En el año 75 antes de Cristo un joven patricio romano de 25 años, Cayo Julio César, viajaba en barco a la isla de Rodas para estudiar con el maestro de oratoria más reconocido de su tiempo, Apolonio, a su vez maestro de Cicerón. En aquella época era habitual que los jóvenes aristócratas fueran a formarse a las escuelas de filosofía y retórica del oriente romano.
Pero, durante el trayecto, el barco fue secuestrado por un grupo de piratas, que decidieron pedir un rescate de 20 talentos. El joven romano, furioso porque pidieran una cantidad tan pequeña, les explicó a quién tenían por rehén y que él valía mucho más de 20 talentos, por lo que finalmente acordaron pedir un rescate de 50. Aquel patricio se sintió terriblemente ofendido y lo consideró una afrenta a su honor que jamás olvidaría. Tras 38 días de cautiverio, el rescate fue pagado y él liberado. Inmediatamente, se dirigió a Mileto, en la costa de Anatolia, donde organizó una pequeña flota de barcos de guerra, y rápidamente volvió a la isla de los piratas.
Tras capturarlos, se quedó con parte del botín y puso sus captores a disposición del gobernador de la zona, a quien le pidió que los crucificara, tal y como les había prometido durante el secuestro. Aquel joven, orgulloso y vengativo patricio llegaría a ser una de las más grandes y poderosas figuras de todos los tiempos.
A mediados del siglo I a.C., la República estaba en una situación desesperada, el orden político estaba envuelto en el caos y la violencia callejera y los disturbios se multiplicaban. Muchos consideraban que era cuestión de tiempo que todo cayera por su propio peso. Sin embargo, tres hombres a los que a menudo se denomina la 'Banda de los Tres', aprovecharon la oportunidad para formar una alianza o triunvirato que terminaría transformando el gobierno de Roma: se trataba de Gneo Pompeyo Magno, Marco Lucinio Craso y Cayo Julio César.
El Primer Triunvirato, nombre dado por los historiadores a la alianza que formaron estos tres titanes romanos, duró desde el año 60 hasta el 53 antes de Cristo, durante los cuales se hicieron con el control del estado. Durante su alianza, Craso partió a la provincia romana de Siria como gobernador, pero muere en la batalla de Carrhae. Julio César marcha a la Galia y Pompeyo se queda en Roma, donde es convencido por el bando conservador del Senado de la necesidad de eliminar a Julio César para salvar la República romana, ya que creían que César usaría su influencia para hacerse coronar rey.
La victoria de César en la guerra de las Galias precipitó los acontecimientos. El Senado, temeroso de que se apropiara definitivamente del poder, presionó a Pompeyo para que le ordenara regresar a Roma sin su ejército, pero Julio César era consciente de que, de hacerlo así, sería juzgado y ejecutado, por lo que decidió cruzar con sus soldados el río Rubicón, frontera natural entre la Galia e Italia, dando inicio a una cruenta guerra civil.
Aprovechando la noche, cerca del amanecer, se reunió con la XIII Legión y sus cohortes para cruzar el río, consciente de lo que suponía atravesar el Rubicón al frente de sus tropas: una declaración de guerra. Y fue en esa ocasión, cuando pronunció una de sus frases más legendarias: la suerte está echada.
Alea jacta est
El 11 de enero del año 49 A.C, Julio César invadió Italia y Pompeyo huyó de Roma con su ejército hacia Grecia, hasta donde fue perseguido por César. En el año 48 a.C. se enfrentaron en la batalla de Farsalia, donde Pompeyo fue derrotado y escapó a Egipto, país en el que sería asesinado y decapitado por orden del faraón, Ptolomeo XIII. Su cabeza fue entregada a César, que finalmente regresó a Roma, donde ejerció su nuevo papel de dictador, convirtiendo al Senado en una asamblea meramente consultiva.
Pero en el año 46 a.C., los hijos de Pompeyo, Cneo Pompeyo el Joven y Sexto Pompeyo, junto a Tito Labieno, antiguo lugarteniente de César en las Galias, iniciaron una rebelión, resucitando el fantasma de la guerra civil y llegando a crear en Útica, en el norte de África, un Senado paralelo al de Roma.
César los aplastó en la batalla de Tapso, cerca de Útica, pero los hermanos lograron escapar a las islas Baleares y entrar en Hispania, donde había trece legiones amotinadas por las tiránicas maneras del anterior gobernador de la provincia, Quinto Casio Longino. Cneo Pompeyo consiguió aglutinarlas en torno a su figura, se apoderó de la Hispania Ulterior (sur de España), puso sitio a Cartagena y fue proclamado emperador.
Inicialmente, César no le dio demasiada importancia a lo que ocurría en Hispania y envió a dos generales para frenar la insurrección. Pero acabó por darse cuenta de que sus lugartenientes no podían hacer frente a los pompeyanos sin su presencia, por lo que, pese a que ya se había retirado de la vida militar, decidió ocuparse personalmente del asunto y partió desde Roma el 3 de diciembre del año 46 a.C.
Sitió Córdoba, donde estaba atrincherado Sexto Pompeyo, para obligarle a solicitar ayuda a su hermano Cneo, que estaba asediando Ulia, a tan solo 40 kilómetros, pero el dictador enfermó, obligándole a posponer su plan. Recuperado, César tomó la población de Ategua, donde en un gesto de clemencia perdonó la vida a sus habitantes. Cuando entró en la ciudad al frente de sus tropas, fue proclamado imperator.
La batalla de Munda
Finalmente, los pompeyanos decidieron hacer frente al tirano y tomaron posiciones en Munda, un lugar que los investigadores aún no han logrado identificar, donde se produjo una de las batallas más célebres de la Antigüedad y que dio a César el poder absoluto. Los defensores pompeyanos tenían una posición ventajosa, en lo alto de una colina, contaban con superioridad numérica y además sus legiones tenían mayor experiencia de combate, así que parecía que la victoria era posible. Pero luchaban contra Julio César, una leyenda viva, una figura mítica que infundía valor a los suyos y miedo y terror entre los contrarios.
Los legionarios de Roma se detuvieron al pie de la colina y los pompeyanos comenzaron a atacarles desde su ventajosa posición elevada. César, percatándose del peligro y de su desventaja, desmontó de su caballo, arrojó sus armas, se descubrió la cabeza para ser reconocido y arrebató un pilum (lanza) a uno de sus soldados, corriendo hacia la colina para poner orden y animar a sus soldados, que empezaban a retirarse asustados.
Luego avanzó en solitario, en medio de una lluvia de flechas, lo que finalmente arrastró a sus soldados con él. Pero a pesar de todo, la batalla no acababa de decantarse por ningún bando, hasta que César tuvo una idea. Lanzó a uno de los flancos enemigos un pequeño ataque, provocando que los pompeyanos enviaran refuerzos a ese lugar, dejando un espacio que comenzó a ser cubierto por otras legiones, momento que César aprovechó para atacar el otro flanco con su caballería, provocando que los pompeyanos enviaran allí a aquellas legiones que cambiaban de posición. La idea del dictador era que el resto del ejército pompeyano interpretara aquel movimiento como el inicio de una retirada. Y así fue.
Cneo y su hermano se retiraron a Córdoba y las legiones supervivientes se atrincheraron en su campamento. César decidió no derramar más sangre y optó por rendirlo rodeándolo con los cadáveres de los muertos clavados en estacas. La guerra civil había acabado.
Antes de regresar a Roma como amo y señor absoluto, César permaneció durante un tiempo en Hispania, acabando con los últimos brotes de resistencia pompeyana. A su regreso a Roma, se permitió celebrar el triunfo, algo nunca visto hasta ese momento, ya que había luchado contra sus propios compatriotas, lo que generó un gran descontento entre los romanos. Aun así, el Senado decretó 50 días de agradecimientos y concedió a César el título de Libertador, una distinción que podría ostentar de por vida y que jamás había sido concedido a ningún general hasta entonces. Cayo Julio César se hizo con el poder absoluto en Roma y lo ostentó a placer, aunque nunca fue proclamado emperador.
Cneo Pompeyo fue capturado y ejecutado y Sexto Pompeyo sobrevivió a César, aunque sería asesinado un año después. Pero la alegría y el poder le duró poco. Los honores y poderes otorgados a su figura comenzaron a despertar los recelos, la envidia y el miedo entre sus opositores, que temieron que quisiera proclamarse rey, por lo que el 15 de marzo del año 44 a.C., en la conjura conocida como 'los idus de marzo', Bruto y Casio acabaron con su vida.
A pesar de que hoy en día no sepamos el lugar exacto en el que tuvo lugar la batalla de Munda, su importancia para la historia de la Humanidad es capital. Munda fue el lugar y el momento en el que César estuvo más cerca no sólo de la derrota, sino de perder su vida. Pero también fue la batalla andaluza que definió el destino de Roma y de una de las figuras más importantes de todos los tiempos: Cayo Julio César.