestes aún no estaba al frente del negocio. "Los anteriores dueños les dijeron que no, y acabaron haciendo el clip con una fotografía de fondo, muy cutre", ríe el empresario.
"Gracias a todo el mercado que hacemos con Tramontana podemos ayudar a otras empresas españolas com Hispano-Suiza, BRB Karts o Play & Drive, en las que colaboro, y a las que he ayudado en su proceso de distribución", incide Malonda.
"Como soy mecánico de carreras y por mi background he hecho durante 18 años Land Rover Defenders, mucha restauración de Merecedes y colaboro con Hispano-Suiza, puedo decir que nuestros Tramontana se construyen sobre la experiencia. Se hacen a mano, de forma completamente personalizada; con un millón de euros hacemos lo que el cliente quiera. Ese saber hacer es lo que nos ha puesto en el top 10 de marcas de lujo en el mundo".