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Ocurra lo que ocurra mañana en Eurovisión, la cantante hispano-cubana Chanel se convertirá en la indígena Malinche a partir de septiembre en el próximo musical de Nacho Cano. Todo apunta a que será la gran novedad teatral para este otoño madrileño.
Encarnará a la esclava que ayuda a Hernán Cortés en la conquista de México, dotada de gran habilidad verbal y don de lenguas, y despreciada durante quinientos años en su propio país, acusada de traición. A su pesar, ha acuñado el término malinchismo para identificar a quién prefiere lo foráneo a lo propio.
La cantante Chanel Terrero también ha sido vilipendiada en España tras su designación para la final de Turín. Y no es éste el único lazo ni contraste que las une. Decía el escritor Mark Twain: "La historia nunca se repite, pero a veces rima". Como la canción Slomo que nos representará mañana: una rima inacabable y regatona.
Vendida a los nueve años
La historia de Malinche es la de una princesa que se convierte en esclava y consigue recuperar su estatus social gracias al conquistador Cortés, que se sirve de ella y la encumbra en la conquista de Nueva España. Había nacido hacia finales del siglo XV en una aldea de lo que hoy es Veracruz, en el cruce entre las culturas maya y náhuatl.
Hablaba los dos idiomas, algo que resultará crucial en su vida. Su año de nacimiento figura entre la bruma y, sin embargo, es vital para saber si Hernán Cortés la hizo su amante siendo una púbera o ya mujer. Podía tener entre 15 y 19 años cuando eso ocurrió. Era hija de un cacique acaudalado "y de una señora de estados y vasallos". Su nombre original era Malinalli, en honor a la diosa de las hierbas; Malintzin en su propia lengua.
Su padre murió joven. Su madre, "joven y preciosa", volvió a casarse y tuvo un hijo con su nuevo marido. Malinalli perdió así la primogenitura y fue vendida a los nueve años a unos traficantes de esclavos que, a su vez, la cedieron al cacique maya de Tabasco.
Entre serrallos y encierros creció la joven mientras llegaban noticias de que unos barbudos habían desembarcado en el Yucatán desde otro mundo.
De Malitzin a doña Malinche
Hernán Cortés (1485-1547) tenía 34 años cuando zarpó de Cuba hacia el continente centroamericano. Dos expediciones españolas le habían precedido años antes. Acompañaban al conquistador extremeño "518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros y 110 marineros -según la crónica del fraile Bartolomé de las Casas-, además de unos 200 indios y negros como auxiliares de tropa. Llevaban también 32 caballos y 10 cañones de bronce".
A diez kilómetros del océano, la tropa dio con la ciudad de Potonchán, en el señorío mexicano de Tabasco. Era el 12 de marzo de 1519 y dos días después se entabló una sangrienta batalla entre los españoles y los indígenas maya-chontales. La perdieron los nativos y éstos, para reconciliarse con los extranjeros, les ofrecieron veinte esclavas. La desenvuelta Malinalli estaba entre ellas.
Lo primero que hizo el conquistador con las jóvenes fue bautizarlas. A Malintzin le pusieron por nombre Marina. Pero el nombre que le acompañaría para siempre sería el de la Malinche. Cortés no se la quedó para sí, sino que la entregó a su capitán Alonso Hernández. Pero el oficial fue enviado al poco a España como emisario ante Carlos V. Hernán Cortés había reparado en las cualidades intelectuales de aquella esclava y so pretexto de utilizarla en las conversaciones y traducciones con los indígenas, la convirtió en su concubina. A partir de entonces, la amante pasó a llamarse Doña Malinche o Doña Marina.
La traductora de Hernán Cortés
"Doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España…Sin su ayuda no hubiéramos entendido los idiomas de México", afirma el soldado y escritor Bernal Diaz del Castillo. La Malinche comenzó a hacerse imprescindible para que Cortés estableciera la política de alianzas que pactó con diversos grupos resentidos por el imperio de Tenochtitlan, donde reinaba Moctezuma.
Para parlamentar y conseguir aliados, la chica traducía de la lengua náhuatl al maya y el soldado Jerónimo Aguilar, que había naufragado y convivido con mayas durante ocho años, lo pasaba al castellano. Tres idiomas, dos traductores. Cuando Malinche aprendió el idioma de la Corona, Cortés prescindió de Aguilar y se quedó sólo con ella.
En los lienzos de Tiaxcala, del siglo XVI, aparece la intérprete junto a Cortés ante distintas tribus y etnias. Ella acompaña siempre al conquistador de Medellín, incluso en la batalla. Y ella está presente en el trascendental encuentro de Cortés con Moctezuma en Tenochtitlan para oficiar como traductora del que pronto sería muerto y derrotado como gran jefe del imperio azteca.
Doña Malinche fue diplomática, asesoró a los españoles sobre las costumbres sociales y militares de los nativos y realizó tareas de inteligencia. Ella fue quien avisó a su señor Cortés de la emboscada que los cholultecas preparaban contra las fuerzas españolas cuando estas, camino a Tenochtitlan, descansaban dentro de su ciudad. Historiadores indigenistas no dudan en situar su papel como el segundo, después de la religión, que propició una campaña tan exitosa como la de la Nueva España, en la que 900 hombres se hicieron con varios imperios locales, desde Honduras hasta California.
Lo lograron a golpe de cañón, filo de espadas, lomos de caballo y ayudados por el contagio de viruelas y otras bacterias entre los nativos. Todo esto, con la ayuda de la Malinche, venció en el actual México a pueblos y civilizaciones precolombinas.
La madre del mestizaje
Malinche tuvo un hijo de Cortés tres años después de conocerse. Fue bautizado como Martín Cortés. Martin era el nombre del padre de Hernán y también el del hijo que tendría catorce años después con la sevillana Juana de Zúñiga. Pero el que tuvo con Malinche quedaría para las crónicas como Martin El Bastardo.
En México se le atribuye ser, por tanto, la madre de la nación mestiza. Al menos, la madre de la que se tenga conocimiento del nombre. Pero no es del todo cierto. Cuando Cortés desembarcó en 1519, además de al náufrago Aguilar, encontró a otro superviviente del hundimiento del buque Santa María de la Barca. Se llamaba Gonzalo Guerrero, vivía en Chetumal y se había convertido en un nacom o jefe militar maya. Se había casado con la princesa Zazil Há, con la que había tenido varios hijos. Éstos sí son los primeros mestizos mexicanos identificados, aunque no tan célebres como Martin El Bastardo.
Hernán Cortés otorgó una encomienda a la Malinche, le construyó una casa en Coyoacán, muy cerca de la antigua capital de los mexicas (que coincide con la actual Ciudad de México) … y la abandonó. Doña Marina se casaría de nuevo con el noble español Hernando de Jaramillo, con el que tuvo una hija, María. Poco se sabe de su vida desde que la dejó Cortés. Hay investigadores que sitúan su muerte por viruela en 1529. El historiador británico Hugh Thomas opina en su libro Conquest que vivió hasta 1551. Pero el francés Roland Mousnier asegura en la monumental Enciclopedia de las Civilizaciones que murió en 1565, "con amplias posesiones en el sur de México y rodeada de sus nietos".
Cuando Chanel Terrero suba este sábado al plató del festival de Eurovisión y cante el poema imposible aquí reproducido, a base de caderazos vertiginosos y música latina discotequera, estará escenificando el último episodio de aquel mestizaje iniciado en La Española, en Cuba y en la Nueva España hace cinco siglos. Ella misma es producto de dos culturas. La de su madre, cubana, y la de su padre, catalán. Chanel nació en la Habana hace 30 años, pero a los tres la familia se vino a vivir a Barcelona. A los siete comenzó a estudiar danza y a los dieciséis, a vivir de ella.
Ya afincada en Madrid, su cuerpo fibroso y su voz magnética no han dejado de dar alegrías en musicales como Mama Mía!, Flashdance, El guardaespaldas o El Rey León. Ha participado en tres largometrajes, entre ellos, el tremendo El rey de la Habana de Agustí Villaronga, y en unas catorce series de televisión como Aguila Roja, Gym Tony, El secreto de Puente Viejo o El continental.
No ha dejado de trabajar, pero todavía estaba lejos de ser una estrella conocida. El año pasado tomó la decisión de su vida: aceptar el tema SloMo, del compositor vasco afincado en Los Angeles Leroy Sánchez, para competir en el Benidorm Fest que designaría a la representante española en la Eurovisión de Turín. Ganó, entre otras opciones más reivindicativamente correctas como Rigoberta Bandini o el grupo gallego Tanxugueiras. Ganó pese a ofrecer una imagen de la mujer que el feminismo detesta por su carácter de destape-objeto. Ganó pese a que los términos en inglés de la letra superan con creces a los que están en castellano: Take a video, watch it slow mo, mo, mo, mo, mo (yeah) Booty hypnotic, make you want more, more, more, more, more Voy a bajarlo hasta el suelo-lo-lo-lo-lo (yeah) If the way I shake it to this dembow (to this dembow)
Ganó porque, aunque el texto spanglisero (fusión del inglés y el español de Latinoamérica) no lo habría sabido traducir ni Doña Malinche, ella, Chanel, fue la mejor. Pero ahí empezó su calvario. Después de encender las televisiones con su sensualidad, encendió las redes con su nominación.
La maldición de Malinche
Durante quinientos años Malinche ha provocado una monumental polémica en México. Unas corrientes la consideran la madre de la nación y otras, una traidora contumaz por haberse puesto del lado de los españoles conquistadores y haberles ayudado en su expedición sangrienta.
El 'malinchismo'
Por malinchismo se alude a la tendencia de las personas que prefieren un estilo de vida diferente a su cultura en beneficio de las influencias extranjeras. El menosprecio hacia la amante de Cortés ha figurado en numerosas novelas de ambos lados del Atlántico. En 1978, el cantautor Gabino Palomares supo contarla en un corrido que dio la vuelta al mundo con sólo dos acordes de guitarra y un texto anti-colonial, La maldición de Malinche. Aquí su letra:
Hoy, en pleno siglo 20 Nos siguen llegando rubios y les abrimos la casa Y los llamamos "amigos" // Pero si llega cansado// Un indio de andar la sierra, lo humillamos y lo vemos //Como extraño por su tierra // Tú, hipócrita que te muestras //Humilde ante el extranjero, pero te vuelves soberbio// Con tus hermanos del pueblo// Oh, maldición de Malinche// Enfermedad del presente, ¿cuándo dejarás mi tierra?// ¿Cuándo harás libre a mi gente?
En España la designación de Chanel creó una enorme trifulca social. Ministras como Ione Belarra, escritores, periodistas, sindicatos y partidos políticos vilipendiaron la elección de la hispano-cubana. Las críticas más suaves salvaban la profesionalidad de la cantante, pero denunciaban el sistema de puntuación, la superación del 35% de términos extranjeros en la letra de la canción (en Slomo hay un 44% de palabras inglesas, anglicismos y spanglish) e incluso la publicidad encubierta que se hace de la marca Bugatti.
Chanel Terrero tuvo que desconectar su Twitter "para no ver afectada su salud mental". El asunto se convirtió en político. "Pero yo no soy política, soy una artista", argumentó la protagonista, que reclamó el derecho a seguir su carrera y luchar por el éxito en Turín.
Feministas a favor de Malinche
En 1960, la escritora mexicana Rosario Castellanos rompió una lanza sobre Malinche y la describió no como una traidora, sino como una víctima. Un hilo de comprensión comenzó a tejerse en torno a su figura: una mujer atrapada entre dos culturas, forzada a hacer decisiones complejas y que, quizá, tuvo una influencia decisiva en Cortés para que fuera más humano de lo que habría sido sin ella.
Con ocasión del 500 aniversario de la llegada de Cortés a México, voces masculinas como la del antropólogo Eduardo Matos Moctezuma también revisaron el mito: "Malintzin es considerada una traidora, pero ella no era mexica. No traiciona a su propio pueblo, el maya-chontal. Al contrario. Ella había sido testigo de la expansión del imperio mexica. Estaba uniéndose a quienes quizás pudieran defenderlos de Tenochtitlan".
Un punto interesante es el que ofrece el historiador Jose Antonio Flores: "La Malinche es considerada como la que tiene la culpa de todas las desgracias nacionales y de todas las batallas perdidas en la historia de México, pero esta idea del malinchismo, de atribuírselo a una sola mujer, es un gesto muy machista, muy misógino".
Cuando este sábado por la noche suenen estas rimas imposibles, Chanel unirá su destino a La Malinche. Porque lo que le quedará por delante es encarnar a otra mujer vituperada pero no acobardada, igual que ha sido ella, en el próximo musical del líder de Mecano. Nacho Cano muestra de nuevo su faceta de descubridor de nuevos talentos: "Chanel es una bestia en el escenario, tiene una potencia, tiene una emisión de cosas, en 10 segundos hace 20 cosas, es una artista de las más impactantes que yo he visto nunca".
Durante la actuación de Turín, Malinche seguirá susurrando a Chanel su mestizaje desde el más allá.